Personaje
En el nombre del padre
Federico Araya es un poeta caucetero que conjuga su trabajo en una financiera con su pasión por las letras. Ya lleva tres libros publicados y según confiesa, va por más. Por Natalia Caballero.
viernes, 06 de septiembre de 2013
Cuando su padre le dijo desde la cama de un hospital que añoraba con escribir sus memorias, Federico decidió publicar su primer libro. Esas palabras fueron un mensaje para él porque sabía que su viejo no iba a volver y fue así como salió “Todos estamos solos”. Once años después de aquel episodio Federico Araya sigue escribiendo, ya ha publicado tres libros de poesías y va por la conquista de más palabras.
Federico es caucetero y son esos eternos viajes desde su departamento natal hasta la Capital algunos de los momentos que le sirvieron de inspiración. Sin libretas ni lapicera, idea tras idea se acumula en su cabeza hasta poder ser vertidas al papel aún cuando han pasado semanas. Alega sin dudarlo que por lo menos el 70% de sus poesías las pensó mirando por la ventanilla e imaginando vaya uno a saber que mundos. Y también, como William Faulkner, Federico encontró inspiración en su trabajo tanto en la fábrica donde empezó como en la casa de préstamos donde actualmente se desempeña.
Su camino en la literatura empezó de un día para el otro. Es que de chico sus momentos de creación estaban sujetos a sus prácticas de fútbol. Las fantasías y los jueguitos con la pelota eran los momentos en los cuales su cabeza volaba. Pero a los años dejó de jugar al fútbol y en un instante de típico odio adolescente decidió agarrar el lápiz y el papel y verter todos esos sentimientos en un descolorido anotador. No sabe si todavía está en su casa aquel trozo de papel pero tampoco le afecta, se nota que no es demasiado apegado a lo material, al igual que la mayor parte de los artistas.
El padre de Federico fue la persona que lo introdujo al mundo de la literatura. Una biblioteca grande con una numerosa cantidad de libros eran el hogar perfecto para estas páginas cargadas de sentido que reposaron durante largo tiempo hasta que un día la intriga pudo más y el primer libro se apoderó de Federico, convirtiéndolo rápidamente en un ávido lector.
La pasión por la creación y el amor por los libros llevaron a Araya a estudiar letras en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes. Al poco tiempo de dar los primeros pasos, se dio cuenta que la universidad no era lo suyo, él quería escribir y fue así como colgó los estudios y encaró el camino de la creación parado desde otro lugar, pero ya con la madurez suficiente como para darse cuenta que el compromiso con las letras iba a ser de por vida.
Entre sorbo y sorbo del cortado mediano que pidió, cuenta pausadamente sus experiencias. Es un tipo tranquilo, parece ser un gran contemplador. Constantemente mientras la conversación fluye hace reflexiones profundas no solo sobre él sino también sobre el mundo.
Si bien recién pasados los veinte años quería vivir exclusivamente de las letras ahora disfruta de su trabajo en una financiera. Dice que entabla un vínculo con la gente que va a visitarlo y que muchas de las historias que le cuentan quedan grabadas en su memoria a la espera de cobrar vida nuevamente en una poesía.
Nunca paró de escribir, salvo en algunos momentos de su vida atravesados por las relaciones amorosas. Pero apenas terminaron sus parejas, nuevamente empezó a pasar todos sus sentimientos por el tamiz exquisito de los versos.
A algunos lo enamoran las imágenes, a otros las palabras y Federico es un enamorado confeso de ellas. El escritor encaja una a una y logra creaciones que tocan el corazón, que emocionan y que hacen de la literatura un refugio existencial.
Ha publicado tres libros:
- Todos estamos solos (2003)
- Las Paredes y el Vacío (2005)
-Los Decepcionados (2012, Editorial Poderosa Lectura)
Poesía
1981
rebotando la pelota contra la pared
contra los silencios
la sobriedad
la prudencia del barrio
crecía yo
al margen de las casas
donde mis vecinos ataban sus lamentos
en el alambrado del día
así fue
cómo
me hice fanático del fútbol
pegándole a la pelota
clavándola en ángulos inventados
gambeteando el futuro
gritando goles
que eran victorias ante el miedo
que corría detrás
poniéndole púas
al cielo
http://www.tiempodesanjuan.com/notas/2013/9/6/nombre-padre-39201.asp
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