01/02/2014 BLANCO & NEGRO
Orgullo de ser sanjuanino
Francisco Narciso Laprida
Es mi mayor orgullo haber sido elegido diputado por San Juan al Congreso de Tucumán de 1816. En primeras elecciones fue electo Fray Justo Santa María de Oro, dominico de gran inteligencia y muy respetado. Pero por la cantidad de habitantes, a San Juan se le solicitaron 2 diputados. De esa nueva elección mi pueblo pensó en que yo sería la persona adecuada. Así llegué a Tucumán -a caballo- cuando se inauguraron las sesiones en Marzo de 1816. Fray Justo llegó unos días antes y esto me sirvió para intercambiar ideas y ponerme al día, pero grande fue mi sorpresa cuando en la sesión del 1 de Julio fui elegido presidente, por mis cualidades, que según mis comprovincianos me daban como un funcionario ejemplar y un hombre probo. Los comentarios de De La Roza y San Martín tuvieron mucho que ver en esta dedición.
Ser el Presidente del Congreso de Tucumán aquel 9 de Julio de 1816 fue lo más grande que pudo sucederme en mi vida. Ese día después de discutir el problema se llegó aun acuerdo: no debía dilatarse más o menos no podía postergarse dicho acto cuando San Martín estaba por iniciar su campaña. Por ello, cuando tras mi breve discurso y habiendo preguntado: \'¿Queréis que las Provincias Unidas del Río de La Plata sean una Nación Libre e independiente de los Reyes de España, su metrópoli y todo otro poder extranjero?\'; el atronador \'\'Si lo queremos\'\' me erizó la piel.
El Congreso se trasladó a Buenos Aires en Febrero de 1817. ¡Cómo había crecido la ciudad de mis estudios que no veía hace casi 12 años! Pero unos meses después me vi obligado a volver a San Juan.
Para ese entonces había muerto mi padre y desde mi infancia siempre había estado enamorado de una sola mujer, Micaela Sánchez de Loria. Por ser prima debí solicitar una dispensa religiosa y otorgada me casé el 21 de Agosto de 1818 y me fui a vivir con mi madre.
Hice periodismo, la construcción del Canal Pocito y una tarea legislativa. Trate de ser un buen padre de familia, de 4 mujeres y 1 varón, y de ser un hombre honesto y de leyes. En mi corta vida también fui elegido para representar a San Juan en el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de La Plata de 1824 junto con el presbítero Bonifacio Vera.
Como el País que ayudé a forjar y con el que soñé se desgarraba en luchas civiles, entre unitarios y federales.
En un momento debí incorporarme al Batallón \'\'El orden\'\'. Con mi amigo Domingo F. Sarmiento partimos hacia Mendoza. Él era joven, 18 años, una promesa para nuestro país. Inteligente, lleno de vigor de ideas.
Nos emboscaron en un lugar denominado El Pilar, a unos 10 kilómetros de la Ciudad de Mendoza. Con Sarmiento llegamos a un caserío, decidimos separarnos, cada uno tomó por un camino pero mi caballo fue alcanzado por la descarga de un trabuco y al caer estaba totalmente aturdido, en esos momentos sentí el frío de la hoja de un facón en mi cuello. Me di cuenta que había llegado mi fin sin conocer a mi hija Delmira. Fui arrojado a una fosa común y mi cuerpo nunca tuvo tumba como les comentaba al principio. Se que Sarmiento escapó, fue un sanjuanino brillante, llegó a Presidente de ese país que soñé. Por eso decía al principio que aún sin casa y sin tumba mi pueblo no me olvidó. Lo sé.
Ser el Presidente del Congreso de Tucumán aquel 9 de Julio de 1816 fue lo más grande que pudo sucederme en mi vida. Ese día después de discutir el problema se llegó aun acuerdo: no debía dilatarse más o menos no podía postergarse dicho acto cuando San Martín estaba por iniciar su campaña. Por ello, cuando tras mi breve discurso y habiendo preguntado: \'¿Queréis que las Provincias Unidas del Río de La Plata sean una Nación Libre e independiente de los Reyes de España, su metrópoli y todo otro poder extranjero?\'; el atronador \'\'Si lo queremos\'\' me erizó la piel.
El Congreso se trasladó a Buenos Aires en Febrero de 1817. ¡Cómo había crecido la ciudad de mis estudios que no veía hace casi 12 años! Pero unos meses después me vi obligado a volver a San Juan.
Para ese entonces había muerto mi padre y desde mi infancia siempre había estado enamorado de una sola mujer, Micaela Sánchez de Loria. Por ser prima debí solicitar una dispensa religiosa y otorgada me casé el 21 de Agosto de 1818 y me fui a vivir con mi madre.
Hice periodismo, la construcción del Canal Pocito y una tarea legislativa. Trate de ser un buen padre de familia, de 4 mujeres y 1 varón, y de ser un hombre honesto y de leyes. En mi corta vida también fui elegido para representar a San Juan en el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de La Plata de 1824 junto con el presbítero Bonifacio Vera.
Como el País que ayudé a forjar y con el que soñé se desgarraba en luchas civiles, entre unitarios y federales.
En un momento debí incorporarme al Batallón \'\'El orden\'\'. Con mi amigo Domingo F. Sarmiento partimos hacia Mendoza. Él era joven, 18 años, una promesa para nuestro país. Inteligente, lleno de vigor de ideas.
Nos emboscaron en un lugar denominado El Pilar, a unos 10 kilómetros de la Ciudad de Mendoza. Con Sarmiento llegamos a un caserío, decidimos separarnos, cada uno tomó por un camino pero mi caballo fue alcanzado por la descarga de un trabuco y al caer estaba totalmente aturdido, en esos momentos sentí el frío de la hoja de un facón en mi cuello. Me di cuenta que había llegado mi fin sin conocer a mi hija Delmira. Fui arrojado a una fosa común y mi cuerpo nunca tuvo tumba como les comentaba al principio. Se que Sarmiento escapó, fue un sanjuanino brillante, llegó a Presidente de ese país que soñé. Por eso decía al principio que aún sin casa y sin tumba mi pueblo no me olvidó. Lo sé.
http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=608564
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