Opinión
Los datos indican la complejidad de la deuda social para con un amplio segmento de la comunidad infantil y juvenil de nuestra sociedad.
Revelan también la imperiosa necesidad de que a nivel de los estamentos públicos se tome conciencia de que las condiciones de crianza infantil, y de educación previa y durante la adolescencia, impactan sobre la organización temprana de los procesos neurocognitivos y emocionales. Tales condiciones pueden enriquecer o empobrecer los mecanismos básicos mediante los cuales el ciudadano podrá acceder a las oportunidades de la vida.El sustrato neurobiológico (el cerebro) y el marco sociocultural son dos dimensiones interactivas que se potencian en un sentido virtuoso -o no-. Es "necesario, pero no suficiente" combatir el hambre de los niños, hay que proveer además condiciones físicas y emocionales de contención y enriquecimiento del medio ambiente en contacto con ellos.
Considerando el avance en la tecnología de alimentos y la concentración de riquezas, es inaceptable tanto que se hayan generado condiciones de des y malnutrición infantil en vastos sectores, como que no se hayan corregido. Pero eso no es todo, lamentablemente.
El análisis de poblaciones infantiles, realizado por investigadores de la UNA desde 1996 en grupos de chicos de la ciudad y del Gran Buenos Aires, y en la ciudad de Salta, en condiciones de riesgo por pobreza, pero ubicados dentro de los parámetros de normalidad y sin antecedentes de trastornos del desarrollo, anemia o enfermedades infecciosas recientes, indican una diferencia madurativa en el desempeño promedio en pruebas cognitivas, comparado con poblaciones carentes de ese riesgo.
Las condiciones del entorno físico y emocional son factores causales en el desarrollo del desempeño cognitivo. En este sentido, el símbolo de un hogar en condición de pobreza no lo constituye un chico malnutrido, sino un chico desprotegido. Pero aquellos instrumentos de acción comunitaria capaz de modificar o interferir con el deterioro individual y colectivo deben contar con un aval de seriedad de origen y constante monitoreo para evaluar su efecto. Y además, aplicarse en la forma más integrada posible, y en forma sostenida. De hecho, no debiera esperarse un cambio real en la situación descripta con la constante aplicación exclusiva de medidas coyunturales y efímeras, de corte asistencialista.
El martes 10 de julio de 2007 escribía en LA NACION: "...Esos niños de menos de 14 años -marginados de la educación y la contención- son la expresión de un verdadero tsunami social en gestación, que requiere atención especializada, programas de recuperación y contención para que tengan una oportunidad de completar exigencias curriculares que les permitan desarrollar aptitudes mínimas para la competencia laboral y lograr una calidad de vida aceptable, recuperación en el desempeño de funciones básicas que es posible gracias a las características de plasticidad del sistema nervioso. Esta marea compuesta, en su cresta, por los niños del desamparo crónico y de la debacle que comenzó a gestarse en los 90 e hizo aguda crisis pocos años después -y, agrego hoy, se incrementa con los índices de deserción escolar y repitencia-, irrumpirá en la vida de la comunidad, exigiendo derechos de ciudadanía de los que una economía con exclusión social los ha privado, o transitará caminos de maladaptación social generados por la propia sociedad."
El daño social durante la infancia y la adolescencia se revela tanto en las características de los fenómenos básicos del procesamiento cerebral para el desarrollo individual, como en su expresión social
.http://www.lanacion.com.ar/1629746-la-importancia-del-impacto-social-temprano
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