RINCONCITOS SANJUANINOS
Fue construida por Ginés Cánovas y es una de las pocas viviendas de la Ciudad que sobrevivió intacta al terremoto del ´44. Adentro conservan una pared que ya estaba cuando hicieron la casa. Por Gustavo Martínez Puga.
viernes, 21 de junio de 2013
Postal.
El frente de la casona de los Cánovas, en Rivadavia antes de Salta
gmartinezpuga@tiempodesanjuan.com
El frente regala a diario una postal de otro tiempo. Un tiempo que quedó sepultado por la fatídica noche del sábado 15 de enero de 1944, cuando el terremoto arrasó con la Ciudad. Pero en plena Ciudad de San Juan hay una casona que data de 1934 que aguantó el cimbronazo.
Es la que está en Rivadavia antes de Salta y que fue levantada por Ginés Cánovas, un próspero comerciante sanjuanino que supo tener junto a su hermano una de las ferreterías más grande de San Juan.
Una de las imágenes más emblemática de la casona de Cánovas es la escultura de dos niños bajo un paraguas, del que supo caer el agua que alimentaba una hermosa fuente, adornada con luces y peces de colores. Esa escultura estaba al medio de la fuente, pero la Reconstrucción del ´55 le pasó por el medio: cuando los militares de la Revolución Libertadora decidieron poner en líneas rectas a la Ciudad, a la casona le expropiaron la mitad del jardín. Y hoy la vereda Norte de la calle Rivadavia le pasa por el medio de la fuente.
Con pararse en la vereda se puede ver la mitad del círculo de lo que era la fuente original. Y atrás quedó la escultura, que sigue siendo un símbolo de la casona. Junto a la galería de la entrada forma un conjunto que distingue arquitectónicamente a la casa.
Ese frente tiene vidrios ingleses de colores que funcionan como tragaluz de la galería. Al costado Oeste está la escalera con mármol de Carrara que hace las veces de la entrada principal. Al Este llama la atención un amplio ventanal de tres entradas, con dos columnas y un pequeño techo con una cobertura de cemento que simula tejas.
Todo el frente está revestido con un arenado de cal y arena color tierra, en sintonía con el marrón oscuro de las puertas doble hoja y las ventanas. La primera habitación de la casona es una especie de hall de entrada. A un costado tiene el comedor principal, con una araña de bronce de nueve luces, tan pesada que tuvieron hasta que reforzar el techo cuando la fueron a colgar. Todo el techo de la casa era de lata, luego tenía una cobertura de caña y barro y un revestimiento de cemento con falsas vigas que simulaban listones de madera.
El hall central, de paredes empapeladas y con una banderola a la altura del techo hacia el Oeste para permitir el ingreso de la luz solar en el atardecer, y también para la circulación del aire en la altura, comunica a un pasillo central de la casona. Desde este lugar se distribuyen las habitaciones.
Originalmente fue un túnel de vidrios de colores. Pero después del terremoto del ´44, por cuestiones antisísmicas, le pidieron al dueño que bajara esos vidrios porque, ante un temblor fuerte, ese pasillo podía producir una lluvia de vidrios. Desde entonces el pasillo quedó sin cobertor.
Al final del pasillo hay un gran patio que ve pasar el sol desde que nace hasta que se oculta. A un costado está la cocina, donde aún se sigue preparando la comida para toda la familia, junto a una despensa en la que guardaban la mercadería a granel. En el piso aún está marcado el lugar donde estaba la cocina original, que era de hierro y funcionaba a leña.
El solario del fondo tiene un detalle que demuestra la conciencia que tuvo don Ginés Cánovas sobre el patrimonio de una ciudad: hay un paredón de unos tres metros de alto y casi cincuenta centímetros de ancho. Tiene dos ventanales con rejas de hierro. Ese murallón estaba allí cuando Ginés adquirió el terreno. Y cuando construyó su casa decidió dejarlo tal cual estaba. Estiman que ese paredón data de antes del 1900.
El terreno original de la casa de los Cánovas se extendía hasta la calle Laprida. El fondo tenía enormes frutales y muchos jardines. Hoy es testigo de esos tiempos una glorieta de madera y techo de lata que don Ginés construyó para pasar buenos momentos, junto a sus amigos, una sana costumbre que supo cultivar en vida.
http://www.tiempodesanjuan.com/notas/2013/6/21/casona-aguanto-cimbronazo-34685.asp
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