La crisis y las actividades culturales disparan el número de usuarios en las bibliotecas públicas
Viajar, conocer vidas, experiencias, filosofías, consultar datos, teorías, ver imágenes, ilustraciones, aprender idiomas, saber tus derechos, todo en un libro. Las bibliotecas pueden ser, por ende, como las describió Jorge Luis Borges “algún tipo de paraíso”. Y cada vez más, los andaluces están descubriendo en estos edificios algún tipo de salvación, y no solo intelectual o formativa, también física. La calefacción o los aseos se han convertido en un reclamo más para los ciudadanos. En los últimos cuatro años, en plena crisis económica, las ocho bibliotecas públicas provinciales andaluzas han registrado un aumento de un 50,6% de usuarios. Han pasado de tener 249.185 clientes a 375.212.
Personal de limpieza es lo que se lee en la pantalla de un ordenador de la biblioteca Infanta Elena de Sevilla. Frente a la luz azul está Álvaro Arias, que se ha desplazado cinco kilómetros en bicicleta hasta el edificio para buscar un empleo con el servicio gratuito de Internet del centro. Un chico que conoció en un comedor social le comentó que ahí podría conectarse. “Espero trabajar cuidando ancianos, como los últimos cinco años”, cuenta este boliviano en voz baja, para no molestar.
Arias cumple varios perfiles de los nuevos usuarios de bibliotecas públicas, que han contribuido a alcanzar estas cifras récord en Andalucía. “Los desempleados y los inmigrantes son, junto a los indigentes, nuevos usuarios que se suman a los estudiantes, investigadores, jubilados, menores y aficionados a la lectura que tradicionalmente llenan las salas”, concluye Javier Álvarez, director de la Biblioteca Pública de Andalucía.
“Las bibliotecas son centros democráticos por excelencia, sobre todo ahora, que cada vez se limitan más los servicios públicos. Aquí, en un mismo edificio puede encontrarse un mendigo que viene a leer, con un empresario millonario que viene a una presentación”, cuenta Ana Isabel Fernández, directora de la biblioteca Infanta Elena de Sevilla, que ha sido el centro que más ha crecido en usuarios en Andalucía en los últimos cuatro años con un alza del 154% hasta llegar a 88.739 en 2012 desde los 34.924 en 2007.
“Ahora hay que trabajar por fidelizarlos, por ofrecer servicios que interesen a todos”, afirma Fernández, que destaca también que el aumento de usuarios se debe a la repercusión que supuso la celebración en 2009 de los 50 años de la biblioteca, a los clubes de lectura especializada, al impulso de la Asociación Ocnos de Amigos de la Biblioteca, y a los convenios de colaboración con asociaciones, entidades y centros escolares. “¡No te puedes imaginar la cola que hay para entrar los sábados por la mañana!”, ilustra Fernández, que cuenta que, además de presentaciones de libros y exposiciones, tienen en marcha programas de visitas, un club de lectura de español para extranjeros, un centro de literatura africana, cuentacuentos bilingües, cursos de alfabetización digital, mercadillos solidarios y talleres, como el que celebraron de caligrafía china. “Se trata de conseguir la cohesión social”, declara.
Y como esta biblioteca, la mayoría de las 680 bibliotecas públicas de la comunidad que también plantean sus iniciativas, y que se enfrentan al ascenso de usuarios y préstamos con el descenso de presupuesto, fundamentalmente en personal, en nuevas adquisiciones y en mantenimiento. “Los bibliotecarios son los superhéroes de la cultura. Están haciendo malabarismos para dar un buen servicio a los usuarios”, dice David Luque, director general de Industrias Creativas y del Libro de la Junta. “Estamos agudizando el ingenio, organizando nosotros las actividades, atendiendo a las personas que encuentran en estos centros un segundo hogar y que en muchos municipios funcionan como ejes vertebradores culturales”, cuenta Antonio Tomás Bustamante, presidente de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios. “Somos centros de información, cultura y ocio a coste cero, de inclusión social y no basados en el consumo; y ahora que tenemos más visibilidad y reconocimiento, tenemos que dar una buena respuesta”, considera Bustamante, que también se ha percatado del aumento de padres que se llevan películas y libros de préstamo. “Ya no es tan fácil para una familia ir al cine por la subida del precio de la entrada, o comprar un DVD”, señala Bustamante.
Por su lado, el director de la Biblioteca de Andalucía, en Granada, ha visto incluso a una madre dar de mamar a su bebé en la biblioteca. “Aquí, por supuesto, todos son bienvenidos, y servimos también para informar a las personas víctimas de este desastre social, en el que desafortunadamente nos encontramos, que hay lugares más adaptados para sus necesidades. Pero que si se quieren quedar, sin problema. Antes prefiero que me echen a mí de mi cargo, que echar a un indigente de la biblioteca pública”, comenta Álvarez con decisión. “Además, algunos incluso participan de las actividades culturales que realizamos. Los hay que tienen un nivel cultural alto, sobre todo los extranjeros”, matiza. “Además, ahora estamos adquiriendo más libros en árabe, rumano, ruso, polaco, chino, a parte de los tradicionales en inglés, francés o alemán”, enumera.
La Junta, por su parte, promueve la Biblioteca Intercultural de Andalucía, destinada a las minorías lingüísticas; la Red Idea, para documentación especializada; y la Biblioteca Virtual de Andalucía, que alberga en varios formatos documentos el patrimonio bibliográfico andaluz y que está integrada en la red virtual Europeana. “Y queremos además promover las adquisiciones de libros de editoriales andaluzas”, añade Luque.
Álvarez destaca que también está fomentando la compra de libros en español de literatura Latinoamericana. A Álvaro Arias seguro que le gustaría leer a un autor boliviano mientras cuida a un anciano en Sevilla
http://ccaa.elpais.com/ccaa/andalucia.html
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