23/11/2013 REALIDAD
La función educativa
Ricardo Sánchez Recio (*)
Un gran número de investigaciones revela que la familia es el entorno más óptimo para la educación de los hijos. La familia es el ámbito propicio donde surgen los afectos, en donde se trasmiten los valores, en donde se aprenden a vivir las virtudes que perfeccionan al hombre, en donde la persona aprende a conocerse a sí misma y a poder relacionarse con los demás.
La educación de los hijos se realiza en la familia desde la cuna y los padres son los primeros y principales educadores. ¿Cómo educan los padres? Educan, primero, por lo que son, luego por lo que hacen y por último, por lo que dicen. En síntesis, educan por presencia, por modelo y ejemplo, mediante su vida y su palabra, por vivencias compartidas y el diálogo establecido. La educación no verbal es la más importante.
En efecto, la mayor parte de la educación de los hijos se realiza de modo indirecto, es decir, mediante el ejemplo. El aprendizaje por modelos es la imitación de los hijos a sus padres, porque los niños están atentos a lo que hacen y dicen sus progenitores. Viviendo con sus hijos y compartiendo las vivencias cotidianas, los padres van mostrando lo que es valioso, lo que es bueno, lo que es verdadero, lo que es bello.
Los padres deben comprender la importancia del ejemplo en la educación de los hijos. El aprendizaje por imitación es propio del ser humano y los padres son modelos identificatorios en todos los órdenes de la vida. Los padres, con su vida y ejemplo, con los valores que encarnan, demuestran una línea de conducta y una personalidad ejemplar. Es en el hogar donde los niños, desde que nacen, deben recibir un modelo de varón y de mujer a imitar, y una formación gradual en los valores y las virtudes que permitan adquirir una personalidad integrada. Los hijos advierten la valoración de la masculinidad a partir de la actitud de la madre hacia el padre y viceversa. Por eso es fundamental el modelo encarnado por los padres y la valoración mutua de los cónyuges.
Los investigadores señalan que el ser humano, desde temprana edad, tiende a ser como una esponja que absorbe todo lo que ve en su entorno: su hogar, su familia, mirando a sus padres como se tratan entre ellos y como tratan a otras personas. Hay que tener presente que nos están observando a cada instante: como nos comportamos, cómo actuamos ante las circunstancias, que principios nos rigen, nuestros hábitos, nuestra moralidad, etc.
Mucho de lo que ellos serán en el futuro depende de la buena o mala influencia que les trasmitimos con nuestro ejemplo, tanto del papá como de la mamá, los adultos referentes del niño. Los niños imitan la conducta que observan alrededor sin poder evaluar, por su edad, si esa conducta observada-imitada le va a producir un beneficio o le va a generar una consecuencia negativa. En ese sentido, la familia es "'escuela de virtuosos'' o "'escuela de viciosos'' y se observa que muchas conductas destructivas y antisociales fueron inoculadas en la familia. Así suele ocurrir cuando les decimos a gritos que hablen en voz baja, cuando les decimos que no fumen mientras que sostenemos un cigarrillo en la mano, cuando les pedimos que nos escuchen y nosotros no les escuchamos, cuando les prohibimos que peguen a los demás mientras que les estamos dando una bofetada, cuando les decimos que sean optimistas y que se animen mientras que nosotros lo vemos todo muy negro, cuando les pedimos que no mientan mientras nosotros mentimos, etc. Conductas de agresividad, violencia, egoísmo, malas palabras, robo, humillaciones, abusos sexuales, etc., en los niños obedecen a que ellos no tienen la capacidad de razonar para saber cuál será la consecuencia de su acción. Sencillamente imitan porque es algo instintivo en su aprendizaje y en el desarrollo de la socialización. En el trato diario con los hijos, aprenden mucho más de nosotros al observar nuestro comportamiento, que de aquello que escuchan de nuestros labios. Las palabras se las lleva el viento; las acciones quedan. Un ejemplo vale más que mil palabras.
