Para Tonucci, de 68 años, nacido en
Fano y radicado en Roma, el colegio no debe asumir un papel absorbente
en la vida de los chicos. Por eso discrepa de los que defienden el doble
turno escolar.
"Necesitamos de los niños para salvar
nuestros colegios", explica Tonucci, licenciado en Pedagogía en Milán,
investigador, dibujante y autor de Con ojos de niño, La ciudad
de los niños y Cuando los niños dicen
¡Basta!, entre otros libros que han dejado huella en docentes y padres.
Tonucci llegó a la Argentina por 15a. vez, invitado por el gobernador de
Santa Fe, Hermes Binner, a quien definió como "un lujo de gobernante".
Dialogó con LA NACION sobre lo que
realmente importa a la hora de formar a los más chicos y dejó varias
lecciones, que muchos maestros podrían anotar para poner en marcha a
partir del próximo ciclo escolar.
Propuso, en primer lugar, que los
maestros aprendan a escuchar lo que dicen los niños; que se basen en el
conocimiento que ellos traen de sus experiencias infantiles para empezar
a dar clase. "No hay que considerar a los adultos como propietarios de
la verdad que anuncian desde una tarima", explicó.
Recomendó que "las escuelas sean bellas,
con jardines, huertas donde los chicos puedan jugar y pasear
tranquilos; y no con patios enormes y juegos uniformes que no sugieren
nada más que descarga explosiva para niños sobreexigidos".
Y que los maestros no llenen de
contenidos a sus estudiantes, sino que escuchen lo que ellos ya saben, y
que propongan métodos interesantes para discutir el conocimiento que
ellos traen de sus casas, de Internet, de los documentales televisivos.
"¡Que se acaben los deberes! Que la escuela sepa que no tiene el derecho
de ocupar toda la vida de los niños. Que se les dé el tiempo para
jugar. Y mucho", es parte de su decálogo.
De hablar pausado y de pensamiento
agudo, Tonucci transmite la imagen de un padre, un abuelo, un educador
que aprendió a ver la vida desde la perspectiva de los niños. Y recorre
el mundo pidiendo a gritos a políticos y dirigentes que respeten la voz
de los más pequeños.
-¿Cómo concibe usted una buena escuela?
-La escuela debe hacerse cargo de las
bases culturales de los chicos. Antes de ponerse a enseñar contenidos,
debería pensarse a sí misma como un lugar que ofrezca una propuesta
rica: un espacio placentero donde se escuche música en los recreos, que
esté inundado de arte; donde se les lean a los chicos durante quince
minutos libros cultos para que tomen contacto con la emoción de la
lectura. Los niños no son sacos vacíos que hay que "llenar" porque no
saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia
familiar que cada pequeño de seis años trae consigo.
-¿Cómo se deberían transmitir los conocimientos?
-En realidad, los conocimientos ya están
en medio de nosotros: en los documentales, en Internet, en los libros.
El colegio debe enseñar utilizando un método científico. No creo en la
postura dogmática de la maestra que tiene el saber y que lo transmite
desde una tarima o un pizarrón mientras los alumnos (los que no saben
nada), anotan y escuchan mudos y aburridos. El niño aprende a callarse y
se calla toda la vida. Pierde curiosidad y actitud crítica.
-¿Qué recomienda?
-Me imagino aulas sin pupitres, con
mesas alrededor de las cuales se sientan todos: alumnos y docentes. Y
donde todos juntos apoyan, en el centro, sus conocimientos, que son
contradictorios, se hacen preguntas y avanzan en la búsqueda de la
verdad. Que no es única ni inamovible.
-¿Cuál es rol del maestro?
-El de un facilitador, un adulto que
escuche y proponga métodos y experiencias interesantes de aprendizaje.
Generalmente los pequeños no están acostumbrados a compartir sus
opiniones, a decir lo que no les gusta. Los docentes deberían tener una
actitud de curiosidad frente a lo que los alumnos saben y quieren. Les
pediría a los maestros que invitaran a los niños a llevar su mundo
dentro del colegio, que les permitieran traer sus canicas, sus
animalitos, todo lo que hace a su vida infantil. Y que juntos salieran a
explorar el afuera.
-Varias veces usted ha dicho que la escuela no se relaciona con la vida. ¿Por qué?
-Porque propone conocimientos inútiles
que nada tienen que ver con el mundo que rodea al niño. Y con razón
éstos se aburren. Hoy no es necesario estudiar historia de los
antepasados, sino la actual. Hay que pedirles a los alumnos que se
conecten con su microhistoria familiar, la historia de su barrio. Que
traigan el periódico al aula y se estudie sobre la base de cuestiones
que tienen que ver con el aquí y ahora. Esto los ayudará a interesarse
luego por culturas más lejanas y entrar en contacto con ellas.
-¿Cómo se puede motivar a los
alumnos frente a los atractivos avances de la tecnología: el chat, el
teléfono celular, los juegos de la computadora, el iPod, la play
station?
-El colegio no debe competir con
instrumentos mucho más ricos y capaces. No debe pensar que su papel es
enseñar cosas. Esto lo hace mejor la TV o Internet. La escuela debe ser
el lugar donde se aprenda a manejar y utilizar bien esta tecnología,
donde se trasmita un método de trabajo e investigación científica, se
fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en
equipo.
-¿Es positiva la doble escolaridad?
- En Italia llamamos a
este fenómeno "escuelas de tiempo pleno". La pregunta que me surge es:
¿pleno de qué? Esta es la cuestión. La escuela está asumiendo un papel
demasiado absorbente en la vida de los niños. No debe invadir todo su
tiempo. La tarea escolar, por ejemplo, no tiene ningún valor pedagógico.
No sirve ni para profundizar ni para recuperar conocimientos. Hay que
darles tiempo a los niños. La Convención de los Derechos del Niño les
reconoce a ellos dos derechos
http://www.creadess.org/index.php/informate/desarrollo-humano1/educacion/21347-la-mision-principal-de-la-escuela-ya-no-es-ensenar-cosasara
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