La autora argentina obtuvo en Suecia uno de los premios más prestigiosos de literatura infantil. Aquí, habla del detrás de escena de sus libros y de sus ideas.
POR Osvaldo Aguirre
“Es un cuento, no es la vida”
Isol quiso vivir desde chica todas las vidas que le fueran
posibles. Hacer muchas cosas a la vez. Por eso, además de dibujante, su
ocupación más conocida, es cantante. También produce obras para una
galería de arte. Y un poco en secreto, porque en ese género es todavía
inédita, escribe poesía. Pero el centro de su actividad es la literatura
infantil, un campo donde se ha consagrado como una de las autoras más
innovadoras, reconocida esta semana con el Astrid Lindgren Award, en
Suecia.
A fines de 2012 Fondo de Cultura Económica relanzó en Argentina tres de sus libros, publicados en México entre 1998 y 2003: Cosas que pasan , Secreto de familia y Regalo sorpresa . Son relatos que remiten a la primera etapa de su producción, cuando obtuvo una mención en el concurso “A la orilla del viento” que le permitió publicar Vida de perros (1997). “Suceden dentro de situaciones mínimas, de una idea que va desarrollándose. Pero también hay temas que sigo, por ejemplo el del deseo y del querer todo”, explica.
“Cosas que pasan” está focalizado en la relación de madre e hija, algo que suele estar presente en tus libros.
Sí. El lugar de la madre, en algunos casos como en Vida de perros , es el de la certeza, de la ley. Aunque en el psicoanálisis el padre cumple esa función, en mis libros la madre dice lo que se puede y lo que no se puede hacer. Una mamá es un rol, un modelo para separarse o parecerse, una niña la mira mucho. En casi todos mis libros estoy hablando desde el nene, en primera persona o desde su óptica. En La bella Griselda la protagonista es adulta, pero uno no tiene mucha empatía con ella sino, hacia el final del libro, con la nena. Y con Griselda cuando se enamora y pierde la cabeza. Hay un tema que tiene que ver también con mi crecimiento; después de hacer ese libro fui madre. Ahora el centro pasa por un lado diferente, por entregarse a otro. Libros como Cosas que pasan giran sobre una cosa bastante egoísta, donde el centro es uno y lo que uno quiere.
¿Hay una ironía acerca de los cuentos de hadas en “La bella Griselda”?
No sé si es tan irónico. Más bien que es meter el dedo en la llaga sobre qué es cierto modelo de mujer que nos venden: la mujer tiene que ser agradable, tiene que caer bien, cuanto más linda mejor. Ese trabajo cansa, querer algo ideal termina siendo mucho tiempo perdido. Y no sé cuánto de eso es para la mujer y cuánto es para los demás, cuánto se puede utilizar a favor y cuánto es algo que te piden para el placer de otros. Estar muy pendiente de la mirada ajena no es conectar con los demás. De pronto sale ese cuento con la frase “Todos se morían por ella”, algo que se usa, que es valorado. Como mujer, después te preguntás qué se hace con eso, cuál es el poder de esa seducción terrible. Me pareció divertido llevar al extremo un lugar común sobre el que uno no piensa, un modelo de muñequita que te atrapa. La mayoría de las mujeres famosas que tuvieron ese poder no terminaron muy bien: Marilyn, Rita Hayworth. El ideal termina siendo algo persecutorio, algo que hay que mantener; y si no quién sos, si esos ojos ya no te devuelven esa mirada. Me gusta entonces reírme, no decir que está mal sino jugar con eso. En Secreto de familia está el tema de ser diferente a como son los demás, y la mirada del otro. En los talleres donde trabajo con el libro pasan cosas divertidas. Está bueno poder reírse de quién es uno, de los demás, de lo que pasa en la intimidad, ver que no hay que andar escondiéndose. Y también saber que uno es varios. Hay una fantasía de que los demás son especiales, pero uno ve lo que los demás quieren mostrar y en casa ves a tu familia en chancletas, con sus días buenos y sus días malos. Yo me peleo mucho con el ideal en mis libros. Mis nenes los sufren y después se pueden reír, decir “eso no existe, está bueno estar en este mundo imperfecto, ser lo que soy”.
