martes, 29 de abril de 2014

¿Aún nos habla Shakespeare?

¿Aún nos habla Shakespeare?

Un clásico revisitado. Al cumplirse 450 años del nacimiento del genial dramaturgo, Griselda Gambaro, Rubén Szuchmacher, Ricardo Bartís y Javier Daulte, cuatro figuras del teatro argentino, evalúan su obra aquí y ahora.

“En literatura, en música, en artes plásticas, en la argumentación filosófica, un clásico es una forma significante que nos lee. Nos lee a nosotros más de lo que nosotros lo leemos (escuchamos, percibimos) a él”, dijo alguna vez el célebre crítico literario George Steiner. El 450 aniversario del nacimiento de William Shakespeare no hace más que reafirmar esta sentencia. Antes de que nosotros lo abordemos, es él quien nos discute, nos juzga, nos cuestiona. El creador del poder y la ambición, del amor, la ira y la ironía, nos pone en jaque por su modo particular de narrar sin tapujos los valores del mundo moderno. Por eso, aunque nos hable desde una lejana Londres del 1600, una parte del Bardo de Avon es también nuestra por la permanente reactualización de las puestas en escena que lo convierten en un clásico también contemporáneo, al igual que a Sófocles.
Pero, ¿cómo es ese Shakespeare argentino? ¿Cuál es el diálogo posible con un clásico shakespeareano hoy en Buenos Aires? ¿Cuánto y qué tan profundamente se conocen sus obras? ¿Cómo nos siguen interpelando como sociedad? En charla con Ñ, Griselda Gambaro, autora de La Señora Macbeth, y Rubén Szuchmacher, Ricardo Bartís y Javier Daulte, tres directores paradigmáticos del teatro nacional que llevaron a escena obras de Shakespeare en distintos contextos sociopolíticos, expusieron su mirada sobre las diversas apropiaciones del genio isabelino y su vigencia en la Argentina actual.
El recorrido va desde la reivindicación del deseo post dictadura en Sueño de una noche de verano, de la mano de Szuchmacher; la relectura de Bartís de la historia del príncipe de Dinamarca en Hamlet (o la guerra de los teatros); la emblemática interpretación de Rey Lear del inigualable Alfredo Alcón, actor shakespeareano si los hay, que murió el viernes 11 y cuya ausencia cambiará el teatro para siempre; la puesta de Enrique IV pensada para el Globe de Shakespeare, también bajo la dirección de Szuchmacher; hasta la última versión de Macbeth por Daulte, como una radiografía moderna del poder.
Figura absoluta del canon occidental, como supo definirlo el crítico Harold Bloom en La invención de lo humano, su obra tuvo buena acogida ya en los comienzos. Desde la primera aparición distorsionada de su nombre en nuestro país en un manifiesto de la Sociedad del Buen Gusto del Teatro en 1817, pasarían cuatro años hasta que se pusiera en escena el primer Hamlet nacional, de la mano de Luis Ambrosio Morante, en una traducción de la versión francesa de Jean-Francois Ducis. Tras varias adaptaciones ilegítimas supeditadas a lo que sucedía en España o Francia, Otelo fue la primera obra traducida al español directamente del inglés. Gracias al espaldarazo de la Generación del 80, en la que Shakespeare ejerció una gran influencia, hacia mitad del siglo XX ya se puede hablar de un Shakespeare argentino: Enrique Santos Discépolo estrenó en el Teatro Cervantes  La fierecilla domada, a la que asistieron el entonces presidente Perón y su mujer, Eva Duarte; Manuel Mujica Lainez tradujo 50 sonetos y Borges publicó el homenaje “Everything and nothing” en El Hacedor (1960), que anticipa los escritos sobre Shakespeare que vendrán después. Por eso, no es de extrañar que en 1964, los 400 años del nacimiento del autor inglés tuvieran unaenorme repercusión a nivel nacional.
En los tiempos que corren, la presencia del genio isabelino en nuestra cultura teatral y literaria es innegable y su teatro está tan vivo como siempre. “Sus textos tienen una vigencia continua porque hay algo de ese hombre de la modernidad que preanuncia todo lo que vendrá después. Es el gran autor que todavía no está superado porque en él se encuentra a Esquilo pero también a Beckett, a Séneca, a Brecht y a Chejov”, asegura Szuchmacher.
Tuvimos, gracias al gran Miguel Gueberof, fallecido en 2007, una Compañía Shakespeare Buenos Aires con la que se representó una gran parte del repertorio, y desde 2011, tiene su propio evento anual: el Festival Shakespeare de Buenos Aires, organizado por Patricio Orozco; y su propia institución, la Fundación Shakespeare Argentina, encargada de difundir su obra en el país. Además, cada temporada se presentan en Buenos Aires innumerables versiones de sus clásicos, en todos los circuitos y con las apuestas más disímiles. Como dijo con lucidez el crítico teatral Jan Kott, “Shakespeare es como el mundo o como la vida. Cada época encuentra en él lo que busca y lo que quiere ver. El espectador contemporáneo, descubriendo en las tragedias shakespeareanas su propia contemporaneidad, frecuentemente se siente cerca, de manera inesperada, de la contemporaneidad de Shakespeare”.
¿Qué tan nuestras volvimos las historias del Bardo de Avon? En el homenaje por el aniversario 400 de su nacimiento, Victoria Ocampo ya analizaba esta cuestión. “Shakespeare –sostenía Ocampo– ya no es Shakespeare para nosotros, ‘common readers’. Shakespeare es Hamlet, es Portia, es Otelo, es Ofelia, es Shyloc, es Enrique V y Cordelia, Titania y Próspero, Rosalinda y Macbeth, Cleopatra y Puck, Lear y Romeo. Es sus personajes y nada más. Nada menos tampoco”. Esos personajes son atemporales, ecuménicos, loables y deleznables por igual y al mismo tiempo, infinitamente humanos, inmortales. Sin importar el contexto inicial que les dio origen, a través de sus discursos, de sus posibilidades, de sus acciones, es como los hicimos nuestros. Para bien o para mal, siempre nos reconoceremos en ellos
.http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/William-Shakespeare-450-aniversario-Argentina_0_1127287315.html

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