Es difícil exagerar el entusiasmo de quienes están en el ámbito de la tecnología respecto de lo que está a punto de suceder en la práctica de la medicina.
Eric Horvitz, quien es el codirector del laboratorio principal de Microsoft Research en Redmond, Washington, me contó sobre un sistema que podría predecir con asombrosa precisión las probabilidades de que una mujer embarazada sufra depresión posparto; dicho sistema lo haría mediante la observación de sus publicaciones en Twitter , midiendo signos como la cantidad de veces que usó palabras como "yo" o "a mí".
Ramesh Rao, del Instituto de Telecomunicaciones y Tecnología de la Información de California de la Universidad de California, en San Diego, describió cómo los médicos, usando video y audio para evaluar de manera remota a víctimas de una apoplejía, hicieron la llamada correcta el 98 por ciento de las veces.
Pero esto es simplemente el comienzo. "Las cosas realmente innovadoras todavía tienen que ser activadas", dijo Rao. "Lo que sea que suceda será inquietante".
Pero eso no es lo más importante.
Hace algunos años, a esta clase de desarrollo tecnológico se lo hubiera considerado como una contundente buena noticia: una oportunidad para mejorar la salud y el estándar de vida de la nación, y a la vez hasta, quizás, para reducir los costos de la asistencia sanitaria y lograr un salto en la productividad que fortaleciera la privilegiada posición de Estados Unidos en la frontera de la tecnología.
Pero un creciente pesimismo se ha apoderado de nuestro entendimiento del impacto de tales innovaciones. Es un miedo antiguo, que se ha esparcido desde los tiempos de Ned Ludd, quien destruyó dos máquinas de tejer en la Inglaterra del siglo XIX y presentó el movimiento ludita, que resultó ser la primera protesta organizada de la humanidad en contra del cambio tecnológico.
EL TRABAJO REDITÚA MENOS
Los ingresos de los trabajadores se han ido reduciendo en todo el mundo, ya que la mano de obra se enfrenta a más competencia y a nuevas tecnologías que ahorran mano de obra.
En su actual encarnación, sin embargo, el temor es en verdad muy nuevo. Golpea contra proposiciones fundamentales desarrolladas a través de más de medio siglo de estudios económicos académicos. Se lo puede expresar brevemente: ¿Y si la tecnología se convirtió en un sustituto de la mano de obra, en vez de convertirse en su complemento?
Tal como escribió recientemente J. Bradford Delong, un profesor de economía de la Universidad de California, Berkeley, a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad cada máquina nueva que alguna vez fue manejada por las manos y los músculos de una persona aumentó la demanda de habilidades humanas complementarias; como las que realizan los ojos, las orejas o el cerebro.
Pero, destacó Delong, ninguna ley de la naturaleza asegura que esto siempre será así. Algunos trabajos, como el de las niñeras, por ejemplo, o el de los mozos, siempre requerirán de muchas personas. Pero a medida que la tecnología de la información se inmiscuye en las ocupaciones que históricamente han dependido principalmente de la inteligencia, amenaza con dejar una cantidad de trabajo mucho menor para que realicen las personas.
Estas clases de ideas todavía golpean a la mayoría de los economistas, que las consideran sacrílegas, una divergencia impertinente de una norma que establece que el capital (desde la tierra y los tornos hasta las computadoras y los ciclotrones) es complementario a la mano de obra.
Fue una norma que escribieron economistas como Robert Solow, quien ganó el premio Nobel de Economía por su trabajo sobre cómo contribuyen la mano de obra, el capital y el progreso tecnológico al crecimiento económico. Hace más de 50 años, él propuso que la parte de las remuneraciones de una economía que le corresponde a la mano de obra y al capital sería bastante estable a largo plazo.
Pero las pruebas que están surgiendo establecen que esta doctrina que ha estado vigente desde hace mucho tiempo ya no es válida. En Estados Unidos, la parte del ingreso nacional que llega a los trabajadores (en salarios y beneficios) se ha estado reduciendo durante casi medio siglo.
En la actualidad, está en su nivel más bajo desde la década de 1950, mientras que el rendimiento del capital se ha disparado. Las ganancias corporativas abarcan la porción más grande del ingreso nacional ya que el gobierno comenzó midiendo la estadística en la década de 1920.
En una entrevista reciente, el profesor Solow remarcó que su propuesta de partes relativamente estables para la mano de obra y el capital suponían "una economía en estado estacionario, sin cambios estructurales sistemáticos".
Esa suposición ya no parece tener vigencia. "Durante las últimas décadas, algo estructural podría estar sucediendo con la economía, que parece querer aumentar la parte del capital", dijo.
El profesor Solow sugiere que la tecnología probablemente no sea la única causa de la reducción en la mano de obra. Él cita "razones diarias", que incluyen la erosión del salario mínimo, la aniquilación de los sindicatos y la legislación antilaboral.
