viernes, 15 de marzo de 2013

La amiga de Buenaventura Luna


Hebe Almeida de Gargiulo

La amiga de Buenaventura Luna

Se conocieron cuando se creaba el Centro de Residente Jachalleros. Ella conservó como un tesoro un libro con dedicatoria que él le regaló y fue una de sus primeras recopiladoras. Por ésta y otras tareas fue nombrada Embajadora de la Cultura en Jáchal; también forma parte de la galería de Mayores Notables, en el Senado de la Nación. Por Viviana Pastor.


miércoles, 13 de marzo de 2013
La amiga de Buenaventura Luna
Se conocieron cuando se creaba el Centro de Residente Jachalleros. Ella conservó como un tesoro un libro con dedicatoria que él le regaló y fue una de sus primeras recopiladoras. Por ésta y otras tareas fue nombrada Embajadora de la Cultura en Jáchal; también forma parte de la galería de Mayores Notables, en el Senado de la Nación.
Por Viviana Pastor
Ella tenía 19 años y él, poco más de 40. Ella era una bella y culta joven jachallera recién recibida de Profesora en Letras; él ya era un personaje, trabajaba en radio Colón donde realizaba el programa “San Juan y su vida”, que mantenía cautiva a toda la audiencia sanjuanina.
Hebe Almeida de Gargiulo y Eusebio Dojorti, o Buenaventura Luna –su nombre artístico-, se vieron por primera vez en la iglesia La Merced, donde se realizó la primera reunión para formar el Centro de Residentes Jachalleros.
“Yo fui su amiga,  bueno, yo digo que fui su amiga, capaz que él no pensaba lo mismo”, dijo Hebe, con una humildad que no la abandonará durante toda la charla. De impecable traje tejido, verde azulado, collar, aros y anillo de perlas, y maquillada para la foto, sin exageraciones, parece que tiene muchos menos años que los 80 que ella dice haber cumplido. Y sólo hacen falta algunos minutos para descubrir por qué: Hebe sigue siendo una joven de energía contagiosa y sensibilidad a flor de piel, que no se preocupa en ocultar.
En esa primera comisión de residentes, eligieron a Dojorti como presidente y Hebe formó parte de la comisión de  Relaciones Públicas. Le pidieron al huaqueño que escribiera un poema sobre Jáchal para que ella lo recitara en el aniversario de la fundación  de Jáchal, y él aceptó. Fue entonces que comenzaron a tener una relación más fluida, Buenaventura la hacía ir a la radio para escucharla hablar porque decía que lo que escribía era para “decirlo él” y no sabía cómo iba  asonar en la voz de esta chica. “Un día llego a mi casa y me encuentro con nota de Dojorti con tres estrofas de un poema y un pedido de disculpas porque no decía que no le salía y que estaba sufriente por esa situación”, contó Hebe. Ella salió corriendo a la radio a buscarlo para decirle que era bellísimo lo que había escrito y que lo terminara,  a los diez días estaba listo el famoso Canto a Jáchal, que, por supuesto, recitó Hebe en el atrio de la iglesia jachallera. 
“Llegad a nuestro Jáchal. Renaced a lo santo
mi tierra hace el milagro de trocar todo llanto...
... venid a tanta cosa sencilla, sabia y buena;
la pirhua algarrobera, las tortas en la arena,
el poncho de guanaco que consintió el Llastay...”
Hebe no defraudó.
“Él ya era un personaje. Era un hombre alto, muy bien parecido, buenmozo y con un modo seductor, era muy agradable y atento, y encima poeta, ¡una maravilla de hombre! MUY CULTO (remarca ella), no había terminado la escuela secundaria porque se fue de Jáchal, a él le importaban otras cosas, los caminos, las huellas… pero fue un gran lector. Lo conocí recitando de memoria el Martín Fierro, todo entero; yo era profesora de literatura pero cuando mencionaba alguna cosa de El Quijote, el me decía: ‘no niñita, mire, eso está en el capitulo tal’, se lo manejaba de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, al igual que la Biblia. Esos tres libros él los manejaba con un conocimiento total, uno ha leído mucho, pero con esa dedicación…”, rememora Hebe con los ojos llenos de admiración.
En la calidez de su casa, donde vive desde hace más de 50 años, la mujer que fue nombrada Vecina Ilustre por la Municipalidad de Capital, Ciudadana Ilustre y Embajadora de la Cultura en Jáchal y que también forma parte de la galería de Mayores Notables, en el Senado de la Nación, se despoja de todo, generosa con sus conocimientos y con su vida.
Desde hace años ella es referente de la cultura y la tradición sanjuanina,  y además de ser autora de “Buenaventura Luna, su vida y su canto”, es una gran investigadora de la cultura popular. Escribió 14 libros relacionados con nuestras comidas, leyendas, hombres de letras, costumbres, etc. Además, reclamó ser la autora intelectual de Tiempo de San Juan, una revista del mismo nombre que éste semanario, que ella editó y dirigió hace algunos años.
El libro de Buenaventura lo hizo convocada por Carlos Gómez Centurión, que quería recopilar la obra del máximo poeta, y ella convocó a Elsa de Yanzi y Alda de Vera. No era una tarea fácil, es que había muchos escritos sueltos que se sabía eran de él, pero estaban en conflicto con otros autores, y otros que la gente decían que los escribió Dojorti pero no eran de su autoría. “Todo me atrapó de Buenaventura Luna, cada vez que te metés en su obra te enamorás más de ella”, confesó Hebe.
Con los años pudo ampliar esa tarea gracias al nieto de Dojorti, Carlos Semorile, quien sacó a la luz mucha letra inédita del gran poeta.
Orgullosa de su impresionante biblioteca, que ocupa las cuatro paredes de una pieza y otros muebles fuera de ella, Hebe aseguró que el libro que más atesora es el que le regaló Buenaventura, Don Quijote de la Mancha, con una dedicatoria de su puño y letra que termina en un “con sincera devoción y afecto”,  firmado en junio 27 de 1951.
Espiral de felicidad
Será por su feliz infancia, simple, en el campo (nació en Pampa del Chañar, Jáchal),  por su adolescencia dorada,  o por su adultez pletórica de afectos, que Hebe siente que casi no le puede pedir nada más a la vida.
