domingo, 31 de agosto de 2014

Problemas para inteligentes

EL DRAMA OCULTO DE LOS NIÑOS PRODIGIO

Problemas para inteligentes

La Argentina, entre los países con más superdotados. La contracara: falta de integración, diagnósticos errados y medicación precoz. ¿Los excluidos del sistema escolar?


SÁBADO, 30 DE AGOSTO DE 2014
Problemas para inteligentes
Un chico de cinco años que resuelve una división matemática de siete cifras en segundos. Uno de dos que forma frases complejas y está aprendiendo a leer de corrido. Otro, de seis, sabe ubicar todos los países y sus capitales en un planisferio. El imaginario popular piensa en los chicos superdotados como nerds sin ningún tipo de dificultad, aplaudidos por familiares y pares después de contestar cualquier cosa que se les pregunte. Sin embargo, lejos del mito, la vida diaria de la mayoría de los chicos con un coeficiente intelectual superior a la media es muy dura: se aburren en clase, fracasan en la escuela y tienen problemas de conducta, por lo que terminan muchas veces mal diagnosticados y medicados.
Según un ranking realizado por el psicólogo inglés Richard Lynn y el científico Tatu Vanhanen, la Argentina ocupa el puesto número 15 a nivel mundial con más superdotados. En total, se investigaron 113 países y el listado quedó encabezado por Singapur, Corea del Sur y Japón. En América latina, sólo Uruguay supera a la Argentina.
“De chico trabajaba en una pollería con mi padre. Una vez, envolviendo huevos con diarios, vi la publicidad de una exhibición en el Museo de Bellas Artes y yo, que tenía cinco años, quedé impresionado por la fachada del edificio. Esa noche no dormí: agarré un pedazo de carbón y copié la imagen. Al poco tiempo, en la escuela nos hicieron un test donde teníamos que dibujar una casa, una persona y un árbol. Todos hicieron la típica casa cuadradita, salvo yo que copié la fachada del museo. Lo único que recibí fue el reto de la maestra por haber tardado mucho”, cuenta Daniel Ricart, que fue un niño prodigio.
Los conflictos siguieron: “En cuarto grado pedí permiso para ir al baño, vi que en un pizarrón había un problema de las olimpíadas de matemática sin solucionar y lo resolví. La maestra me volvió a retar por tardar en volver al aula. A las pocas semanas, estábamos estudiando la lluvia y los pluviómetros y yo me puse a explicar cómo funcionaban estos aparatos con lujo de detalles. Todos se rieron”. Cuando esa tarde Ricart llegó a su casa y les contó a sus padres lo sucedido, recibió un consejo que todavía recuerda: no hacer más esos comentarios en clase y limitarse a compartir con sus compañeros cuestiones de chicos. Para hablar de temas de adultos estaban sus padres.
A los 20, Ricart obtuvo el título de contador público. Ya era maestro de matemática y de inglés. El mismo año fue nominado por Abraham Gak y elegido por René Favaloro como uno de los diez jóvenes sobresalientes de la Argentina y recibió una beca para especializarse en temas educativos en Harvard. “Padecí mucho en mi infancia. Una característica común en los chicos talentosos es justamente sentirse excluidos, porque tienen intereses distintos al resto de los chicos. Yo tenía amigos pero había un montón de temas que no podía hablar con ellos. El error es que siempre se quiere nivelar para abajo. Los talentosos son los grandes excluidos del sistema escolar. Son chicos con mucha frustración, les cuesta relacionarse. No son privilegiados, son marginados”, dice Ricart, que apenas regresó al país fundó el Colegio Norbridge, que sigue un programa educativo para niños con alta capacidad intelectual para darle “a cada uno lo que necesita”.
Dar con el diagnóstico correcto se convierte, en muchos casos, en una odisea. Griselda es la mamá de Iván, de seis años, que empezó a caminar cuando cumplió un año y siete meses pero recién logró hacerse entender por otros adultos después de los dos años y medio. “Yo atribuí ese retraso a que es hijo único y pasaba mucho tiempo conmigo”, cuenta Griselda. Ella decidió junto a su marido consultar a un profesional. Pasaron por un terapista ocupacional, una psicopedagoga, un fonoaudiólogo y un neurólogo. Al chico le hicieron estudios médicos y hasta una resonancia magnética bajo anestesia. Los exámenes descartaron cualquier tipo de obstrucción o problema fisiológico. “Lo quisieron diagnosticar de ‘autismo leve’, porque además no se relacionaba con el entorno y tenia fascinación por las figuras geométricas. Pero no me convenció. Fui a una neuróloga y, como el nene era muy inquieto, lo quiso medicar. El nene tenía tres años y lo querían drogar”, cuenta indignada.
En ese momento, el panorama cambió. Griselda pasó con su hijo por la puerta de una bailanta y él leyó de corrido un cartel pegado en la puerta: “En una de las visitas al pediatra leyó los meses del calendario: el médico se quedó duro. Iván aprendió a leer y a escribir de forma autodidacta. Hoy, con seis años, lee libros enteros de corrido y cuenta del 0 al 100 para adelante y para atrás”.
La inspectora del área inicial de Quilmes, donde vive la familia, dijo que el nene tenía un coeficiente intelectual más alto que la media. Y el año pasado una psicopedagoga les confirmó que padece el Síndrome de Asperger. Apenas empezó primer grado, la maestra les dijo que estaba para segundo. Sin embargo, Iván todavía no logra quedarse la jornada completa: no aguanta estar tantas horas en el aula, no acepta hacer actividades que no le gustan y como hace la tarea muy rápido, se aburre. “Lo que Iván necesita es una maestra integradora, que le dé cosas especiales y guíe su aprendizaje”.
