martes, 26 de marzo de 2013

Retrato de los docentes universitarios


Por Leila Mesyngier - Especial para Clarín

Desafíos que enfrentan los profesores que enseñan en el nivel superior. Los principales obstáculos y las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Testimonios de estos formadores que preparan a sus alumnos para el mundo profesional.
Predisposición para explicar y responder dudas, evaluaciones formativas, pasión por lo que enseña y compromiso son rasgos de un buen profesor.

25/03/13 - 16:17
Cuando pensamos en aquellos docentes que marcaron nuestras vidas, solemos referirnos a los maestros de la escuela primaria o a los profesores de la secundaria, a quienes recordamos con mucho cariño. Sin embargo, son pocas las veces que nombramos a quienes, al frente de un aula universitaria, comparten sus conocimientos, su amor por la enseñanza y hasta, en algunos casos, nos marcan las posibilidades de inserción en el mundo laboral.

¿Quiénes son estos educadores? ¿Qué necesitan saber para armar una buena clase? ¿Alcanza con que conozcan la disciplina que imparten? ¿Con qué estrategias de enseñanza cuentan? ¿Qué esperan los alumnos de ellos? "Ser un especialista en la materia es importantísimo. Generalmente cuando los estudiantes hablan de los buenos profesores, dicen que saben mucho de su materia y que transmiten una pasión por el conocimiento que enseñan. Sin embargo, señalan algo más, y es que un buen profesor sabe enseñar. Es decir, se preocupa no sólo por el objeto de conocimiento sino por los sujetos que están en situación de aprender", señala María Paula Pierella, doctora en Ciencias Sociales, becaria posdoctoral del Conicet e integrante del Programa de Estudios sobre la Universidad Pública (Pesup) en el Instituto de Investigaciones Gino Germani.

¿Cómo se percibe esa capacidad de enseñar? "En el modo en que presentan la materia, la predisposición para explicar y para responder preguntas, el modo de armar una evaluación, etcétera. Los estudiantes, en general, reconocen especialmente a aquellos profesores que tienen un compromiso con la enseñanza, una vocación de docencia, una pasión por transmitir lo que saben", agrega Pierella.

Con esa opinión coincide Emmanuel Lista, joven docente de la Universidad de San Andrés (Udesa) y la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). "Ser un experto en Matemática o Literatura no significa saber cómo promover aprendizajes en relación a estos conocimientos. A veces se cree
que la formación pedagógica no es necesaria porque se concibe a la enseñanza como una mera exposición de conocimientos que uno posee", sostiene.

Sin embargo, "cuando pensamos la enseñanza como un conjunto de intervenciones destinadas a promover y orientar el aprendizaje de otros, nos damos cuenta de las complejidades que presenta y de la cantidad de saberes y herramientas que nos hacen falta para llevarla a cabo. Existe un vasto campo de teorías, estrategias, indicadores y recursos, propios de la psicología del aprendizaje y la didáctica, que así lo demuestran", asegura Emmanuel.

Eso, asimismo, se combina con la transformación de las expectativas y las demandas de los jóvenes que ingresan como estudiantes al mundo universitario. "Hace tiempo que se discute que no alcanza con saber la disciplina para ser docente universitario. Una buena pregunta sería qué es ser profesor en relación con las expectativas de los estudiantes", advierte Carina Lion, docente de la cátedra Fundamentos de Tecnología Educativa, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y directora del Centro de Innovación en Tecnología y Pedagogía (Citep) de esa universidad.


"Los docentes dominan la disciplina, el conocimiento y las estrategias didácticas. Pero hay otros desafíos como las tendencias culturales, las expectativas de los jóvenes, además de los cambios propios de las profesiones que también hay que considerar", señala Lion. Al respecto, aclara que el ejercicio profesional de un abogado, un médico, un contador, entre otros, hoy no es similar al de muchos años antes; han sido impactados por los desarrollos tecnológicos. Todos estos factores serían "tensiones y puentes" que permiten revisar la profesión docente.

Perfil de tres generaciones
¿Quiénes son, entonces, los docentes que integran los planteles universitarios? La formación teórica, y en algunos casos práctica, de los futuros ingenieros, sociólogos, arquitectos, nutricionistas o veterinarios de la Argentina está en manos de tres generaciones de profesionales que ocupan los espacios de enseñanza en el nivel superior.   

"Hoy confluyen en la universidad distintas generaciones de docentes. En primer lugar, aquellos que están en la etapa final de su ciclo académico y que ingresaron como estudiantes a comienzos de la década de 1960, muchos de los cuales tuvieron que exiliarse y retornaron después de 1983", explica
María Paula Pierella.

