martes, 4 de junio de 2013

La participación de los bibliotecarios académicos en los procesos de desarrollo curricular


Dentro del desarrollo curricular, las actividades relacionadas a evaluación de referencias bibliográficas son un ejercicio imperativo en la creación de un curso.  Si bien es cierto que es  importante que haya un balance entre los resultados de aprendizaje, los indicadores de resultados  y las competencias de información, la presencia de una buena bibliografía también lo es.    En algunas  instituciones académicas  el desarrollo de prontuarios es como la línea de producción de una industria, todo está cuidadosamente calibrado, las medidas y proporciones según el manual de procedimientos. Sin embargo, dentro de este proceso la revisión de literatura pasa casi inadvertida, es como una especie de actividad que hay que cumplir con cierto aire de molestia.  En ocasiones las referencias presentadas no cumplen con los objetivos del curso, los resultados de aprendizaje esperado y el contenido de las unidades. Peor aún el gran ausente en el proceso es bibliotecario, lo que trae como resultado un documento repleto de fuentes de información que no están disponibles en las colecciones de la biblioteca e inaccesibles a los estudiantes.   El prontuario de un curso no debe convertirse en el zafacón de la taxonomía como ocurren con los deuteromicetos en el reino fungi.

Dale, Holland y Matthews (2006) comentan sobre una desvinculación entre  los estudiantes, la facultad y los recursos de información y los enfoques de enseñanza-aprendizaje. Este problema de desvinculación va en incremento cuando las instituciones académicas no están conscientes de la importancia de la selección de las referencias bibliográficas para un curso.   La selección de recursos de información debe estar enmarcada en  “al contexto, los estilos de aprendizaje, la edad del estudiante, las necesidades del alumno y el conocimiento del producto o constructo que se va a desarrollar” (Wall & Ryan, 2010, p. 20).  Para agravar la situación vemos como en los procesos de diseño curricular intervienen otros profesionales como diseñadores instruccionales y expertos en materias (subject matter experts) con la intención de enriquecer los contenidos, pero con una desconexión total con las bibliotecas y las competencias de información necesarias para que las experiencias de aprendizaje e investigación se complementen. La participación de los bibliotecarios es fundamental en estos procesos, la literatura de esta última década reconoce este hecho hasta la saciedad. Mavodza (2011) establece la importancia de la colaboración entre bibliotecarios académicos y facultad para lograr la integración coherente de los recursos de información en los cursos. Mientras que Shank and Bell (2011) reconocen la necesidad de la colaboración y la integración de los bibliotecarios, facultad y otros profesionales para cumplir con las metas de aprendizaje establecidas en los cursos.  Por otro lado hay otro elemento que relevante y es el cumplimiento ante las agencias acreditadoras.  Estas organizaciones exigen  evidencias de integración y colaboración entre unidades académicas como currículo y biblioteca. Algunas agencias son enfáticas en que las instituciones deben moverse a un modelo educativo basada en cumplimientos (learning outcomes)  y competencias desarrolladas en lugar de modelos basados en la enseñanza (teaching learning).

