A todos esos investigadores que afortunadamente
valoran el trabajo de los archiveros.
En la actualidad el archivero
es, sin duda alguna, uno de los trabajadores más desconocidos de todo
el espectro profesional. Desconocido no sólo porque directamente en
ocasiones no se tiene conciencia sobre su existencia –de hecho es verdad
que muchas veces no existe, aunque debiera-, sino porque, cuando se
asume su presencia en los archivos –otros espacios
inquietantes para la mayoría de la población-, pocas personas,
independientemente de su situación social, económica o formativa, serían
capaces de decirnos más de dos –o una, en el peor de los casos-, de las
funciones que debe realizar.
Sin embargo, lo peor de toda esta
situación –aún tratándose de un panorama general negativo para la
profesión en sí misma-, no es que el potencial usuario de a pie no sepa
ni de la existencia de archiveros ni del trabajo que éstos realizan. No.
Más problemático aún es que muchos usuarios de archivos –no todos
afortunadamente- tampoco tengan del todo claro cuáles son las funciones
encomendadas a estos profesionales, requiriendo servicios que sobrepasan
las labores que éstos han de realizar, queriéndolos convertir en
verdaderos secretarios para todo. Claro… para todo lo que sea satisfacer
sus urgentes –para ellos- demandas de información que no de documentación.
Porque sí, otro problema es que muchas veces se confunden estos dos
conceptos, ya que no es lo mismo demandar información y que solicitar
documentación.
Me
detendré de una manera específica en una situación hipotética pero,
paradójicamente, muy real y fácilmente identificable por todos los
archiveros: un investigador llega al archivo y solicita toda la
información que haya sobre un tema determinado. Pero claro, no tiene
mucho tiempo para hacer las búsquedas, demandando que la realicemos los
archiveros, y cuando esté preparada se lo hagamos saber; o mejor aún,
que le enviemos la documentación seleccionada por correo electrónico si
está digitalizada porque está muy ocupado con sus trabajos de
investigación y no puede “perder el tiempo”. Sí, porque es muy habitual
que, a pesar de la pasión y urgencia que demuestran, investigar sobre su
propio tema de estudio les parece incomprensiblemente una “pérdida de
tiempo”. O eso, o no conocen el significado del verbo “investigar”, que
no es otro que “hacer diligencias para descubrir algo”. Pero claro, lo
fácil es descubrir algo que otro ha descubierto para tí o ha investigado
por ti. Esta secuencia de hechos -hipotética pero muy real- la he
vivido en primera persona, razón por la que puedo imaginar que también
ha sido soportada por otros tantos archiveros. De hecho, este breve
texto surge a partir de la lectura de un mensaje remitido por el
archivero don Eduardo Jáuregui a la lista de distribución ARXIFORUM
durante el mes de febrero, mensaje con el que me sentí identificado y
que hacía referencia a una situación similar a la descrita.
Pues bien, esa situación descrita
-hipotética y extrema-, pero ya digo que muy real en más de una ocasión,
pone de manifiesto que se tiene algo confusa la función de “referencia”
–término que utilizo por aproximación al usado en el trabajo
bibliotecario- que ha de llevar a cabo el archivero. Éste,
indiscutiblemente y como parte de su trabajo, debe orientar y asesorar
al usuario –sea o no investigador- para que lleve a buen término su
búsqueda, consulte los documentos y obtenga, en última instancia, la
información que necesita. Tal como señala el Código Ético difundido por el ICA, los archiveros “…deben responder cortésmente y con espíritu de servicio a todas las consultas razonables…”
El archivero elabora los instrumentos de descripción, conoce la
documentación y conoce los fondos y colecciones. Sobre esta base mejor
que nadie podrá indicar al interesado hacia dónde puede dirigir sus
pasos consultando este o aquel fondo, sección o serie documental. Esta
es una función que se asume como habitual y lógica. La orientación del
usuario, primero personalmente y después a través de los instrumentos de
descripción que se hayan confeccionado en cada archivo, siempre ha de
ocupar un lugar preferente en la actividad de archivero, pudiéndose
considerar una manera de formar y acercar al usuario al mundo
archivístico.
Ahora bien, ¿está entre sus cometidos
llevar a cabo investigaciones de otros? ¿Debemos asumir que TU
investigación es MI investigación? Algunos investigadores –repito que
no todos afortunadamente-, quiero pensar que en la mayoría de las
ocasiones llevados por el entusiasmo con que viven su actividad y su
tema de investigación, piensan que todos estamos interesados en él -de
hecho seguro que lo estamos pero con limitaciones- e intentan hacer
partícipes a todos –y especialmente a los archiveros- de su trabajo,
llegando incluso a considerar que el grado de interés de éstos es el
mismo que el suyo y, consecuentemente, errando al pensar que su trabajo,
su investigación, es también el de aquéllos. En el peor de los casos la
lógica limitación del grado de participación del archivero en
investigaciones de apasionados usuarios puede hacer que éstos, por
incomprensión, consideren que se les ponen obstáculos, que se les limita
su capacidad de consulta o que se les “esconde” documentación, con las
repercusiones negativas que ello puede tener para la imagen del archivo y
la profesionalidad de los archiveros.
Indiscutiblemente no es trabajo de un
archivero hacer investigaciones para otros. Es ofrecer los instrumentos
necesarios para que otros puedan realizarlas. Es poner en manos de los
investigadores catálogos, guía e inventarios. Es ofrecer un buen
servicio de orientación y asesoramiento. Es hacer más fácil el recorrido
por el archivo…pero no recorrer el archivo por ellos. Cada investigador
ha de descubrir su propio camino en el archivo recorriendo sus
anaqueles o su catálogo vía web. Primero necesitará orientación, pero
más tarde emprenderá caminos de manera autónoma.
Por su parte, los archiveros han de
realizar sus propias investigaciones para conocer mejor sus fondos y
colecciones. Han de trabajar para que esas investigaciones propias
tengan reflejo, en la medida de lo posible, en su trabajo diario para
así poder ofrecer un mejor servicio a sus usuarios. Cada uno tiene su
parcela de investigación. Ni mi investigación es su investigación; ni su investigación es mi investigación.
http://archivisticayarchivos.wordpress.com/
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