RINCONCITOS SANJUANINOS
Carta de un nostálgico a la Estación Sánchez de Loria
Es la estación de carga de trenes que estaba en Pocito. Inspirado por las fotos del sitio web “San Juan Fotos”, un lector pinta con palabras sus recuerdos de sus días de esplendor. Y otra vecina aportó fotografías que recuerdan los mejores días del ferrocarril. Por Gustavo Martínez Puga.
JUEVES, 03 DE JULIO DE 2014
(Fotos: San Juan Fotos)
Por Gustavo Martínez Puga
“Estimado (San Juan Fotos) no se tu nombre, pero te felicito y te agradezco eternamente haber posteado esta fotografía (la de apertura). No tenés idea lo mucho que me ha movilizado. Ese lugar lo amé con todo mi corazón, viví hasta el 20 de junio de 1980 que me cambié a Rawson cuando tenía 15 años, es decir pasé toda mi niñez y parte de mi adolescencia. Y la finca que está exactamente frente a la Estación (Sánchez de Loria), perteneció a mi viejo hasta hace unos 9 años, que obligadamente la tuvo que vender por varias razones, una fue la increíble cantidad de robos que tuvo cuando se armó la villa enfrente.
No sé qué edad tenés vos, ni si conociste a la Estación Sánchez de Loria en la época de esplendor, años ´60, ´70 y ´80. Pero te comento que en la casa de la estación vivía la familia Videla. Don Pocho era el Jefe de la estación, que junto a su esposa Doña Carmen tenían todo como un paraíso, gran cantidad de árboles de sombra, árboles frutales, flores de todo tipo color y tamaño, animales como patos, gansos, conejos, era un lugar fantástico, tenían huertas, con alfalfa, maíz, verdeo, etc.
La vida de la estación era muy intensa, se cargaban en los trenes ajos y cebolla que se llevaba a Buenos Aires. Había mucho movimiento de gente que subía y bajaba en esa estación. Incluso había corrales para el ganado que venía desde la pampa húmeda para los mataderos de San Juan.
Todo era bellísimo… hasta que llegó Mene y la triste historia que todos conocemos del ferrocarril. Algún puntero político dijo en un momento determinado que “esto es tierra de nadie” y, como las langostas, un día llegaron, usurparon, destruyeron, saquearon, desarmaron, levantaron taperas, y después de algunos años, los políticos le dieron casas dignas, lo que me parece muy bien para que tengan sus casas dignas, pero…. al irse, dejaron todo como tierra arrasada.
Te confieso que durante algunos años, teniendo que viajar hacia Villa Averastain, evité pasar por la calle Lemos, ya que me ponía muy mal, me daban ganas de llorar ver lo que otrora fuera un vergel con bosquecitos de aguaribay, moras, eucaliptus, algarrobos, chañares, transformado en montones de escombros, como si un verdadero bombardeo hubiera ocurrido en todo ese sector.
¡QUÉ TE VOY A CONTAR!
¡Qué te voy a contar lo que era la casa! La familia Videla la tenía impecable, había una cocina a leña original traída de Inglaterra. Los pisos eran de madera lustrada de muy buena calidad. Las instalaciones de la estación, me refiero a las oficinas, los hijos de don Pocho lo mantuvieron intactos como el día que cerró el ferrocarril.
Estaban los teléfonos, el telégrafo, las balanzas para pesar las encomiendas, la campana que indicaba la llegada o partida del tren, las lámparas para hacer señales, y un sinnúmero de otros elementos de uso ferroviario. Hasta que ya habiendo fallecido el matrimonio Videla, a los hijos los desalojaron como perros y no sé si alcanzaron a salvar algo de todo lo que allí había. Y el gobierno, (ni sé qué organismo debía cuidar y mantener el inventario que había) en vez de preservar todo el patrimonio arquitectónico existente, (como cualquier funcionario con sentido común) lo dejaron solo, sin custodia y el mismo día que le dieron las casas a toda la villa de emergencia, personas que no tengo adjetivos para calificarlos, lo transformaron en lo que hoy ves y seguramente has fotografiado. Destrucción, saqueo, robos, roturas, etc.
COMO LANGOSTAS
La casa de la estación en pocas horas la saquearon entera, robaron puertas y ventanas que eran de madera de pinotea, se robaron los techos, los pisos de madera, y todo lo que había en pie, hasta las plantas que daban sombras las arrasaron, peor que si hubiese pasado una manga de langostas.
Incluso destruyeron varias construcciones para robarse los adobes, los ladrillos y los techos, al igual que los galpones que otrora guardaban las cargas hasta que llegaban los vagones para cargarlos y transportarlo a destino, también los destruyeron en muy poco tiempo, incluso los rieles, los durmientes, y todo lo que te imagines.