(*) Bioquímico legista Policía de San Juan. Docente de educación sexual, Instituto Escuela de la Familia, Ministerio de Educación, San Juan.http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=599815
La educación de los hijos se realiza en la familia desde la cuna y los padres son los primeros y principales educadores. ¿Cómo educan los padres? Educan, primero, por lo que son, luego por lo que hacen y por último, por lo que dicen. En síntesis, educan por presencia, por modelo y ejemplo, mediante su vida y su palabra, por vivencias compartidas y el diálogo establecido. La educación no verbal es la más importante.
En efecto, la mayor parte de la educación de los hijos se realiza de modo indirecto, es decir, mediante el ejemplo. El aprendizaje por modelos es la imitación de los hijos a sus padres, porque los niños están atentos a lo que hacen y dicen sus progenitores. Viviendo con sus hijos y compartiendo las vivencias cotidianas, los padres van mostrando lo que es valioso, lo que es bueno, lo que es verdadero, lo que es bello.
Los padres deben comprender la importancia del ejemplo en la educación de los hijos. El aprendizaje por imitación es propio del ser humano y los padres son modelos identificatorios en todos los órdenes de la vida. Los padres, con su vida y ejemplo, con los valores que encarnan, demuestran una línea de conducta y una personalidad ejemplar. Es en el hogar donde los niños, desde que nacen, deben recibir un modelo de varón y de mujer a imitar, y una formación gradual en los valores y las virtudes que permitan adquirir una personalidad integrada. Los hijos advierten la valoración de la masculinidad a partir de la actitud de la madre hacia el padre y viceversa. Por eso es fundamental el modelo encarnado por los padres y la valoración mutua de los cónyuges.
Los investigadores señalan que el ser humano, desde temprana edad, tiende a ser como una esponja que absorbe todo lo que ve en su entorno: su hogar, su familia, mirando a sus padres como se tratan entre ellos y como tratan a otras personas. Hay que tener presente que nos están observando a cada instante: como nos comportamos, cómo actuamos ante las circunstancias, que principios nos rigen, nuestros hábitos, nuestra moralidad, etc.
Mucho de lo que ellos serán en el futuro depende de la buena o mala influencia que les trasmitimos con nuestro ejemplo, tanto del papá como de la mamá, los adultos referentes del niño. Los niños imitan la conducta que observan alrededor sin poder evaluar, por su edad, si esa conducta observada-imitada le va a producir un beneficio o le va a generar una consecuencia negativa. En ese sentido, la familia es "'escuela de virtuosos'' o "'escuela de viciosos'' y se observa que muchas conductas destructivas y antisociales fueron inoculadas en la familia. Así suele ocurrir cuando les decimos a gritos que hablen en voz baja, cuando les decimos que no fumen mientras que sostenemos un cigarrillo en la mano, cuando les pedimos que nos escuchen y nosotros no les escuchamos, cuando les prohibimos que peguen a los demás mientras que les estamos dando una bofetada, cuando les decimos que sean optimistas y que se animen mientras que nosotros lo vemos todo muy negro, cuando les pedimos que no mientan mientras nosotros mentimos, etc. Conductas de agresividad, violencia, egoísmo, malas palabras, robo, humillaciones, abusos sexuales, etc., en los niños obedecen a que ellos no tienen la capacidad de razonar para saber cuál será la consecuencia de su acción. Sencillamente imitan porque es algo instintivo en su aprendizaje y en el desarrollo de la socialización. En el trato diario con los hijos, aprenden mucho más de nosotros al observar nuestro comportamiento, que de aquello que escuchan de nuestros labios. Las palabras se las lleva el viento; las acciones quedan. Un ejemplo vale más que mil palabras.
(*) Bioquímico legista Policía de San Juan. Docente de educación sexual, Instituto Escuela de la Familia, Ministerio de Educación, San Juan.http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=599815
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