Su abuelo jachallero era arriero, pasaba ganado a Chile y a Bolivia, de eso ella destacó la tarea  de las mujeres jachalleras. “Son una historia aparte las mujeres, porque los hombres se iban por 6 o 10 meses y ellas quedaban solas a cargo de todo, la casa, los hijos y los criados, los alimentaban, cuidaban su salud, todo solas. Es muy fuerte en papel de la mujer jachallera”, dijo.
Adela Vaisman, porteña, y el jachallero Duilio Almeida, se conocieron en Buenos Aires, se casaron y se fueron a vivir a Jáchal; Hebe fue la segunda hija, el primero, un varón, murió trágicamente en un accidente ferroviario.
A Adela la nombraron personal único en una escuelita que había casi frente al dique Pachimoco, era una escuela rancho con techo de paja y una cortina como puerta. “Los niños venían detrás de las lomas y no se sabía de donde aparecían”, relató con memoria fotográfica digital.
Para un 9 de Julio, visitaron Jáchal las autoridades escolares y Adela los invitó a su escuela. “Cuando esta gente de tapado vio la escuela y los niños, de alpargatas rotas y camisita… (se quebró Hebe y plantó un silencio), eso fue el detonante para que entes de fin de año empezaran la construcción de una escuela con todos los adelantos”, dijo.
Ese fue su mundo hasta tercer grado, allí tenía una loma que era de su “propiedad” donde pasaba horas jugando. Una niñez entre los tamarindos que rodeaban la escuela y los compañeros: los Montaño, Esquivel, Arias, Aristica, “no los vi más, pero no los olvido”.
Con su hermano mayor funcionaban como arqueólogos, “me imagino los daños que habremos hecho, descubrimos un cementerio aborigen en el cerro La Puntilla y revolvíamos todo, encontramos flechas, ánforas, cráneos, no había leyes de protección, nadie se ocupaba de eso. Armamos nuestro propio museo y cuando nos fuimos de Jáchal lo donamos a la Escuela Normal”.
Los Almeida tenían una casa muy linda, con altillo, que se destacaba del resto. “Pero mi madre nunca la quiso a esa casa, hizo todo lo posible para irse de ahí”, contó. Esto es parte de la nefasta historia que terminó con la vida de su hermano, luego del accidente el ferrocarril los indemnizó y con ese dinero compraron la casa. Para Hebe era un “regalo” de su hermano, pero para su madre “era su sangre”; se dejó embargar nuevamente por la emoción.
Cuando tenía 14 años, la familia se mudó a la Ciudad, donde con 16 años terminó la secundaria con el título de Maestra. Para premiarla, un tío la invitó a pasar unos días en Chile.
Aunque Hebe escribió su primer poema dedicado a su madre a los siete años, y desde chica fue una lectora voraz, tenía una facilidad terrible para los números y las ciencias duras. Sin embargo su vocación era la diplomacia, quería estudiar Servicio Exterior, carrera que sólo se dictaba en Rosario. Pero su madre no quería dejarla ir a estudiar sola y la convenció para que estudiara Letras acá, le dijo que luego de tres años podría irse a seguir estudiando lo que quisiera. “Le dije que sí, después de todo resultaba bastante lógico, las clases fueron para mí un juego porque ya había leído todo eso”, contó.
Empezó a trabajar siendo estudiante de Letras, es que en el colegio El Tránsito de Nuestra Señora necesitaban una profesora de Literatura y ella aceptó. “Me gustó mucho la docencia, la viví con pasión”, aseguró. Varias escuelas la tuvieron de profesora.
A los 17 años se puso de novia con Pablo Gargiulo y ese noviazgo duró seis años, mientras él hacía la Marina y terminaba su carrera de Derecho. Recordar a su esposo fallecido hace 16 años, volvió a ponerla al borde del llanto. “Cuando se recibió nos casamos… fue una vida muy bonita, crecimos uno al lado del otro y estuvimos juntos de verdad, no porque vivíamos juntos, todo era entre los dos. Tuvimos seis hijos y siempre pienso en él en cada reconocimiento que tengo porque cuando estábamos de novios dijimos que cada uno iba a ser el pedestal para que el otro creciera y así fue”, contó.
Pablo fue fundador en San Juan del movimiento Demócrata Cristiano, partido que lo llevó a ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, “esa fue su alegría más grande”. Con su marido, Hebe realizó viajes por toda América y Europa.
Aseguró que los homenajes que ha recibido son “una exageración” y que si bien le son gratos, ella no se la cree. La nueva sala de lectura de la Biblioteca Sarmiento de Jáchal, lleva su nombre, “eso es una alegría muy grande”. “Un premio que fue muy ostentoso fue integrar la galería de Mayores Notables Argentinos, un premio del Congreso de la Nación, no me preguntes por qué (dice como si le faltaran méritos), yo se que un día el diputado de Jáchal me dijo que le mandara un currículum, yo se lo mandé y no pregunté nada. Sé que la iniciativa fue de Juan Carlos Gioja cuando era diputado, a quien no conocía pero le agradezco porque fue muy grato, vinieron todos mis hijos, el que vive en Estados Unidos y la que vive en Córdoba”, destacó.
Aunque, según dijo, el cuerpo ya no la compaña, ella sigue escribiendo, actualmente redacta un artículo para un libro sobre Jáchal.
Para definirse, apela a sus emociones más despojadas. “Creo que lo que exteriormente puede parecer como que aparezco, interiormente se que nada de eso es verdad, nada de eso me subyuga. Agradezco que me ayuden a enseñar lo que sé, a mi me enseñaron cosas y valores, lo menos que puedo hacer es transmitirlo”. Luego aseguró que su panacea son sus hijos y nietos. “Mi corona de gloria son mis seis hijos y once nietos, que son una especie de satisfacción que Dios les da a los viejos por privarlos de otras cosas. Mis nietos son los  más lindos del mundo”.
Y agregó: “Creo que adentro de mí no me envanezco porque sé mi verdad, puedo aceptar el homenaje, el reconocimiento, pero adentro sé mi verdad, yo sé cómo es la cosa”.

