Un grupo de voluntarios cuenta historias a los pacientes del hospital Pedro de ElizaldeSe llaman los “Casa Cuna Cuenteros” y visitan a diario la sala de oncología, para animar a los que están en tratamiento.
La Sala de Oncología –renombrada como Sala Esperanza– de la Fundación Flexer recibe todos los días
decenas de chicos que esperan ser atendidos por distintas enfermedades.
Allí deben esperar durante horas, mientras juegan con una pelota, arman
un rompecabezas o se disfrazan de princesas. Pero hay un momento en el
que todo se transforma.
Es
cuando llegan los “Casa Cuna Cuenteros”. Esta mañana son cuatro
mujeres, pero e realidad representan a un grupo de doce. “Lero lero
lero, llegaron los cuenteros, lero lero lero es hora de escuchar”,
cantan en fila, vestidas con polleras y gorros coloridos. Todos las ven
entrar y todos se sorprenden, y sonríen. Es la única sala que ofrece esta actividad en toda la Ciudad de Buenos Aires.
Después
de la alegre presentación llega el momento de la lectura, pero no se
trata sólo de sentarse y contar un cuento. Ellas actúan, gesticulan,
caminan, aplauden. Contagian fuerza y energía. “Le ponemos tantas ganas
porque nos encanta hacerlo, nosotros dejamos muchas cosas por estar acá.
Algunos venimos desde El Pato, Cañuelas, Ramos Mejía, Temperley. Pero
las ganas de venir, de estar, de leer y ver cómo sonríen los nenes son
más fuertes y superan cualquier barrera”, dice Alejandra Alliende, una
de las coordinadoras.
Los
“Casa Cuna Cuenteros” llevan un año realizando esta actividad. En el
grupo hay una bibliotecaria, una traductora de inglés, un diseñador
gráfico, un técnico en computación y hasta una cantante lírica.
A
todos los une el amor por el arte y la lectura: “Nosotros promovemos y
fomentamos el uso del libro infantil y juvenil como elemento lúdico.
Tenemos en claro que el momento que compartimos con los chicos sirve
para hacerlos olvidar de las cosas feas que tienen que vivir y sabemos
que leer un cuento no es una cura ni le va a salvar la vida a nadie”,
explica Laura Ormando, otra de las coordinadoras, que además es
psicóloga.
Mientras tanto, en la Sala Esperanza, Matías (9) intenta embocar la pelota en el aro y sueña con ser como Ginobilli. Aimara (5) prestaatención
a la historia que le cuentan hasta que llega su turno para que los
médicos la atiendan. Su madre la lleva de un brazo y con la otra saluda a
las cuenteras. Ahora llega el momento más duro del tratamiento, debe
quedar internada durante seis meses para que le curen la leucemia
avanzada que tanto la lastima. Pero antes de salir le pide a su mamá,
justo delante de este cronista, un deseo: “Que me atiendan rápido así
puedo escuchar el final de la historia”.
http://www.clarin.com/sociedad/cuentos-mejor-remediocontra-dolor-chicos_0_1157284322.html
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