Los lectores más libres
Por Graciela Melgarejo | LA NACIONArticulo publicado http://www.lanacion.com.ar/1714733-los-lectores-mas-libres
En un reportaje en el diario español ABC, el poeta y
novelista mallorquín Eduardo Jordá decía que "el buen lector no se deja
influir por la publicidad ni por la reputación del autor, ni tampoco por
las críticas, ni por nada que no sea su propio criterio (o el de unos
pocos amigos en los que confía ciegamente)".
En este sentido, no
hay lector más libre que un chico. Cuando quien esto escribe cursaba
primer grado y ya había aprendido a leer sola (la gran conquista en
aquella época), pidió que le compraran, en la antigua librería El Moro
-en la cuadra de la pizzería Güerrín, que sí sigue estando-, su primer
libro. Se llamaba Pete Pata de Palo (adviertan la aliteración),
era un personaje de Disney, y su protagonista fue el primero de una
serie de villanos adorables de ficción, de esos que aprendemos a amar de
chicos.Siempre es difícil recomendar lecturas a un padre o una madre, porque quien recomienda depende indefectiblemente de sus propios gustos y de su propia historia, además. Los gustos literarios cambian con el tiempo y, seguramente hoy, Pete Pata de Palo no llamaría tanto la atención -era un villano bastante ingenuo- al lado del horroroso y encantador Yonky el Zombi, de Marko Torres.
Dejando esto en claro, lo primero que habría que recomendar es la lectura de cualquier libro, pero en voz alta, y sin límite de edad. Éste es un ejercicio que les hace bien al que lee y al que recibe el regalo de esa lectura, porque en el medio hay afecto, entretenimiento y suspenso, si hay que interrumpirla para irse a dormir (o a trabajar o a estudiar...).
Cumplida esta premisa fundamental, van apareciendo algunos títulos: Don Quijote y Gargantúa y Pantagruel tienen lo suyo, lo mismo que los libros de mitología griega y romana; Las aventuras de Tom Sawyer, primero, y las de Huckleberry Finn, bastante después, de Mark Twain; La isla de la aventura, de Robert Louis Stevenson (no la del tesoro) o Moby Dick, de Herman Melville. Juvenilia de Miguel Cané y Shunko de Jorge W. Ábalos, y dos clásicos para toda la vida: las Alicias de Lewis Carroll y El libro de la selva, de Rudyard Kipling. O, en cualquier caso, todo Kipling..
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