¿Cómo te situás en la óptica de los chicos?
Tengo empatía con la mirada de un niño. La entiendo. Me imagino lo que puede sentir y me acuerdo de lo que yo sentía. Todos tenemos ese nene vivo, funcionando, con muchas capas de madurez, aprendizaje, experiencia. Hay cosas que en un nene se ven muy claras, porque es transparente, no disimula. “Quiero eso, lo que tiene el vecino”, dice. La gente grande muchas veces hace lo mismo, y es patético, pero lo disfraza de otras cosas. Yo lo sigo viendo. Vivimos en un sistema con mucha gente que quiere tener más de lo que debería tener y que nunca está satisfecha. La identidad también está mucho en mis libros: ver las cosas de un lado y después del otro, poder interpretarlas de otra manera.
En ese caso, como en “Nocturno”, el “recetario de sueños”, hay un trabajo de experimentación sobre el formato del libro. ¿Cómo surgió?
Lo que me importa mucho es que el diseño sirva a la narración. No es que sea lindo, por ahí los dibujos son medio toscos. La primera imagen de Tener...fue el nene agarrando el patito. Después pensé: ¿y si habla el patito? Empecé a hacer imágenes y cada vez me divertía más. Me puse a pensar en cómo hacer que eso fuera fluido, que tuviera sorpresa.Nocturno partió de los materiales. Yo quería hacer un libro con la tinta glow in the dark, que tiene unas partículas que toman la luz y la reflejan. De chica, recuerdo que mi abuela tenía una virgencita que brillaba y a mí me parecía alucinante. El material me llevó a pensar una estructura de libro en que el uso de esa tinta fuera lícito, que estuviera dentro de la historia. Tenían que ser páginas independientes, para que cada dibujo tuviera su carga de luz. Y que tuviera que ver con la noche, de ahí el tema de los sueños. También me divierte que en la misma página haya dos dibujos a la vez y que no los puedas ver al mismo tiempo.
En “Regalo sorpresa”, donde un chico descubre un regalo antes de recibirlo, el tema resulta ser el libro.
Ese nene también es un disconforme. Si tengo que linkear con algo de mi vida es que yo nunca recibía lo que esperaba. Siempre me acuerdo de haber pasado navidades llorando. Pobres mis padres. Me gusta que el nene llore, que diga “este regalo es una porquería”. También está bueno que alguien te ayude a ingresar a un mundo que en principio no es un caramelo.
¿Qué te preocupa en el trabajo sobre el lenguaje visual y literario de los libros?
Sacarle partido al texto y a la ilustración. Pero a veces, cuando se analiza el libro, se va al argumento. También nos podría gustar ver cómo se junta un color con otro. Y en mis libros si no ves las dos cosas a la vez no se entiende nada. En Tener un patito...los mismos dibujos cuentan dos historias. Vida de perros también juega con la idea de una misma situación contada, por el nene y por la madre: los dos piensan que hablan de cosas distintas, y lo que sucede es lo mismo. La gracia de Secreto de familia es cómo está narrado visualmente. La nena dice “mi mamá es un puercoespín por las mañanas” y la manera de narrarlo hace que lo tomes de una manera. La cámara está puesta en la nena, tenemos una subjetiva de lo que ella ve. Nos parece entender qué es lo que pasa, pero ella nunca lo dice. Y está buena esa ambigüedad, el mundo es de muchas formas. El ilustrador elige también el tono, si yo ilustro mis cuentos de una manera realista quizá se leerían de una manera más solemne. En El globo , donde la madre desaparece, podría ser terrible. Pero está ilustrado de una manera donde uno se puede reír. Es un cuentito, no es la vida.
Los editores de literatura infantil suelen intervenir bastante en los libros. ¿Cómo es tu relación con ellos?