Pero la tecnología claramente desempeña un papel. "Lo sabremos mejor dentro de 10 o 15 años", dijo el profesor Solow. "Pero si yo tuviera que interpretar ahora los datos, diría que como la economía se torna más intensiva respecto del capital, la parte de los ingresos del capital aumentará".
Este cambio se está dando en todo el mundo. En un artículo reciente de la revista Quarterly Journal of Economics, Loukas Karabarbounis y Brent Neiman, de la Facultad de Negocios Booth, de la Universidad de Chicago, declararon que la parte del ingreso que llega a los trabajadores ha estado disminuyendo en todo el mundo.
Como el costo de la inversión en capital ha caído en relación con el costo de la mano de obra, los negocios se apuraron a reemplazar trabajadores con tecnología.
"Desde mediados de la década de 1970 en adelante, existe evidencia de que el capital y la mano de obra son más sustituibles" que lo que sugerirían los modelos económicos estándar, me dijo el profesor Neiman. "Esto está sucediendo en todos lados. Es una importante tendencia global".
Las implicancias son potencialmente nefastas: Las vastas disparidades en la distribución del ingreso que se han estado extendiendo inexorablemente desde la década de 1980 se expandirán aún más.
Esto es casi una lectura consensuada de los registros. "Es difícil hacer una predicción muy concreta sobre cómo evolucionará el sector capital-ingreso en los próximos 10 años", me dijo Daron Acemoglu, un colega de Solow en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts). "La tecnología del futuro quizás podría aumentar la contribución de la mano de obra".
Tyler Cowen, un profesor de economía de la Universidad George Mason, afirma que las definiciones de mano de obra y de capital son arbitrarias. En cambio, él busca en el mundo los factores de producción relativamente escasos y encuentra dos: los recursos naturales, que están desapareciendo, y las buenas ideas, que pueden llegar hasta los mercados más grandes como nunca antes.
Los puestos de trabajo relacionados con la asistencia sanitaria pueden ser seguros ahora, dijo Gordon Hanson, un profesor de economía de la Universidad de California, en San Diego, y agrega: Nuestro sentido de lo que es seguro ha sufrido constantes contradicciones debido al impacto de nuestro progreso tecnológico
Si se cuenta con uno de esos factores, entonces se cosecharán la mayoría de las recompensas del crecimiento. De lo contrario, eso no sucederá.
Durante mucho tiempo, la sabiduría convencional de la economía sostuvo que el cambio tecnológico afecta la desigualdad de los ingresos aumentando así las remuneraciones para las habilidades a través de una dinámica denominada "cambio técnico que favorece determinadas habilidades". Los perdedores son los trabajadores cuya tarea se puede reemplazar por máquinas (los trabajadores textiles, por ejemplo). Aquellos cuyas habilidades se ven aumentadas por las máquinas (pensemos en los comerciantes de Wall Street que usan computadoras ultrarrápidas) saldrán ganando.
Sin embargo, cada vez se nota más que esta no es la historia completa y que la historia de la desigualdad, cargada de habilidades, no es tan sencilla como alguna vez creyeron los economistas. La persistente reducción en los ingresos de la mano de obra sugiere otra dinámica. Llamémosla "cambio técnico que favorece al capital", que alienta a reemplazar a los trabajadores que reciben un salario decente por máquinas, independientemente de sus habilidades.
Por ejemplo, una investigación llevada a cabo por los economistas canadienses Paul Beaudry, David Green y Benjamin Sand, establece que la demanda de trabajadores altamente calificados en Estados Unidos tuvo su punto máximo cerca del año 2000 y luego cayó, incluso cuando la cantidad de dichos trabajadores continuó aumentando. Esto empujó a quienes tenían una formación académica más avanzada hacia abajo en la escalera de las habilidades que se buscaban para los puestos de trabajo, y hundió todavía más abajo a los trabajadores con menos educación.
Esta dinámica abre un nuevo camino para que se extienda la desigualdad: el aumento en las remuneraciones en el ámbito de la riqueza heredada, un tema que explora en profundidad un nuevo libro de Thomas Piketty denominado "El capital en el siglo XXI" ("Capital in the Twenty-First Century", en idioma inglés).
Entonces, ¿qué decimos de la perspectiva a largo plazo relacionada con los buenos puestos de trabajo en el área de la medicina? Los legisladores se aferran a la esperanza de que una industria creciente de la asistencia sanitaria brinde apoyo al trabajador estadounidense de clase media en el futuro. Pero la tecnología podría fácilmente perturbar esta promesa también.
"Los puestos de trabajo relacionados con la asistencia sanitaria pueden ser seguros ahora", dijo Gordon Hanson, un profesor de economía de la Universidad de California, en San Diego, "pero nuestro sentido de lo que es seguro ha sufrido constantes contradicciones debido al impacto de nuestro progreso tecnológico".
O, como expresó Rao, el diagnóstico realizado a partir de publicaciones en Twitter "no requiere ningún entrenamiento médico".
El único camino seguro hacia el futuro parece ser tener ya mucho dinero.
TRADUCCIÓN DE ÁNGELA ATADÍA DE BORGHETTI..
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