Para Nora Koremblit de Vinacur, psicóloga y secretaria del Departamento de Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina, “muchas veces, la excesiva estimulación desde el punto de vista intelectual les puede jugar en contra. Los chicos pierden la posibilidad de interactuar con pares y se quedan muy solos. La escuela debería estar capacitada para detectarlos y contactar a los padres para trabajar en conjunto con la familia”. Respecto de la posibilidad de enviarlos a un colegio exclusivo para superdotados, Koremblit no está de acuerdo “porque deberían tener intercambio con chicos de diferentes niveles, como les va a suceder cuando egresen de la escuela”.
A nivel internacional existe una asociación que agrupa a las personas con un coeficiente intelectual (IQ según la sigla en inglés) superior a la media: Mensa, que tiene su filial argentina y para ser miembro exige un IQ de 148 puntos o más, cifra que alcanza sólo el dos por ciento de la población. La Argentina tiene un promedio de 96 puntos, mientras que Guinea Ecuatorial tiene 59 puntos y Corea del Sur, 106. Una de las reglas del club es que los miembros no pueden divulgar el número de su coeficiente, para no generar competencia.
Para ingresar a Mensa hay que tener 16 años y pasar el examen, una batería de ejercicios lógicos que no requiere conocimientos previos de ninguna clase: hasta un analfabeto podría aprobar. Los miembros participan de concursos de ajedrez, Scrabble y TEG.
Verónica, escribana de 36 años, pertenece a Mensa Argentina desde sus inicios. A diferencia de otros miembros, ella nunca sintió que descollara: “Un amigo me apostó un asado si entraba, me presenté a rendir con mi marido y entramos los dos. No somos personas que necesariamente destaquemos del resto. Si hablamos del 2 por ciento mundial, hablamos de uno cada 50 chicos… no es tanto. Además, no necesariamente nos destacamos en la profesión. Incluso, por el grado extremo de inquietud es muy común que las personas no logren terminar una carrera universitaria porque todo les gusta. Hacen dos años de una carrera y cuando le pescan la vuelta, se aburren y pasan a otra”.
Los dos hijos que tiene con su marido no saben que ellos son superdotados: “En mi hijo mayor reconozco características muy propias nuestras. Nos llaman del colegio para hablar porque pregunta mucho y se cuestiona todo… Nunca le hice un test ni saqué el tema porque podría generar prejuicios. Además, todos los padres pensamos que nuestros hijos son los más lindos y los más inteligentes, entonces no le puedo decir a la maestra que mi hijo no es desobediente sino que es demasiado inteligente: no lo tomaría muy bien”.
Mensa considera superdotados a los que tienen un coeficiente excesivo, pero el método impulsado por Ricart en los colegios Norbridge –con sede en Capital Federal, Pilar y Mendoza– reconoce las múltiples inteligencias. Dado que el objetivo “es poder contemplar específicamente la educación de los chicos talentosos y cubrir las deficiencias que el sistema común no tiene para con ellos”, Ricart explica que “el coeficiente intelectual sólo mide la parte lógica-matemática, que se encuentra en el hemisferio izquierdo del cerebro. Pero hay siete inteligencias y el colegio invoca a todas: la lingüística, musical, lógica-matemática, espacial, corporal, naturalista intrapersonal e interpersonal”.
La carencia que plantea Griselda es absorbida por este colegio: “es como cualquier otro del mundo pero tiene, además del gabinete pedagógico para chicos con dificultades, otro centro de alto potencial intelectual para los que sobresalen”. Además, utiliza un método de compactación curricular personalizado para cada grupo de chicos, de manera tal que si un chico puede ver una materia en tres meses, la termina en ese tiempo. Pero quizás ese chico talentoso en una materia tiene un perfil intelectual promedio en otra disciplina.
Pero como reconoce el propio Ricart, son muy pocos los chicos que pueden acceder a este tipo de escuela, por lo que los “más inteligentes” son los grandes excluidos. Y los más silenciados: el sistema los trata de genios y se desentiende de ellos.
Cómo detectar a un niño prodigio
Daniel Ricart y Paz Bourse, autores de Hijos brillantes, alumnos sobresalientes, enumeran algunas características que suelen presentar los niños entre 2 y los 5 años con alta capacidad evolutiva:
- Terminan antes las tareas o no las hacen si son sencillas.
- Reconocen números o letras.
- Hacen muchas preguntas y demuestran una ávida curiosidad.
- Profundizan en ciertos temas y utilizan conceptos abstractos.
- Tienen un vocabulario amplio y complejo.
- Buen nivel de conversación y expresión oral.
- Facilidad para hacer rompecabezas, y les gustan los juegos reglados.
- Elevada capacidad memorística: canciones, cuentos, nombres y apellidos de compañeros.
- Dificultad de relación o liderazgo. Les cuesta encontrar amigos, ya que no comparten sus intereses o tipos de juegos.
- Originalidad y creatividad.
- Dominio de la escritura y lectura antes que el resto de sus compañeros o con mayor habilidad en ella.
- Desarrollo precoz del lenguaje, la lectura, la escritura y la habilidad numérica.
- Alta capacidad para realizar gran cantidad de trabajo, al que dedicará mucho tiempo y esfuerzo.
- Actitud competitiva con todos sus iguales en el campo del talento, con un gran afán de ser el mejor.
- Habilidad para aprender con rapidez nuevas técnicas relacionadas con su talento.
http://www.tiempodesanjuan.com/notas/2014/8/30/problemas-para-inteligentes-64128.asp

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