Leer es siempre una aventura
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Hay una formulación cervantina de abrumadora actualidad. Así comienza Don Quijote de la Mancha: "Desocupado lector". En estos tiempos poco caballerescos, es difícil saber si "desocupado lector" remite al ocio benefactor o a una milenaria exclusión.
¿El "desocupado" es quien dispone de su tiempo o quien ha perdido su empleo (del tiempo)? Vale la ambigüedad para rescatar a la desocupación de su condena laboral. Desocupado, también implica una disposición. Y es seguramente la que buscaba Cervantes para hacer entrega de su magnánima novela.
Hay varios libros de ensayo que indagan en los modos de lectura. Más allá de Alberto Manguel, un clásico bibliófilo, autor de Una historia de la lectura o la propia Historia de la lectura en el mundo occidental, de Roger Chartier y Guglielmo Cavallo, cientos de investigaciones se proponen dar cuenta de esta relación impredecible; la lectura es un viaje sentimental y está en los ojos de cada uno el rumbo escogido. La típica frase "quiero un libro que me atrape" esconde un sentido inverso: el lector es quien atrapa un libro, que quizá yacía polvoriento en una biblioteca heredada o lucía solitario en una librería comercial. Este encuentro, que a veces toma la forma de un rescate, hace de la lectura una verdadera novedad.
El libro de reciente edición, La lectura y sus públicos en la edad contemporánea, de Jean-Yves Mollier, brinda ciertas claves de esta relación y su inserción en el mercado editorial. Uno de los cambios más notables ocurre en el siglo XIX, con el folletín en la prensa, el manual escolar y el auge de la novela popular en las bibliotecas, para luego dar lugar a la literatura y la prensa callejera en la Belle Époque.
Un caso atípico, y a su vez revelador, es lo que ocurrió con la novela Madame Bovary, de Flaubert. Apenas publicada, en 1857, fue un éxito de librerías. Más allá de la bellísima y eficaz prosa de su autor, dos acontecimientos favorecieron su llegada al gran público: la prohibición y la ganga. Tuvo una prepublicación truncada en la Revue de Paris, una vez decretado el proceso por ultraje a las buenas costumbres; pero luego, el editor Michel Lévy, no sólo se atrevió a publicarla, sino que, como cuenta Mollier, "tomó la decisión histórica de hacer aparecer la escandalosa obra en su muy reciente colección a un solo franco, lanzándola como un producto estandarizado". La inclusión de una obra genial en una cadena de producción, facilitó su amplia llegada a los lectores. Y la novela antes prohibida por motivos morales, se convirtió en más que accesible.
Sin duda, la lectura es de cada uno y las novelas no son para todos, sin embargo, "el público lector", como lo llama Jean-Yves Mollier, tiene una historia propia, más allá de la historia de la literatura. Es la historia de un reconocimiento. El de encontrar en lo leído algo íntimo y, a la vez, desconocido. Insisto, la lectura es el momento de la novedad de un libro que a veces, con suerte, cobra la forma de una revelación.
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