Por Gabriela Cabezón Cámara
Hubo un homenaje al poeta Arnaldo Calveyra. Y se habló de la dictadura, de la Iglesia y hasta de los medios K.
Paris. Enviada Especial -
23/03/13
“El viaje lo trajimos lo mejor que se pudo. De todas las
mariposas de alfalfa que nos siguieron desde Mansilla, la última se
rezagó en Desvío Clé. Nos acompañamos ese trecho, ella con el volar y yo
con la mirada” . Lee, en ese español de Entre Ríos que reivindica
como única lengua propia, el idioma de su poesía, Arnaldo Calveyra. Dice
uno de sus poemas, el primero de Cartas para que la alegría –una
edición bilingüe de Actes Sud– en su entrerriano materno y Marilú
Marini, la actriz que hace también décadas que vive en Francia, lo
recita en francés para el público presente en el Salón del Libro de
París.Antes, Calveyra, 84 años, las cejas y los pelos largos y blancos, los ojos claros muy brillantes, alegres, curiosos, residente en Francia desde los primeros 60, ( “simplemente necesitaba un país que me diera quince horas diarias para iniciarme en la poesía” ) es uno de los poetas argentinos más importantes de las últimas décadas. Su editor, Pablo Gianera, sintetiza el aporte del entrerriano a la poesía argentina: “inventó una sintaxis nueva”. ¿Y en qué consiste esa novedad? Léase otra vez el verso con el que abre esta nota: “El viaje lo trajimos lo mejor que se pudo” . Es castellano y se entiende. Pero no es una construcción común, ¿no es cierto? Ese tipo de dislocación es propia de Calveyra. En diálogo con el poeta y traductor Jorge Fondebrider, Calveyra revisó sus primeros años en París, que “no fueron románticos”, trabajaba todo el día, charlaba con unos pocos amigos que terminaron siendo grandes, Saúl Yurkievich, Julio Cortázar y principalmente la gran traductora de los argentinos en Francia, Laubet Bataillon.
Resaltó, luego, “el regalo” que significa para él provenir de un país de tradición poética tan grande. Y que sigue leyendo a poetas jóvenes argentinos: “son mi fondo de comercio” dijo, y se rieron las decenas de personas reunidas en su honor en el stand de Buenos Aires, este año consagrado a la poesía y la política bajo el lema “Democratie. 30 + 30. Buenos Aires celebra la Poesía y la Democracia”.
El jueves a la noche, cuando se inauguró esta feria del libro parisina, parecida a la porteña pero más chica y más cosmopolita, los pasillos bullían de copas de champán que iban y venían por los pasillos en manos de escritores, editores, periodistas, fotógrafos y funcionarios. Por aquí andaba el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia. Y, por supuesto, el anfitrión del stand porteño, el ministro de Cultura de Buenos Aires, Hernán Lombardi, que tenía una sonrisa que le llegaba a las orejas. El no la explicó, pero todos creían que se debía a las fotos: mientras su colega de Nación tuvo la suya con la ministra de Cultura francesa, Aurélie Filippetti, Lombardi apareció a los abrazos con el presidente francés, François Hollande, que inauguró oficialmente el stand porteño. También estuvo Bertrand Morisset, director del Salón.
Ayer se lucieron también los poetas Silvia Camerotto, Jorge Aulicino y Jonio González, la avanzada de Poesía Argentina Reciente. Una antología posible, que recitaron sus textos en buen rioplatense y que fueron luego leídos, como Calveyra, en el francés prístino de Marilú Marini y su marido Rodolfo de Souza. Estuvo todo el tiempo ahí el pintor Antonio Seguí. La ex ministra y miembro de la Conadep Graciela Fernández Meijide escuchaba atenta. Ella, Eliaschev y el ex secretario de Educación Francisco Delich fueron parte, junto a Lombardi, de una mesa que festejó y analizó los treinta años de democracia que ya podemos contar.
El ministro abrió diciendo que la idea era hablar tanto del pasado como de la proyección a futuro pero la charla giró, como era casi inevitable, en buena parte por los implicados, en torno al pasado. La dictadura, el Juicio a las Juntas, la Conadep, el gobierno de Alfonsín. El presente llegó de la mano del nuevo Papa, de quien Fernández Meijide dijo que no aparecía del lado de los torturadores en los testimonios de la Conadep. Y consideró que el papel de la Iglesia argentina en la dictadura fue “ como el toda la sociedad: tuvo torturadores, desaparecidos e indiferentes”.
Entonces tomó la palabra un integrante del público, el sociólogo francés especialista en Argentina, Pierre Kalfón, quien criticó a la Iglesia argentina por no haber hablado contra los militares a diferencia de, ejemplificó, la chilena. Cerca de las ocho de la noche terminó una charla que sólo a la luz de los últimos hechos podría derivar en la política eclesiástica. Eliaschev cerró la charla con una denuncia: dijo que el Gobierno nacional “ creó el mayor multimedios que haya tenido nunca ningún gobierno en la historia de la democracia. Y ahoga a los medios no afines con un boicot publicitario propuesto por el gobierno y aceptado por la clase patronal”.
Mientras tanto, el Salón se fue vaciando: los cientos de nenes que colmaban los stands de cómics, los profesionales que hacían contactos y los miles de lectores, se volvieron a sus casas. Hace frío acá. Y, tal vez por eso mismo, la noche es más corta que la porteña. http://www.clarin.com/sociedad/
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