Mejores prácticas

De acuerdo con Wall y Ryan (2010) los recursos de información para el aprendizaje son aquellos objetos físicos, intelectuales y virtuales que utilizan un profesor o instructor para las actividades de enseñanza.  Hoy día nos enfrentamos a una amplia gama de recursos que incluye:
  • Contenido desarrollado y evaluado por expertos y publicado por agencias de entero crédito (libros, artículos de revistas y algunas páginas web).
  •  Opiniones de expertos.
  • Contenido anecdótico desarrollado por comunidades de expertos en diversas disciplinas.
  • Información provista por organizaciones.
  • Información desarrollada por colaboración (wikis).
  • Objetos de aprendizaje diversos que contribuyan al desarrollo de las destrezas y al alcance de los resultados de aprendizaje propuestos.
Como en todos los procesos, el desarrollo curricular,  debe aspirar a la calidad.  La meta final es que los estudiantes puedan obtener una experiencia de aprendizaje integral y los recursos de información constituyen un elemento medular en el proceso educativo.  Por eso no podemos descansar en la premisa de que las experiencias educativas de los estudiantes recaen sobre UN SOLO libro de texto.  La colaboración de otros expertos  en los procesos es necesaria, pero debe tomarse con precaución  pues esto no asegura que la selección de fuentes de información sea la apropiada.  En la mayoría de los casos las recomendaciones no cumplen con los criterios de alcance, actualidad y autoridad. Sucede con frecuencia que no se consideran los derechos de autor y la facilidad de acceso a las fuentes. Algunos expertos en contenido y miembros de la facultad hacen referencia a artículos de investigación y libros recuperados del web, sin verificar previamente si estos recursos están  disponibles en las bases de datos de la biblioteca. Esta práctica pone en riesgo el acceso a las fuentes de información, ya que en ocasiones estas sedes de libre acceso no se encuentran disponibles por falta de mantenimiento.  Entre las mejores prácticas de desarrollo curricular debemos considerar:
  1. Las actividades de aprendizaje de un curso deben estar relacionadas a la bibliografía sugerida.  La bibliografía debe ser lo más rica posible reconociendo la variedad de soportes.
  2. Las referencias deben ser evaluadas y validadas por expertos.  Ante una oferta tan variada es imprescindible que se realice una selección cuidadosa con el propósito de que el estudiante pueda acceder a información de calidad, objetiva y que contribuya fortalecer el contenido del curso. 
  3. La participación de los bibliotecarios o profesionales de la información es justa y necesaria.  La presencia de estos profesionales es importante para:
    1. Para recomendar las fuentes de información cuyo acceso es garantizado y seguro.
    2. Para integrar una variedad de soportes y tecnologías de la información que transformen el currículo y las experiencias de aprendizaje.
    3. Para asegurar que las competencias de información se han integrado al curso.
Para alcanzar la calidad debe reconocerse a todos los integrantes del equipo.  Cada funcionario: experto en currículo, experto en contenido, diseñador instruccional y bibliotecario tienen una posición y una función especial para que el producto final cumpla con el objetivo de desarrollar las competencias profesionales del estudiante.  Por lo tanto no pueden trabajar como entes aislados del proceso.

Otros beneficios de participar y colaborar

Finalmente hay que reconocer que la participación de bibliotecarios académicos en el proceso de desarrollo curricular tiene sus beneficios para la biblioteca ya que permite:
  1. Conocer la variedad temática y los soportes disponibles en la colección
  2. Mejorar la calidad de los servicios de referencia (presencial y virtual)
  3. Evaluar las fortalezas y debilidades  de las colecciones específicamente las digitales
  4. Fomentar el desarrollo de guías temáticas para promocionar y facilitar el acceso a los recursos bibliográficos
  5. Desarrollar nuevas estrategias para adiestrar a la facultad y los estudiantes en el uso de las colecciones
  6. Incrementar el uso de los recursos de información electrónicos y digitales
El desarrollo curricular es una oportunidad para que las instituciones académicas trabajen propuestas educativas innovadoras, robustas y pertinentes a las demandas del mercado laboral y de investigación.  Las colecciones y servicios bibliotecarios deben formar parte de estas propuestas innovadoras. Es hora que comencemos a ver  los bibliotecarios como educadores y  facilitadores  en lugar de  relegarlos a ser simples custodios de los recursos de información.

Referencias
Dale, P., Holland, M., & Matthews, M. (2006). Subject Librarians : engaging with the learning and teaching environment. Ashgate Publishing Limited.
Mavodza, J. (2011). The academic librarian and the academe. New Library World, 112(9), 446- 451. doi: http://dx.doi.org/10.1108/03074801111182030
Shank, J. D., & Bell, S. (2011). Blended librarianship: [re]envisioning the role of librarian as educator in the digital information age. Reference & User Services Quarterly, 51(2), 105- 110.
Wall, J., & Ryan, S. (2010). Resourcing for curriculum innovation. ACER.

Ana I. Medina HernándezAna I. Medina Hernández. Bibliotecaria profesional con experiencia en bibliotecas académicas, especializadas y públicas. Graduada de la Escuela de Ciencias y Tecnologías de la Información de la Universidad de Puerto Rico en Rio Piedras. Ha participado con diversas organizaciones profesionales del campo de la bibliotecología puertorriqueña. Áreas de interés: administración de bibliotecas, desarrollo de colecciones electrónicas y uso de la información en bibliotecas digitales.
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