11/09/2014 EDITORIAL
La visión de un gran estadista
Domingo F. Sarmiento fue un político ilustre, un pedagogo eminente y sus ideas tienen plena vigencia en este siglo.
El pensamiento político de Domingo Faustino Sarmiento, expresado en el siglo XIX como brillante educador, estadista visionario y escritor talentoso, es un legado con tanta vigencia que se plantea como un colosal modelo de desarrollo sustentado en el Estado de derecho y con una ética pública intachable.
El prócer sanjuanino, que falleció a los 77 años en Asunción del Paraguay, el 11 de septiembre de 1888, tuvo una vida tan activa y fructífera en bien del crecimiento republicano, con una dimensión que trasciende a su época a partir de la defensa de la educación libre y gratuita para todos. No concebía el progreso de una nación democrática sin una excelencia educativa que llegara a todos sus HABITANTES. De allí su mote de "maestro universal\'\'.
Historiadores, políticos, sociólogos y escritores coinciden en señalar la vigencia universal de esos principios porque se adoptaron en diferentes lugares del mundo y aún muchos pueblos siguen reclamando la concreción de las ideas sobre infraestructura y educación popular como pilares de un país moderno.
Sarmiento soñó con una Argentina desarrollada, con los adelantos que conoció en los Estados Unidos y en Europa en sus viajes por el mundo. Su presidencia extendió la red ferroviaria, implantó el telégrafo no sólo para que el país estuviera comunicado sino con el exterior, abrió caminos, postas, impuso el Sistema Métrico Decimal, promovió la navegación fluvial, proyectó la construcción del puerto de Buenos Aires, estimuló a la industria con incentivos económicos, alentó la mecanización agrícola, introdujo nuevos cultivos, promovió la minería y ordenó la división de latifundios, entre otros adelantos. Todo ello junto con una institucionalidad fundacional, incluyendo los colegios militares, entre otros organismos para una adecuada organización nacional.
Al gran sanjuanino lo sorprendió su designación atípica como Presidente de la República, un cargo y honor a su prestigio, en circunstancias políticas de 1868, al llegarse a un acuerdo entre los partidarios de Mitre y de Valentín Alsina. Cuando Sarmiento volvía de los Estados Unidos y al recalar en la ciudad brasileña de Pernambuco, el capitán de un barco de guerra norteamericano le dio la noticia. Luego, al llegar a Bahía, lo recibieron como primer mandatario argentino, con la salva de 21 cañonazos. "Si mi madre pudiera ver qué lejos llegó su Domingo\'\', expresó. Es que Sarmiento fue bautizado como Faustino Valentín, pero Doña Paula siempre le dijo Domingo.
El prócer sanjuanino, que falleció a los 77 años en Asunción del Paraguay, el 11 de septiembre de 1888, tuvo una vida tan activa y fructífera en bien del crecimiento republicano, con una dimensión que trasciende a su época a partir de la defensa de la educación libre y gratuita para todos. No concebía el progreso de una nación democrática sin una excelencia educativa que llegara a todos sus HABITANTES. De allí su mote de "maestro universal\'\'.
Historiadores, políticos, sociólogos y escritores coinciden en señalar la vigencia universal de esos principios porque se adoptaron en diferentes lugares del mundo y aún muchos pueblos siguen reclamando la concreción de las ideas sobre infraestructura y educación popular como pilares de un país moderno.
Sarmiento soñó con una Argentina desarrollada, con los adelantos que conoció en los Estados Unidos y en Europa en sus viajes por el mundo. Su presidencia extendió la red ferroviaria, implantó el telégrafo no sólo para que el país estuviera comunicado sino con el exterior, abrió caminos, postas, impuso el Sistema Métrico Decimal, promovió la navegación fluvial, proyectó la construcción del puerto de Buenos Aires, estimuló a la industria con incentivos económicos, alentó la mecanización agrícola, introdujo nuevos cultivos, promovió la minería y ordenó la división de latifundios, entre otros adelantos. Todo ello junto con una institucionalidad fundacional, incluyendo los colegios militares, entre otros organismos para una adecuada organización nacional.
Al gran sanjuanino lo sorprendió su designación atípica como Presidente de la República, un cargo y honor a su prestigio, en circunstancias políticas de 1868, al llegarse a un acuerdo entre los partidarios de Mitre y de Valentín Alsina. Cuando Sarmiento volvía de los Estados Unidos y al recalar en la ciudad brasileña de Pernambuco, el capitán de un barco de guerra norteamericano le dio la noticia. Luego, al llegar a Bahía, lo recibieron como primer mandatario argentino, con la salva de 21 cañonazos. "Si mi madre pudiera ver qué lejos llegó su Domingo\'\', expresó. Es que Sarmiento fue bautizado como Faustino Valentín, pero Doña Paula siempre le dijo Domingo.
http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=638635
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