Además, existe un grupo intermedio que se incorporó al nivel superior con el regreso a la democracia, en un momento de expansión del número de docentes por la explosión de la matrícula universitaria que caracterizó al período de postdictadura.

Estos docentes atravesaron las transformaciones neoliberales de los ’90, como las reformas que implicaron la Ley de Educación Superior, el Fondo de Mejoramiento de la Calidad Universitaria (Fomec) y el Programa de Incentivos a Docentes Investigadores. Esta última iniciativa, sostiene Pierella, instauró "un mecanismo de distribución desigual de beneficios en dinero a los docentes, al incorporar la productividad como criterio central, y alentaba ciertas prácticas competitivas entre colegas".

Finalmente, existe un tercer grupo que ingresa en el mundo de la docencia después de la década de 1990 con muchas dificultades para insertarse en condiciones laborales estables. "En general, en los últimos años proliferaron los cargos ad-honorem o con dedicaciones simples, lo que plantea serias dificultades para ejercer la carrera docente como única ocupación", señala la especialista.



Por otro lado, se combinan también quienes llegan a la universidad con los conocimientos de las disciplinas de las que provienen, con aquellos que estudiaron en profesorados de formación docente, postítulos y hasta maestrías pedagógicas. "A enseñar también se enseña", asegura Graciela Cappelletti, docente del profesorado de Ciencias Jurídicas de la Universidad de Buenos Aires. Esto es necesario, continúa, porque "ayuda a formar una posición docente ref lexiva. El paso por instancias formativas sirve para construir la `mirada’ que les permita preguntarse por qué hacen lo que hacen, identificar las dificultades y tratar de resolverlas, además de potenciar aquello que les sale bien".

Según Ariela Schulman, licenciada en Relaciones del Trabajo y docente de la Facultad de Ciencias
Económicas de la UBA, contar con estrategias de enseñanza mejora la tarea. "Considero que ayuda mucho contar con herramientas de didáctica o conocer qué estilo tiene un docente, qué cosas se pueden generar con los alumnos y las distintas metodologías de aprendizaje existentes", explica.
Obstáculos y desafíos
Sin embargo, existe en la actualidad otro costado cargado de obstáculos. En primer lugar, aparecen las dificultades para acceder a "cargos genuinos". De acuerdo con Pierella, "en las universidades de más tradición la mayor cantidad de cargos son de dedicación simple, e incluso hay muchos adhonorem . Esto implica que para vi- vir de la profesión un docente universitario tiene que transitar por diferentes instituciones o buscar fuentes alternativas de ingreso", analiza. Esta situación complica no sólo conseguir un salario que alcance para llegar a fin de mes, sino la generación de "lazos fuertes entre los docentes y la institución", añade la especialista.

Por otro lado, pocas instituciones poseen espacios físicos para que los profesores permanezcan en ellas y realicen sus tareas de corrección, preparación de las clases e investigación.



Desde el punto de vista del conocimiento, en algunos casos se plantea una situación de
"anacronismo" que separa los saberes de una disciplina de las demandas sociales o profesionales actuales. "Ese mismo anacronismo también guarda relación con la convivencia dentro de las universidades de sujetos socializados en códigos culturales diferentes. Las nuevas generaciones de estudiantes nacieron en un mundo en el que la cultura de la imagen tiene mayor presencia que la cultura escrita, y en el caso de los profesores se da la situación inversa. Entonces muchas veces el diálogo entre diferentes generaciones puede tornarse problemático. Sin embargo, al mismo tiempo esa diferencia puede plantear elementos interesantes para la producción de nuevo conocimiento", afirma Pierella.    

Tal como reconocen muchos expertos, las nuevas tecnologías de información y comunicación atraviesan los saberes didácticos, y no todos llegan en las mismas condiciones de accesibilidad. "Existen programas que ayudan a tejer redes, como Conectar Igualdad, pero el mayor desafío es romper con la brecha tecnológica y promover la apropiación de las herramientas", sostiene Carina Lion. Los estudiantes pueden dominar las tecnologías, pero "es el docente el que tiene la brújula en el aula" y el que puede favorecer trabajos en colaboración con sus alumnos y con sus propios colegas, agrega.

Para Lion, entonces, el planteo sería poder construir "un aula porosa, en la que el afuera y el adentro interactúan. Existe mucha información que los jóvenes traen, y hay que aprovecharla. Lo que no podemos hacer es cerrar el aula. Cuanto más nos cerramos, más nos perdemos de ver que se puede construir un aula distinta, extendida, porosa".  





 
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