domingo, 24 de marzo de 2013

Jesuitas, los bodegueros pioneros


24/03/2013 HISTORIAS // LA COMPAÑÍA DE JESÚS.


Los jesuitas cumplieron un rol clave en el San Juan colonial, especialmente en la vitivinicultura. Antes de su expulsión, tenían bodegas, miles de cepas y producían vino y aguardiente. Favio Cabrera - Diario De Cuyo



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Si bien el terremoto de 1944 se llevó para siempre el último vestigio material de los jesuitas en San Juan, la antigua Catedral, su influencia en la época colonial fue clave para el desarrollo posterior de la provincia. Los integrantes de la Compañía de Jesús, la congregación a la que pertenece el Papa Francisco, fueron evangelizadores, constructores y maestros, pero también se destacaron en la producción de vinos y aguardientes, que comercializaron al menudeo pero también vendieron a Buenos Aires. Para los especialistas, fueron pioneros en muchos aspectos y le dieron un impulso muy fuerte a la vid, que para el 1700 era muy rudimentaria.

Los jesuitas llegaron por primera vez a San Juan en 1655 y cerraron su residencia once años después. Si bien se creyó que se debió a problemas económicos, lo cierto es que se fueron por falta de hombres para llevar a cabo su tarea, según la investigadora Celia López, egresada de la UNSJ y actualmente trabajando en una universidad de EE.UU. Volvieron en 1712 y estuvieron en San Juan hasta 1767. Durante más de medio siglo, además de misionar, fundar una escuela o construir la Catedral, se convirtieron en propietarios de vastas tierras (por donaciones, compras, arrendamientos) e hicieron de la incipiente vitivinicultura local, un importante comercio, clave para sostener su comunidad.

LA CHACRA DE PUYUTA:

Los jesuitas tenían varias tierras, como la llamada Viña de Abajo, que poseía un viñedo con 4.690 cepas y dos bodegas; o la Viña del Padre Pedro Jofré, en la que se producía parte del mosto para vino y aguardiente que enviaban a Buenos Aires. Pero la más productiva era la Viña de Arriba o Chacra de Puyuta, que supieron explotar y agrandar con el paso de los años (se extendía aproximadamente desde lo que hoy es la basílica de Desamparados hasta los esteros de Zonda). Según López, entre 1735 y 1767, la producción de mosto de esta estancia constituía más de la mitad del total de mosto producido anualmente por los jesuitas en San Juan. Poco antes de la expulsión, la Chacra de Puyuta generaba unos 16.886 litros de aguardiente.

En esa estancia había 12.673 cepas, una bodega de unos 40 metros de largo y dos lagares (los jesuitas fueron pioneros en tener lagares de piedra, cuando por entonces eran comunes los de cueros de buey), también había un molino, frutales y trabajan 66 esclavos negros. A su vez, industrializaban en su bodega la producción de uva y mosto procedentes de otras propiedades que manejaban e incluso de particulares.

LA ESQUINA COLORADA:

Con el paso de los años, los jesuitas sanjuaninos mermaron la producción de vinos (esa actividad la concentró Mendoza) y se dedicaron al aguardiente. Así, los envíos de vino a Buenos Aires se hicieron esporádicos, mientras que crecieron los de aguardiente. El vino producido en sus bodegas se empezó a vender al menudeo o lo intercambiaban por otros productos. Y el mejor punto de comercialización estaba en una pulpería que tenían en la actual Esquina Colorada. Allí vendían todo suelto, fiaban y la atención estaba a cargo de dos esclavas negras. Las ventas de la pulpería eran tan importantes, que para 1745, el 31% de los ingresos de dinero que tenía la residencia jesuita en San Juan salía de allí. Por entonces, el mantenimiento anual de un sacerdote jesuita costaba $200 y con las ganancias de la pulpería cubrían los gastos de tres misioneros.

El esplendor de los jesuitas y su estrecho vinculo con la comunidad sanjuanina se apagó a las 5 de la mañana del 26 de agosto de 1767, cuando se concretó la expulsión por decisión de la Corona española. Todos los bienes de los jesuitas salieron a remate por la Junta de Temporalidades, en un proceso que demandó varios años. Y así como San Juan tuvo que acostumbrarse a vivir sin la labor religiosa de los jesuitas, algunos compradores aprovecharon la coyuntura para convertirse en grandes propietarios rurales, por lo que de alguna manera también modificó el mapa social local
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