Por Luis Sartori
Artista. De chica hizo teatro y escuchó ópera sin querer. De adolescente empezó a hacer canciones. Fue artista contestataria en la época militar. Y ahora promueve nuevos talentos.
Ensayo. Ana en el estudio porteño donde preparan La Flauta Mágica, la ópera de Mozart que presentarán en abril en el Teatro Avenida./ nestor sieira
04/03/13
En Peyrano, el pueblo santafecino fronterizo con Buenos Aires
donde nació y vivió hasta los 10 años, su mamá y su hermana mayor
escuchaban ópera. Pero a ella le daba vergüenza: “Me hacía tener poco crédito con mis amigos, que eran todos atorrantes, como yo”.Y un abuelo que no conoció deliraba con las óperas que sonaban en su fonógrafo –el único de la zona– y cuando llegaban las partes culminantes estrellaba una copa contra las paredes.
“Parece que cuentos apasionados como ese, hicieron nido en mí”.
De nena, Ana D’Anna ya jugaba al teatro con sus primos. Hija de Mateo, un político demoprogresista autor del primer proyecto de ley para el descanso dominical del trabajador rural, amigo de Lisandro de la Torre y, además, recitador de poemas; y de María Perak, que a sus tres hijos les hacía teatro de sombras en la pared. Buena caricaturista de adolescente –por dibujar a todas las monjas casi la echan del colegio pupilo de Rosario– y alumna de pintura de Guillermo Roux ya más crecida, fue a vivir a Pergamino con su hermana y allá le ocurrieron dos cosas trascendentes: dirigió teatro por primera vez y conoció a su esposo Horacio Jaunarena, el ex ministro de Defensa de Raúl Alfonsín cuando la famosa Semana Santa de “la casa está en orden”.
Su voz la acercó a la música popular, aunque mientras tanto estudiaba canto lírico, y también escribió varias decenas de canciones: Mercedes Sosa le grabó “La vidala de la soledad” , Amelita Baltar el tango “Canción para un día pequeño” , y Los Arroyeños “Hemos dado el primer paso”.
Aprendió guitarra con buenos maestros, estudió “chacarera por correspondencia” con su amigo Cuchi Leguizamón, y le hubiera gustado ser pianista y también bailarina.
“Pero bueno... no estoy descontenta con mi vida, me encanta esto”.
Y “esto” –el arte de ponerse al hombro una compañía de ópera de la A a la Z– arrancó pasados sus 40. Un buen día se propuso probar. Pero en el Teatro Colón le dijeron no.
“Entonces mi marido dijo ‘¿Cómo no? es absurdo, porque te exigen alemán, inglés, una cultura general. Vamos a hacer juicio’. E hicimos juicio. Duró casi un año, el caso pasó por 21 jueces y lo gané en todas las instancias. Pero me permitieron empezar a cursar independientemente del resultado”.
¿Cuánto dura la carrera y de qué te recibiste?
Tres años. Y me recibí de réggiseur, que parece un titulo nobiliario.
En castellano por favor.
Directora de escena. Para mí es directora de teatro, lo que siempre había sido. Lo interesante fue que al finalizar el primer año un montón de chicos se me acercaron y me dijeron hagamos un grupo, cuando nos recibimos hagamos una opera, como sea.
¿Y cuándo aparece la idea de crear Juventus Lyrica?
Ahí. Todos nos reíamos. No teníamos plata. Horacio mi marido dijo vamos a vender palcos caros. Y así empezó. La primera ópera que hicimos fue Don Giovanni, en el Avenida como siempre. Era 1999.
(Desde entonces presentaron 75 óperas –que vieron 250 mil espectadores–, y promovieron 573 cantantes, 23 directores y 572 músicos jóvenes).
¿Cuál es la idea central?