La escritora y periodista
En 1981 publicó su primer libro, “Doña Rosita la Soltera de García Lorca”, un estudio y propuestas de trabajo sobra la obra del autor español; y en 1983, el segundo, “Cuentos Regionales Argentinos. La Rioja, Mendoza, San Juan y San Luis”.
Entre el año ‘90 al ’95, dirigió en Mendoza el Proyecto Cuyo, de recopilación y difusión de la Cultura Popular, un trabajo antropológico del que salieron algunos libros y los Cuadernos de Cultura Regional (9 tomos).
Su Best Seller, como ella lo llama, llegó en 1995, “Sabores de la Memoria”, un enfoque antropológico de la comida tradicional, con recetas de cocina incluidas, que ya va por su 10ª edición.
Su último libro fue publicado en 2011, “Cántaro de Cuentos y Leyendas”, un estudio y selección de leyendas y cuentos de la zona cuyana.
Fue directora fundadora del Centro de Educación por el Arte y Directora del Centro de Documentación e Investigación del Folklore Cuyano.

Textual
“Me llevan a Jáchal a hablar de Buenaventura Luna cuando todos saben más que yo, es como ir a hablar de naranjas al Paraguay. Siempre que termino de hablar doy tiempo para que la gente aporte porque es ahí donde yo aprendo”.

Escritores sanjuaninos destacados
Sin dudarlo, Hebe dijo que admira la pluma de Leonidas Escudero, y que ella misma hizo un trabajo de investigación sobre la obra de Antonio de la Torre, Juan Conte Grand y Ofelia Zúcoli. “Con Ofelia tuve muy buena relación, su poesía es única”, dijo. De los actuales escritores destacó a Juan Carlos Muñoz, Jorge Pose, Beatriz Della Mota, “una gran poetiza, sin concesiones al vulgaridad”. También nombró a Reina Domínguez  y a Ricardo Trombino.
“La literatura sanjuanina comienza con Sarmiento, no podemos dejar de mencionarlo porque es nuestro más grande escritor”, aseguró.
En 1993, Almeida escribió el libro “Escritores de San Juan”, una caracterización de la literatura sanjuanina que incluye bio-bibliografía de los escritores, una selección antológica para la escuela primaria.
  http://www.tiempodesanjuan.com/

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