Con el punto y final del curso escolar, va apareciendo por el horizonte de nuestras atareadas mentes el nuevo plan estratégico para ocupar las largas vacaciones de verano
de nuestros niños. La interrupción de sus múltiples actividades que nos
los han tenido ocupados durante el curso nos da más de un quebradero de
cabeza. Pero, después de unos largos meses de esfuerzo, de actividades
programadas, de prisas y madrugones, todos necesitamos un periodo en el que relajarnos, divertirnos e imaginar...
Recuerdo que mis vacaciones de verano eran un momento excelente para
hacer cosas nuevas como hacerle recados a mamá, aprender a coser
botones, contemplar las nubes o leer un libro de los gordos; para emprender nuevos retos como montar en bicicleta o lanzarme a nadar; para aprender cosas que no son matemáticas y lengua; para jugar y reñir con mis hermanos; para disfrutar en familia, comer helados, trasnochar y crecer.
¿Ya no os acordáis? Cuando éramos pequeños el verano se hacía eterno, ¡era maravilloso!, incluso nos daba tiempo a aburrirnos como ostras. Ese era un momento especial para encontrarnos con nosotros mismos y nuestra cabecita empezaba a maquinar travesuras, inventar juegos y a imaginar situaciones. Poder disponer de ese tiempo para no hacer nada es realmente útil para nuestros hijos, al igual que lo fue para nosotros. Así que no deberíamos agobiarnos demasiado cuando nos digan lo de "mamá, me aburro". Actualmente, los psicólogos vienen a ratificar lo que todos hemos experimentado de niños desde siempre: que cuando no tenemos nada que hacer es cuando más fácilmente hemos echado mano de nuestra creatividad para imaginar y para buscarnos un entretenimiento digno de nuestras inquietudes.
Un simple palo nos venía al pelo para hacer un hormiguero, con unos cuantos libros y cajas ideábamos un magnífico circuito de coches de carrera, con unas lanas de mamá, ideábamos unos collages impresionantes, con un cubo de agua y una pala fabricábamos un emporio hotelero para todos los bichos que recolectábamos... Pese a lo que nos digan los niños, los padres tenemos que saber que sus mentes no les dejarán aburrirse, “los vacíos” no existen en la mente de nuestros pequeños, siempre consiguen llenarlos de pensamientos, ocurrencias, juegos e invenciones. Así que en cualquier época del año (pero especialmente en verano) no debemos agobiarnos por programar y ocupar todas las horas del día de nuestro hijo con múltiples actividades, sino dejarles esa parcela íntima para el aburrimiento en el que ellos puedan cultivar y recoger los frutos de su imaginación.
Patro Gabaldón. GuiaInfantil.com
http://www.guiainfantil.com/blog/858/es-malo-que-los-ninos-se-aburran.html
Mi hijo se aburre, ¿qué hago?
¿Ya no os acordáis? Cuando éramos pequeños el verano se hacía eterno, ¡era maravilloso!, incluso nos daba tiempo a aburrirnos como ostras. Ese era un momento especial para encontrarnos con nosotros mismos y nuestra cabecita empezaba a maquinar travesuras, inventar juegos y a imaginar situaciones. Poder disponer de ese tiempo para no hacer nada es realmente útil para nuestros hijos, al igual que lo fue para nosotros. Así que no deberíamos agobiarnos demasiado cuando nos digan lo de "mamá, me aburro". Actualmente, los psicólogos vienen a ratificar lo que todos hemos experimentado de niños desde siempre: que cuando no tenemos nada que hacer es cuando más fácilmente hemos echado mano de nuestra creatividad para imaginar y para buscarnos un entretenimiento digno de nuestras inquietudes.
Un simple palo nos venía al pelo para hacer un hormiguero, con unos cuantos libros y cajas ideábamos un magnífico circuito de coches de carrera, con unas lanas de mamá, ideábamos unos collages impresionantes, con un cubo de agua y una pala fabricábamos un emporio hotelero para todos los bichos que recolectábamos... Pese a lo que nos digan los niños, los padres tenemos que saber que sus mentes no les dejarán aburrirse, “los vacíos” no existen en la mente de nuestros pequeños, siempre consiguen llenarlos de pensamientos, ocurrencias, juegos e invenciones. Así que en cualquier época del año (pero especialmente en verano) no debemos agobiarnos por programar y ocupar todas las horas del día de nuestro hijo con múltiples actividades, sino dejarles esa parcela íntima para el aburrimiento en el que ellos puedan cultivar y recoger los frutos de su imaginación.
Patro Gabaldón. GuiaInfantil.com
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