Por Alfredo Dillon
Carina Lara Baeza es la maestra responsable de La Casita de Boris, una biblioteca que funciona dentro de la Escuela N° 274 de San Martín de los Andes. Acaba de recibir el Premio Vivalectura en reconocimiento a sus esfuerzos por acercar a los chicos a la literatura.
15/05/13 - 14:51
Matías asiste a la Escuela N° 274 Enrique Olivares,
de San Martín de los Andes, desde hace seis años. Es ciego. Durante
mucho tiempo no quería ir a la biblioteca de la escuela: como tenía que
subir y bajar escaleras, ese recorrido le provocaba incertidumbre y
prefería quedarse en el aula. De a poco se fue animando: “Fue
depositando confianza en su bastón y en muchos de sus compañeros que lo
ayudaban a llegar”, cuenta Carina Lara Baeza, la
maestra bibliotecaria. Allí leyó en voz alta, infinitas veces, el único
libro escrito en Braille que hay en la escuela: es difícil conseguirlos
en San Martín de los Andes. Con el tiempo, sus compañeros se fueron
familiarizando con ese código, con el hábito de recorrer las palabras
con el dedo índice. Ahora son ellos los que le preguntan a Matías “¿Qué
historia querés escuchar hoy?”, buscan un rincón que los cobije y
empiezan a leer.
Esta escena de lectura es solo una de las tantas que relata Carina, la docente responsable de La Casita de Boris,
un proyecto institucional de la Escuela N° 274 que desde hace cinco
años busca acercar la lectura a los chicos. Carina encabeza un equipo de
maestros (Marisa Godoy, Sabrina Duffard, Darío Ramos, Vanesa Paredes y
Patricia D'Elía) que acaban de ganar el primer puesto en la categoría
Escuela del Premio Vivalectura que entregan cada año la
Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el Ministerio de
Educación de la Nación y la Fundación Santillana. Paradójicamente,
Carina descubrió la lectura gracias a los relatos orales de su abuelo
mapuche: “Eran historias de duendes y de cordillera, que él me contaba junto al fuego”.
Otra
paradoja: ella es bibliotecaria en una provincia –Neuquén– en la que el
cargo de maestro bibliotecario no existe. Carina pudo dedicarse a la
biblioteca por los azares de la burocracia: el ministerio provincial
asignó por error dos docentes para un mismo cargo, y ella asumió el
proyecto de La Casita aprovechando que no tenía que estar al frente de
un grado. En ese momento se decidió que los chicos tendrían una hora de lectura semanal en la biblioteca, y lo primero que Carina detectó fue que los alumnos no lo disfrutaban: “Cuando les preguntaba por qué, me explicaban: Hace siete años que vemos los mismos libros”. Entonces, decidió empezar a fomentar el recambio de material,
por medio de la autogestión: “Organizamos rifas y ferias, sorteamos
canastas familiares; los chicos salieron a susurrar poemas para juntar
fondos y comprar libros para la escuela”.
Así,
La Casita de Boris –que se llama así en homenaje al editor argentino
Boris Spivacow, creador de Eudeba y del Centro Editor de América Latina–
se fue equipando. La llegada de nuevas obras se complementó con dos murales: uno de El Eternauta,
pintado en una de las paredes de la biblioteca por un profesor de la
escuela, y otro que actualmente está en proceso de construcción, sobre
la historia de la escritura. El espacio se volvió también sede de
muestras de arte latinoamericano, para acercarles a los estudiantes la
pintura de la mano de la palabra. Además, el esfuerzo de los docentes,
sumado al apoyo de la revista La Grieta Cultural y de las autoridades públicas, logró convocar a varios escritores e ilustradores que visitaron la escuela y conversaron con los alumnos: Liliana Bodoc, Istvansch, Ricardo Mariño y Paula Bombara, entre otros.
Cada
semana, alrededor de 400 chicos y chicas atraviesan el umbral de la
biblioteca para encontrarse con los libros. Es que para Carina la
lectura es, precisamente, encuentro: “Hablar de lo que
nos sucede allí es hablar de encuentros entre generaciones, la educación
es un encuentro”. Mientras circula, la palabra va transformando
a los chicos y a los docentes que los acompañan: el objetivo no es la
lectura comprensiva, no es dar cuenta del “mensaje que te deja el
texto”, sino dejarse afectar por la experiencia de la literatura. Marisa Godoy, compañera de Carina, cita a George Steiner: “Leer bien es arriesgarse a mucho.
Es dejar vulnerable nuestra identidad, nuestra posesión de nosotros
mismos”. Y agrega: “Es mirarnos al espejo luego de haber soltado un
libro de Kafka y sentirnos definitivamente Gregorio Samsa. Este es el
camino que nos interesa explorar en La Casita de Boris”.
De
todos estos años de trabajo, más allá de gratificaciones como el Premio
Vivalectura, lo que más valora Carina es el reconocimiento de los
chicos y su alegría cuando entran en la biblioteca: “Cada vez que un
chico dice ¡Qué lindo es este lugar!, de alguna manera nuestro objetivo se está cumpliendo. Pensamos la biblioteca con un sentido de hospitalidad,
para hacer de la escuela un espacio más habitable, más deseable para
los chicos”. La huella también va calando en los padres: cuando supieron
que Carina viajaría a la Feria del Libro en Buenos Aires, muchos de
ellos le dieron plata para que les comprara libros para sus hijos. Con
ese objetivo, después de la entrevista Carina se pierde entre los
pasillos de la Feria, en busca de nuevas obras, es decir, nuevos aliados
que la acompañarán en sus próximos recorridos de lectura junto a los
alumnos, allá en el Sur.
OTROS PROYECTOS DE LECTURA PREMIADOS
“La Casita de Boris”
ganó este año el primer puesto en la categoría Escuela del Premio
Vivalectura, que entregan la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI), el Ministerio de Educación de la Nación y la Fundación
Santillana. El segundo puesto fue para la docente Sandra Alarcón y su
proyecto “El Altillo: arte y literatura móvil”, en el que participan un grupo de diez jóvenes que transitan la última etapa de su escolaridad en la Escuela Especial N° 516 de La Matanza.
Desde 2011, realizan intervenciones literarias, recreativas y
artísticas en espacios comunitarios (como escuelas, guarderías, salas de
salud y plazas), como manera de promover que los chicos se acerquen a
múltiples lenguajes que muchas veces resultan “negados” en zonas de alta
vulnerabilidad.
Además,
hubo premios para proyectos que fomentan la lectura entre docentes; en
ámbitos no escolares (como cooperativas, bibliotecas populares, centros
culturales, universidades, etcétera); y en los entornos digitales que
ofrece la Web. Más información en www.premiovivalectura.org.ar.
http://www.clarin.com/educacion/casita-libros-Sur_0_919708332.html
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