viernes, 27 de junio de 2014

Schenone, el curador de la historia del arte

Schenone, el curador de la historia del arte

Retrato. Hace tres semanas murió un gran narrador del arte argentino. Aquí, una semblanza de José E. Burucúa.

http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Schenone-curador-historia-arte_0_1160883947.html
Si bien Héctor Schenone no ha sido el primer historiador del arte importante que haya habido en la Argentina, pues él fue precedido por figuras como las de Eduardo Schiaffino, José León Pagano, Julio Payró, Jorge Romero Brest, y acompañado desde sus trabajos de la juventud por Adolfo Ribera, es posible que Schenone haya sido el más grande maestro de la historiografía artística argentina. El ha enseñado, orientado, formado y alentado a, por lo menos, tres generaciones de historiadores del arte, con sus libros, sus artículos, sus clases estupendas y sus lecciones cotidianas de investigación.
La cultura histórica de Héctor era inmensa, su conocimiento, carente de prejuicios y abierto a todas las experiencias estéticas de la humanidad, las europeas, por supuesto, que indagó hasta lo más recóndito, las americanas antiguas y modernas –un campo donde él abrió horizontes de descubrimiento y exploración desde hace más de setenta años– las africanas y las del lejano Oriente, cuyo esplendor de técnicas, imágenes y significados solía destacar.
La forma en que Schenone entrenó a sus discípulos para estar atentos a la totalidad sensible de cada obra de arte y detenerse en sus detalles constituye uno de sus mayores dones, aun cuando parece difícil alcanzar la destreza asombrosa que le fluía “como agua del manantial”. Calíbar, Holmes, Morelli y Schenone, podría haber enumerado Ginzburg a la hora de ilustrar la práctica ejemplar de su paradigma indiciario.
Pero, claro está, el legado principal de Héctor reside en sus escritos sobre el arte colonial. En 1948, junto a Adolfo Ribera, publicó El arte de la imaginería en el Río de la Plata , un libro fundamental al que siempre es necesario acudir por la vastedad de la documentación que sus autores exhumaron, por la precisión con que ellos describieron los avatares de producción e instalación de cada obra, por los recorridos estilísticos y los fundamentos sociales del arte de hacer retablos e imágenes que ambos propusieron. La circunstancia de que buena parte de los manuscritos y otros inéditos consultados entonces hayan desaparecido en el incendio de la Curia en junio de 1955 ha contribuido a convertir ese libro en un unicum irrepetible. Siguieron más de veinte artículos, salidos en los Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas (Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UBA) a lo largo de quince años, en los cuales Héctor comunicó sistemáticamente otros hallazgos, nuevas atribuciones, relaciones desconocidas entre comitentes y artistas, que modificaron radicalmente las ideas acerca del arte colonial en el Río de la Plata, desde la Puna hasta el litoral. A comienzos de los años 80, Schenone realizó una síntesis estupenda de esos descubrimientos de casi treinta años en los capítulos que escribió para la Historia General del Arte en la Argentina , editada por la Academia Nacional de Bellas Artes.
A la sazón, el maestro se había hecho cargo de la dirección del Instituto de Teoría e Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y, al mismo tiempo que creaba condiciones desconocidas hasta entonces para la formación de equipos de investigación que atraían a historiadores jóvenes y a alumnos de la carrera de Artes con un entusiasmo nuevo, él había comenzado un proyecto asombroso, de larguísimo aliento, en el cual estuvo embarcado hasta hace poco tiempo. Se trata de una enciclopedia de la iconografía cristiana del arte colonial: desde 1992, hay dos volúmenes disponibles de la iconografía de los santos, que abrieron un panorama insospechado sobre la multiplicación de las representaciones en serie de las vidas de santos fundadores de órdenes en la América hispánica entre los siglos XVI y XVIII. De 1998, es el tomo acerca de la vida de Jesús, que contiene aspectos casi inexplorados del relato icónico de la Pasión, (i.e., el paso del Cedrón, acontecimiento misterioso de la noche del Jueves Santo), más la nómina analítica de todos los Cristos particulares de las localidades americanas desde México hasta el sur de los Andes. En 2006, Schenone realizó un viaje a México donde completó el tomo dedicado a la Virgen María, que salió a la luz en 2008, publicado por la Universidad Católica Argentina. Quizá sea éste el libro más completo que se haya hecho nunca de las advocaciones marianas en nuestro continente. Han quedado in fieri las partes, ya bastante avanzadas y en las que sabemos Héctor estuvo trabajando hasta 30 días atrás, que se ocuparían de la iconografía del Antiguo Testamento y de las alegorías cristianas. Pero en los cuatro volúmenes existentes, Schenone demostró de una manera sistemática la vigencia, en los talleres andinos, de la práctica de la derivación iconográfica a partir de grabados que se convertían total o parcialmente en pintura, o bien se fragmentaban y recomponían en un cuadro a la manera de un patch-work. Tanta ha sido la fertilidad de este hallazgo que un buen principio de la tarea del historiador latinoamericano de hoy, ocupado en el estudio del arte colonial, es el de buscar tenazmente las fuentes grabadas europeas de cualquier representación religiosa americana. A dicho apotegma, los investigadores han dado con justicia el nombre de “principio Schenone”.
Pero eso no es todo. Como miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, Schenone inspiró, dirigió y realizó durante 20 años un relevamiento patrimonial del arte principalmente religioso (de época colonial y de la primera mitad del siglo XIX) en las provincias de Corrientes, Jujuy, Salta, Córdoba y la ciudad de Buenos Aires.
En este último caso, lo que descubrieron Héctor y su equipo de la Academia nos obliga a reconsiderar y re-escribir buena parte de la historia del arte de Buenos Aires, pues ahora deberemos tener en cuenta el enorme peso social y económico de la producción estética, que pobló los lugares de culto de las grandes religiones en la ciudad, para trazar una nueva historia cultural de las artes plásticas en el horizonte de la Argentina republicana desde 1880 hasta 1940.

No hay comentarios:

Publicar un comentario