Tengo muy buena experiencia. Pero también porque soy muy obstinada. En lo que más seguridad tengo en mi vida es en mi trabajo con los libros. Cuando me dicen cosas yo las escucho, pero si no lo comprendo no voy a cambiar algo. Vida de perros fue el libro con el que más discutí, pero también porque cuando mostrás por primera vez tu trabajo el otro tiene que conocer tu código. Por suerte, los pude convencer. Después, lo que yo intento es hacer algo nuevo cada vez .http://www.revistaenie.clarin.com/rn/
A fines de 2012 Fondo de Cultura Económica relanzó en Argentina tres de sus libros, publicados en México entre 1998 y 2003: Cosas que pasan , Secreto de familia y Regalo sorpresa . Son relatos que remiten a la primera etapa de su producción, cuando obtuvo una mención en el concurso “A la orilla del viento” que le permitió publicar Vida de perros (1997). “Suceden dentro de situaciones mínimas, de una idea que va desarrollándose. Pero también hay temas que sigo, por ejemplo el del deseo y del querer todo”, explica.
“Cosas que pasan” está focalizado en la relación de madre e hija, algo que suele estar presente en tus libros.
Sí. El lugar de la madre, en algunos casos como en Vida de perros , es el de la certeza, de la ley. Aunque en el psicoanálisis el padre cumple esa función, en mis libros la madre dice lo que se puede y lo que no se puede hacer. Una mamá es un rol, un modelo para separarse o parecerse, una niña la mira mucho. En casi todos mis libros estoy hablando desde el nene, en primera persona o desde su óptica. En La bella Griselda la protagonista es adulta, pero uno no tiene mucha empatía con ella sino, hacia el final del libro, con la nena. Y con Griselda cuando se enamora y pierde la cabeza. Hay un tema que tiene que ver también con mi crecimiento; después de hacer ese libro fui madre. Ahora el centro pasa por un lado diferente, por entregarse a otro. Libros como Cosas que pasan giran sobre una cosa bastante egoísta, donde el centro es uno y lo que uno quiere.
¿Hay una ironía acerca de los cuentos de hadas en “La bella Griselda”?
No sé si es tan irónico. Más bien que es meter el dedo en la llaga sobre qué es cierto modelo de mujer que nos venden: la mujer tiene que ser agradable, tiene que caer bien, cuanto más linda mejor. Ese trabajo cansa, querer algo ideal termina siendo mucho tiempo perdido. Y no sé cuánto de eso es para la mujer y cuánto es para los demás, cuánto se puede utilizar a favor y cuánto es algo que te piden para el placer de otros. Estar muy pendiente de la mirada ajena no es conectar con los demás. De pronto sale ese cuento con la frase “Todos se morían por ella”, algo que se usa, que es valorado. Como mujer, después te preguntás qué se hace con eso, cuál es el poder de esa seducción terrible. Me pareció divertido llevar al extremo un lugar común sobre el que uno no piensa, un modelo de muñequita que te atrapa. La mayoría de las mujeres famosas que tuvieron ese poder no terminaron muy bien: Marilyn, Rita Hayworth. El ideal termina siendo algo persecutorio, algo que hay que mantener; y si no quién sos, si esos ojos ya no te devuelven esa mirada. Me gusta entonces reírme, no decir que está mal sino jugar con eso. En Secreto de familia está el tema de ser diferente a como son los demás, y la mirada del otro. En los talleres donde trabajo con el libro pasan cosas divertidas. Está bueno poder reírse de quién es uno, de los demás, de lo que pasa en la intimidad, ver que no hay que andar escondiéndose. Y también saber que uno es varios. Hay una fantasía de que los demás son especiales, pero uno ve lo que los demás quieren mostrar y en casa ves a tu familia en chancletas, con sus días buenos y sus días malos. Yo me peleo mucho con el ideal en mis libros. Mis nenes los sufren y después se pueden reír, decir “eso no existe, está bueno estar en este mundo imperfecto, ser lo que soy”.
¿Cómo te situás en la óptica de los chicos?
