miércoles, 1 de mayo de 2013

Las conquistas del trabajado


Desde la Revolución Industrial del siglo XVIII la fuerza laboral avanzó buscando una reivindicación histórica.



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La llamada Revolución Industrial, que irrumpió en el siglo XVIII, marcó un hito en la historia de la humanidad al ponerse en marcha un movimiento sin precedentes con el desarrollo de la ciencia en todos los campos, transformando los hábitos de vida del hombre gracias a un progreso asombroso que se fue acrecentando hasta nuestros días.

Pero ese desarrollo formidable gracias a la industrialización masiva, particularmente en las naciones poderosas de la época, también dejó al descubierto opresiones humillantes para hombres y mujeres sometidos a jornadas laborales despiadadas, en ambientes insalubres y con magras retribuciones, que también promovieron un movimiento inédito, el de la reivindicación del trabajador.

En 1829 comenzó este movimiento en Estados Unidos, empujado desde el sector más desprotegido de la actividad fabril, para exigir a la legislatura de Nueva York la jornada laboral de 8 horas, una pretensión irritante para los empleadores que hasta ese momento se regían por una norma que establecía jornadas de hasta 18 horas diarias, que podrías ampliarse en caso de necesidad. Lógicamente, semejante pretensión fue rechazada de plano y debió transcurrir más de medio siglo para que la huelga trágica del 1 de mayo de 1886 diera lugar al respeto y la dignidad quien es auténtico ejecutor de la evolución de la humanidad: el trabajador.

Aquellos mártires de Chicago dejaron un legado que dos siglos después tomó forma por el Tratado de Versalles, al crearse la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ente rector de la humanización del trabajo en el ámbito de las Naciones Unidas, que vela por el respeto de la jornada laboral, el desempleo, la protección de la maternidad, las tareas nocturnas y el cuidado de los niños. Con el mismo espíritu, en 1954, el papa Pío XII estableció el 1 de Mayo como la festividad de San José Obrero.

Todavía estamos lejos de alcanzar lo que se entiende como la "civilización del trabajo\'\' que se reclama a la globalización, de manera que toda actividad productiva sea más humana y con equitativa en la distribución de la riqueza. Que las mezquindades del mercado, de las burocracias sindicales y el clientelismo político, no tergiversen el espíritu de la humanización laboral.

Quien sirve a sus semejantes desde todas las tareas que contribuyen a una vida mejor no busca atajos sindicales, ni dádivas humillantes. El mejor premio al desempleado es darle trabajo digno, el mejor ejemplo y la única herencia que llenará de orgullo a sus descendientes
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