Cortázar en construcción
POR DIEGO ERLAN
Con la mirada nublada de tanto leer los textos que integran la exposición Los otros cielos, el escritor Juan José Becerra corta pequeños trozos de la cinta azul que lleva en la mano y marca acentos, diéresis y signos de puntuación que el ploteo no imprimió sobre las paredes del Museo Nacional de Bellas Artes. Mientras corrige, explica los diferentes cielos que el visitante podrá explorar. “Cuando se hace el guión curatorial de una muestra –reconoce Becerra– estás entre dos dilemas: entre el síndome de Diógenes, que es el de acumular papeles, muebles, libros, fotografías, y el del serial killer: porque por algún lado tenés que cortar para que la exposición sea una narrativa posible”. Becerra consiguió un equilibrio entre ambos síndromes. La exposición resume vida y obra de Cortázar y ese resumen está dado en objetos, pinturas, videos y papeles que espían en las zonas menos conocidas del autor de Rayuela. En un lugar destacado está la máquina de escribir original que permanece aún hoy en el rancho provenzal que construyó Cortázar con Ugné Karvelis, su mujer entre 1968 y 1978, y que todavía atesora el hijo de ella, Christoph, junto a la casa, los muebles y la guitarra española que Neruda le regaló a Julio y que Christoph procuró romper cuando era chico. Becerra señala otra pared: “Esa que ves en el video es La Maga”. Es una grabación actual: ella, de anteojos, mientras habla pestes sobre Cortázar y busca entre sus papeles un poema inédito que le dedicó el escritor. “Todo continúa igual/ como la eternidad/ como las estrellas en el cielo/ que se ven/ pero que no se pueden alcanzar a tocar”. Junto al televisor, un retrato de la Maga pintado por Sergio de Castro la devuelve a su lugar de mito literario: un trazo arcaico traduce su imagen al lenguaje del enigma. El último cielo de la muestra, como no podía ser de otra manera, es el del arte. Si la literatura de Cortázar puede ser considerada figurativa, analiza Becerra, su mayor interés como espectador (y cronista de arte) ha sido sin dudas por aquel arte que no lo es. Luis Tomasello, Leopoldo Torres Agüero, Antoni Tapies, Antonio Saura y Sergio de Castro, que integran el salón del gusto cortazariano, se han despreocupado por la figura humana. “Lo humano es mirar”, dice Becerra. “Pero, además, en el sistema perceptivo de Cortázar, mirar es sentir que el mundo es otra cosa, está siempre en otro lado y tiene algo que decirnos en secreto”.
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Diego-Erlan-Flora-y-Fauna_0_1206479875.html
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