Juventus es como una escuela, un taller de investigación donde intentamos rozar el arte. Y tratamos de difundir la ópera: que llegue absolutamente a todo el mundo. Para eso María Jaunarena, mi hija, hizo el programa Juventus hace escuela , donde a los ensayos generales han ido muchos chicos de muy bajos recursos, de villas. Y hay un silencio sepulcral. Vale la pena ver eso.
¿El arte puede estar al alcance de todos?
Yo parto de la base de que todo el mundo tiene talento para el arte. Algunos más y otros menos. Pero debiera haber educación por el arte en las escuelas, porque aumenta la capacidad y la inteligencia. Creo que el arte desarrolla mucho la cabeza.
Pero no sirve de alimento, ¿o sí?
El arte también es el pan. La cultura no es un adorno. Es una forma de vida, de crecimiento. El teatro, la cultura, es una forma de conocimiento tan grande como la filosofía. Y debiera ser el pan para todos.
Al funeral de Verdi, en 1901 en Milán, fueron cientos de miles de personas ¿Puede volver a ser popular la ópera alguna vez?
Dependería del cómo. El arte es el cómo. El arte no es una suma: voy a juntar a cuatro genios y ya está. No. El arte es todo lo contrario. El Colón debiera dar 20 funciones al año a un precio accesible para todo el mundo. Pero debieran ser primero las óperas de Verdi, las de Puccini, hasta que todo el pueblo entre en este lenguaje. Y también deberían hacer óperas contemporáneas. Por ejemplo (Gian Carlo) Menotti es para todos, (Maurice) Ravel es para todos. Porque no hay que olvidarse del público. Ni de la excelencia. El problema de la ópera son los estereotipos con los que siempre se hicieron. Y los divismos.
¿El artista debe ser humilde?
Sí. Porque la humildad es una cualidad de la inteligencia. Si no sos humilde, no aprendés nada. La humildad es como el papel blanco: estás desnudo frente a la obra nueva por más que tengas mejor técnica que antes. Todos los grandes que yo he conocido son muy humildes. O tienen un tipo de soberbia que no es petulancia, es estar contentos con lo que hicieron y lo quieren transmitir.
¿Te gustan los desafíos?
Siiiii. Además, meterme en una canción nueva, en una ópera nueva es como entrar en una casa, donde vas a salir distinto. Porque vas a conocer, vas a investigar, te vas a conocer a vos mismo frente a eso.
¿Qué es la ópera para vos?
Es vivir la vida de otros, transmitirlo y que los demás se contagien de ese sentimiento tuyo. Es muy enriquecedor, terminás distinto a cómo entraste. Soy una persona que necesito hacer siempre todo distinto. No podría hacer siempre la misma ópera.
Hablás de la “verdad escénica”.
Es creer en una situación. Lo que decía André Lothe, un gran pintor: lograr un color que, sin ser de la naturaleza, merecería serlo. Está siempre la impronta, la sensibilidad, la gestualidad de cada uno.
Distinto a la verdad en la vida...
En la vida pensamos, elegimos, estamos a merced de los demás: es completamente distinto. El teatro es el juego del si yo fuera, del potencial. Que sirve mucho porque ayuda a ponerse en la piel del otro. Por eso te digo que sirve para el conocimiento.
¿Cómo le sirve a la sociedad?
Le sirve porque una cosa es tener piedad de otro, lástima, y otra compadecer, o sea padecer con el otro. Si todos los argentinos padeciéramos con los que necesitan, a full, en todos los planos –el alimentario, el cultural– este país sería distinto.
¿Qué artistas populares te influyeron?
Violeta Parra, Mercedes Sosa y María Elena Walsh, entre otros muchos.
Decís que cada ser humano es único.
Lo dice muy bien Herman Hesse en Demián : “El hombre es el punto único, singular, donde se juntan los fenómenos del mundo sólo una vez de aquel modo, y nunca más”. El gesto propio hace que seamos únicos. Todos somos irrepetibles .http://www.clarin.com/sociedad/Ana-DAnna-directora-Juventus-Lyrica_0_876512404.html
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