lunes, 23 de diciembre de 2013

Confiar en que siempre se puede volver a empezar

Comunidad


La Asociación Civil Un Nuevo Comienzo da contención a quienes sufren adicciones y tiene un comedor comunitario en el Bajo Flores
Por   | Para LA NACION
Faltan quince minutos para el mediodía y el sol arde en la piel. Frente a una puerta del barrio Illia, en el Bajo Flores -a pocas cuadras de ese inmenso conglomerado que es la villa 1-11-14, una de las dos más pobladas de la Capital Federal-, un grupo de vecinos hacen cola bajo la sombra que dan los techitos sobre la vereda. Desde adentro llega la voz potente de Sandra García, dueña de casa y fundadora de la Asociación Civil Un Nuevo Comienzo: "¿Para cuántos, doña?", le pregunta a una mujer de una trenza larguísima y gorrito; "para ocho", responde, extendiéndole una bolsa de compras vacías que Sandra llena con unos recipientes de plástico que contienen ensaladas y ceviche, el menú del día.
"Acá asistimos a más de 300 vecinos, damos viandas al mediodía y a la noche, y cuando podemos, también la merienda", dice Sandra, sin dejar de atender, explicándoles cómo preparar y conservar la comida a cada una de las mujeres, niños, jóvenes y ancianos que esperan recibir su almuerzo. Cada vez que repite "¿para cuántos?", los números no bajan de seis o siete. "Son familias numerosas, acá hay mucha necesidad."
Ella sabe muy bien de lo que habla. "Yo las pasé por todas", admite García, y cuenta que hace ocho años decidió que era hora de darle a su vida un giro definitivo: con enorme sacrificio, transformó lo que era el patio delantero de su casa en una cocina, donde prepara alimentos para los vecinos del barrio. Pero además, convencida de que un plato de comida nunca es suficiente, se arremanga no sólo para revolver la olla, sino también para ayudar a internar a los "pibes" del barrio que andan dando vueltas, esclavizados por las drogas. Así nació Un Nuevo Comienzo. La elección del nombre no fue casual.
Sandra, que tiene 47 años y es madre de tres hijos, llegó a la Capital con su familia desde el Chaco cuando todavía era una beba. Tras andar de "villa en villa", los García se instalaron en un asentamiento del Bajo Flores. A los 11, ya trabajaba en las fábricas de la zona: primero en una de baldes y luego, en una de ekekos, esos muñequitos que en las culturas andinas representan -paradójicamente- la abundancia: "Éramos muy pobres", cuenta. Desde nena supo lo que era la explotación, el maltrato, el abuso, y cuando ya era una joven mujer, las drogas. "La pasé mal", admite.
"Un día dije «se terminó, quiero empezar una nueva vida»", dice Sandra. Por ella y por sus hijos -Gaby, el mayor, padecía esquizofrenia y también andaba metido en drogas- decidió que era hora de "un nuevo comienzo". Se hizo evangélica, abandonó los vicios, sacó a su familia adelante y se cargó al hombro un sueño: ayudar a los que pasan por lo mismo que ella pasó.
Primero empezó colaborando en el hogar para madres solteras que había creado Lidia, una amiga del barrio. Después, vio que era hora de hacer su propio camino. "Empecé a caminar contra viento y marea, sol y lluvia, sin plata, conseguí la personería jurídica y fundé la Asociación Civil Un Nuevo Comienzo para Mejor Calidad de Vida, dice, con una sonrisa orgullosa.
Formada por un grupo de seis voluntarios estables más otros que colaboran en tareas puntuales, además de brindar alimentos a los vecinos, la asociación ofrece apoyo escolar a los chicos del barrio (la mayoría vive en la villa 1-11-24), asistencia a quienes buscan trabajo -"los planes no sirven", ratifica Sandra- y a los jóvenes que sufren alguna adicción, encargándose de hacer todos los trámites para conseguir una internación en los centros de rehabilitación. "Dios me dio una habilidad de poder hablar con los pibes cara a cara, porque yo también estuve ahí, y si pude salir y sacar a mi familia a flote, ellos también van a poder", dice. Asegura que lo que más le hace bien "es ver a los chicos que salieron adelante y ahora son grandes personas. Eso me hace sentir muy orgullosa de mí".
En la actualidad, ella y su compañero se ganan "peso por peso" haciendo fletes y en un puesto en la feria del barrio. La asociación no recibe ningún subsidio, por lo cual las donaciones son esenciales para poder llevar adelante su tarea: hace dos años, Sandra consiguió que una cadena de restaurantes de comida natural le donara los alimentos que sobran al final del día. Con éstos -más los que consigue comprar con las donaciones de particulares y los que adquiere en la Fundación Banco de Alimentos- prepara las viandas que distribuye, mediodía y noche, a los vecinos.
"Soy un pulpo, siempre ando para todos lados", dice Sandra, entre risas, pero poniéndose seria aclara: "Trabajamos sobre la urgencia, hay que improvisar todo el tiempo, porque el hambre no espera, y la droga tampoco...". Para continuar con su labor, Un Nuevo Comienzo necesita la donación de alimentos no perecederos y un freezer. Quienes deseen y puedan colaborar deben comunicarse con Sandra al (011) 4919-5641 / (011) 15-3850-3322 o por mail:sgunnuevocomienzo@gmail.com..

No hay comentarios:

Publicar un comentario