Te confieso que te estoy relatando esto y me da un nudo en la garganta con ganas de llorar, por lo fantástico que fue ese lugar durante muchos años gracias al trabajo impresionante que hicieron mientras vivieron en la casa de la estación, el matrimonio Videla y sus hijos Pochito, Patricia, Javier, María Andrea y Paola, y por cómo lo dejaron hasta el día de hoy.
No quiero escribirte más porque me he puesto nostálgico y seguramente a pocos le interesa esta historia de dolor tan íntima que te he relatado brevemente. Discúlpame si te he quitado tu tiempo con mi relato, pero esa hermosa fotografía fue un gran disparador en mis recuerdos y emociones.
Te mando un abrazo. José Alberto López.
No sé qué edad tenés vos, ni si conociste a la Estación Sánchez de Loria en la época de esplendor, años ´60, ´70 y ´80. Pero te comento que en la casa de la estación vivía la familia Videla. Don Pocho era el Jefe de la estación, que junto a su esposa Doña Carmen tenían todo como un paraíso, gran cantidad de árboles de sombra, árboles frutales, flores de todo tipo color y tamaño, animales como patos, gansos, conejos, era un lugar fantástico, tenían huertas, con alfalfa, maíz, verdeo, etc.
La vida de la estación era muy intensa, se cargaban en los trenes ajos y cebolla que se llevaba a Buenos Aires. Había mucho movimiento de gente que subía y bajaba en esa estación. Incluso había corrales para el ganado que venía desde la pampa húmeda para los mataderos de San Juan.
Todo era bellísimo… hasta que llegó Mene y la triste historia que todos conocemos del ferrocarril. Algún puntero político dijo en un momento determinado que “esto es tierra de nadie” y, como las langostas, un día llegaron, usurparon, destruyeron, saquearon, desarmaron, levantaron taperas, y después de algunos años, los políticos le dieron casas dignas, lo que me parece muy bien para que tengan sus casas dignas, pero…. al irse, dejaron todo como tierra arrasada.
Te confieso que durante algunos años, teniendo que viajar hacia Villa Averastain, evité pasar por la calle Lemos, ya que me ponía muy mal, me daban ganas de llorar ver lo que otrora fuera un vergel con bosquecitos de aguaribay, moras, eucaliptus, algarrobos, chañares, transformado en montones de escombros, como si un verdadero bombardeo hubiera ocurrido en todo ese sector.
¡QUÉ TE VOY A CONTAR!
¡Qué te voy a contar lo que era la casa! La familia Videla la tenía impecable, había una cocina a leña original traída de Inglaterra. Los pisos eran de madera lustrada de muy buena calidad. Las instalaciones de la estación, me refiero a las oficinas, los hijos de don Pocho lo mantuvieron intactos como el día que cerró el ferrocarril.
Estaban los teléfonos, el telégrafo, las balanzas para pesar las encomiendas, la campana que indicaba la llegada o partida del tren, las lámparas para hacer señales, y un sinnúmero de otros elementos de uso ferroviario. Hasta que ya habiendo fallecido el matrimonio Videla, a los hijos los desalojaron como perros y no sé si alcanzaron a salvar algo de todo lo que allí había. Y el gobierno, (ni sé qué organismo debía cuidar y mantener el inventario que había) en vez de preservar todo el patrimonio arquitectónico existente, (como cualquier funcionario con sentido común) lo dejaron solo, sin custodia y el mismo día que le dieron las casas a toda la villa de emergencia, personas que no tengo adjetivos para calificarlos, lo transformaron en lo que hoy ves y seguramente has fotografiado. Destrucción, saqueo, robos, roturas, etc.
COMO LANGOSTAS
La casa de la estación en pocas horas la saquearon entera, robaron puertas y ventanas que eran de madera de pinotea, se robaron los techos, los pisos de madera, y todo lo que había en pie, hasta las plantas que daban sombras las arrasaron, peor que si hubiese pasado una manga de langostas.
Incluso destruyeron varias construcciones para robarse los adobes, los ladrillos y los techos, al igual que los galpones que otrora guardaban las cargas hasta que llegaban los vagones para cargarlos y transportarlo a destino, también los destruyeron en muy poco tiempo, incluso los rieles, los durmientes, y todo lo que te imagines.
Te confieso que te estoy relatando esto y me da un nudo en la garganta con ganas de llorar, por lo fantástico que fue ese lugar durante muchos años gracias al trabajo impresionante que hicieron mientras vivieron en la casa de la estación, el matrimonio Videla y sus hijos Pochito, Patricia, Javier, María Andrea y Paola, y por cómo lo dejaron hasta el día de hoy.
No quiero escribirte más porque me he puesto nostálgico y seguramente a pocos le interesa esta historia de dolor tan íntima que te he relatado brevemente. Discúlpame si te he quitado tu tiempo con mi relato, pero esa hermosa fotografía fue un gran disparador en mis recuerdos y emociones.
Te mando un abrazo. José Alberto López.
Articulo publicado en http://www.tiempodesanjuan.com/notas/2014/7/3/carta-nostalgico-estacion-sanchez-loria-59859.asp
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