domingo, 24 de marzo de 2013

Afirman que las madres afianzan la autoestima de sus hijas en la pubertad



Por Mariana Iglesias

Lo aseguran psicólogos y médicos. Crearon una guía de consejos.

La autoestima es el amor a uno mismo. La autoestima se construye, y en este armado que comienza en la panza materna y no para nunca más, hay momentos decisivos. La pubertad es uno de ellos. En las nenas es cuando empieza a jugarse la percepción del cuerpo con todo lo que ello implica. Y como siempre, y como en casi todo, el rol de los padres es fundamental. Pero el de la madre, por identificación, podría decirse que es clave.
“La autoestima es el sentimiento de valoración que cada uno tiene de sí mismo. Depende de una cuota de narcisismo necesaria que no puede ser excesiva pero tampoco faltar. Se trata de una construcción psíquica con profundos efectos en la vida amorosa y de relación en general. Una autoestima baja provoca sentimientos de inferioridad, inhibiciones, retraimiento social e incapacidad de amar. Una autoestima hipertrofiada conduce a actitudes narcisistas y ególatras de no consideración por los otros”, dice Leticia Glocer Fiorini, de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“La autoestima ubica a la persona dentro de sí misma y en relación con su escala de valoración personal. Es algo que se va construyendo desde la infancia a lo largo de toda la vida”, agrega otra psicoanalista, Patricia Alkolombre. Irene Meler, del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, suma conceptos: “Cuando nos queremos, nuestro estado de ánimo tiende a ser alegre, o al menos sereno. En cambio, cuando nuestra imagen del propio ser se deteriora, nos invade la angustia, el dolor psíquico”.
Las especialistas destacan que todos los que rodean a los niños influyen, en especial sus amigos y cuidadores. Pero, la pregunta es cómo inciden las madres en la pubertad. “Entre madre e hija existe un vínculo de identificación. Además del amor y la hostilidad que inevitablemente caracterizan a toda relación de intimidad, entre mujeres se produce una ilusión de semejanza, que a veces confunde acerca de quién es quién. Si la madre, debido a su propia historia vital, no ha logrado apreciarse a sí misma de modo suficiente, puede transmitir a su hija esta fragilidad en la estima de sí”, explica Meler.
“Si la madre siente que ser mujer es una discapacidad o una minusvalía, esto se transmite a través del lenguaje verbal y no verbal, a través de actitudes, gestos, conductas, vestimenta. Depende de qué lugar le da al ser mujer en su psiquismo. Si la hija siente que el ser mujer no es aceptado o valorizado por la madre, si observa en ella ctitudes de sometimiento y dependencia vinculadas a su posición femenina, es probable que el ser mujer no tenga significación positiva para ella”, sostiene Glocer Fiorini.
¿La verguenza y la timidez se relacionan con la autoestima?
Dice Alkolombre; “Es una relación directa, ya que si la autoestima es baja, son hijas que quieren pasar desapercibidas, y crecen ‘para adentro’, sus emociones, temores y deseos quedan encerrados y no salen a la luz porque no alcanzan a considerarse valiosas frente a los demás. Por eso es tan importante el diálogo con las hijas, y ayudarlas a que puedan crecer confiando en sí mismas y en sus capacidades”.
Dove y la Asociación Conciencia crearon una Guía de la Autoestima llena de consejos: http://www.dove.com.ar/es/Tips-Temas-y-Herramientas/Articulos-y-Consejos/Guia

http://www.clarin.com/sociedad/

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