Más allá de los saqueos de diciembre, los libros son saqueados a lo largo de todo el año, con picos durante la Feria del Libro y en los días previos a la Navidad.
Durante los saqueos de este diciembre que termina con una pegajosa sensación térmica, algunos usuarios de las redes sociales se las ingeniaron para meter un poco de humor en medio del sinsentido. Al lado de las imágenes de supermercados destruidos o de locales devastados no por el hambre sino por el vandalismo, pegaban otras de librerías inmunes a la violencia de aquellos días. “Ante la amenaza... ¡refúgiese en una librería!”, decían. Otros manipulaban la típica placa roja de Crónica TV con leyendas como “Las librerías son los únicos negocios que no sufren saqueos”. La ironía permite varias interpretaciones, que el lector suspicaz ya habrá entendido.
Los libros, sin embargo, son saqueados a lo largo de todo el año, con picos durante la Feria del Libro y en los días previos a la Navidad. Lo saben los libreros, que estiman en un cuatro o cinco por ciento de su stock las pérdidas por robo de ejemplares. Lo saben los falsificadores de libros, como lo demostró una serie de allanamientos realizados la última semana en los que se incautaron 100 mil títulos pirateados, listos para salir al mercado.
En Memorias de un librero , el recordado Héctor Yánover establece dos categorías de ladrones de libros: los que hacen del robo su medio de vida y los que roban para leer. “Con los primeros ninguna consideración –aconsejaba el ex director de la Biblioteca Nacional–. La segunda categoría de ladrones admite una subdivisión: los que roban porque necesitan el libro y no tienen dinero y los que lo hacen por comodidad. Hay una tercera, y es la de aquellos que necesitan robar un libro para sentirse aventureros o para probar sus nervios, y no sería raro que hasta fueran buenos compradores. En esos casos el librero no debe advertir el robo”.
La literatura está llena de casos así. Por ejemplo en Severina , la novela del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, el protagonista –un joven librero– se hace el distraído cuando nota que la bella y enigmática Severina vuelve una y otra vez al local hurtando libros de manera tan torpe como evidente.
Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, dice por ahí la Biblia. Yo no recuerdo haber robado un libro hasta que la llegada del libro electrónico simplificó la ruta hacia el delito. No soy lector de e-books, pero hace poco quise consultar un libro agotadísimo y sólo lo encontré a un par de clics de distancia. Creo que violé el séptimo mandamiento y alguna que otra ley. Espero no ir preso o ser excomulgado por esto.http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/ocasion-hace-ladron_0_1055894416.html
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