Tengo empatía con la mirada de un niño. La entiendo. Me imagino lo que puede sentir y me acuerdo de lo que yo sentía. Todos tenemos ese nene vivo, funcionando, con muchas capas de madurez, aprendizaje, experiencia. Hay cosas que en un nene se ven muy claras, porque es transparente, no disimula. “Quiero eso, lo que tiene el vecino”, dice. La gente grande muchas veces hace lo mismo, y es patético, pero lo disfraza de otras cosas. Yo lo sigo viendo. Vivimos en un sistema con mucha gente que quiere tener más de lo que debería tener y que nunca está satisfecha. La identidad también está mucho en mis libros: ver las cosas de un lado y después del otro, poder interpretarlas de otra manera.
En ese caso, como en “Nocturno”, el “recetario de sueños”, hay un trabajo de experimentación sobre el formato del libro. ¿Cómo surgió?
Lo que me importa mucho es que el diseño sirva a la narración. No es que sea lindo, por ahí los dibujos son medio toscos. La primera imagen de Tener...fue el nene agarrando el patito. Después pensé: ¿y si habla el patito? Empecé a hacer imágenes y cada vez me divertía más. Me puse a pensar en cómo hacer que eso fuera fluido, que tuviera sorpresa.Nocturno partió de los materiales. Yo quería hacer un libro con la tinta glow in the dark, que tiene unas partículas que toman la luz y la reflejan. De chica, recuerdo que mi abuela tenía una virgencita que brillaba y a mí me parecía alucinante. El material me llevó a pensar una estructura de libro en que el uso de esa tinta fuera lícito, que estuviera dentro de la historia. Tenían que ser páginas independientes, para que cada dibujo tuviera su carga de luz. Y que tuviera que ver con la noche, de ahí el tema de los sueños. También me divierte que en la misma página haya dos dibujos a la vez y que no los puedas ver al mismo tiempo.
En “Regalo sorpresa”, donde un chico descubre un regalo antes de recibirlo, el tema resulta ser el libro.
Ese nene también es un disconforme. Si tengo que linkear con algo de mi vida es que yo nunca recibía lo que esperaba. Siempre me acuerdo de haber pasado navidades llorando. Pobres mis padres. Me gusta que el nene llore, que diga “este regalo es una porquería”. También está bueno que alguien te ayude a ingresar a un mundo que en principio no es un caramelo.
¿Qué te preocupa en el trabajo sobre el lenguaje visual y literario de los libros?
Sacarle partido al texto y a la ilustración. Pero a veces, cuando se analiza el libro, se va al argumento. También nos podría gustar ver cómo se junta un color con otro. Y en mis libros si no ves las dos cosas a la vez no se entiende nada. En Tener un patito...los mismos dibujos cuentan dos historias. Vida de perros también juega con la idea de una misma situación contada, por el nene y por la madre: los dos piensan que hablan de cosas distintas, y lo que sucede es lo mismo. La gracia de Secreto de familia es cómo está narrado visualmente. La nena dice “mi mamá es un puercoespín por las mañanas” y la manera de narrarlo hace que lo tomes de una manera. La cámara está puesta en la nena, tenemos una subjetiva de lo que ella ve. Nos parece entender qué es lo que pasa, pero ella nunca lo dice. Y está buena esa ambigüedad, el mundo es de muchas formas. El ilustrador elige también el tono, si yo ilustro mis cuentos de una manera realista quizá se leerían de una manera más solemne. En El globo , donde la madre desaparece, podría ser terrible. Pero está ilustrado de una manera donde uno se puede reír. Es un cuentito, no es la vida.
Los editores de literatura infantil suelen intervenir bastante en los libros. ¿Cómo es tu relación con ellos?
Tengo muy buena experiencia. Pero también porque soy muy obstinada. En lo que más seguridad tengo en mi vida es en mi trabajo con los libros. Cuando me dicen cosas yo las escucho, pero si no lo comprendo no voy a cambiar algo. Vida de perros fue el libro con el que más discutí, pero también porque cuando mostrás por primera vez tu trabajo el otro tiene que conocer tu código. Por suerte, los pude convencer. Después, lo que yo intento es hacer algo nuevo cada vez .http://www.revistaenie.clarin.com/rn/
No hay comentarios:
Publicar un comentario