Hernán Iglesias Illa: "Sarmiento tenía un plan para sacudir a la Argentina"
El autor de American Sarmiento (Sudamericana) recreó a lo largo de Estados Unidos el viaje que transformó las ideas del sanjuanino
Articulo publicado en el Diario La Nacion
Estadista obsesivo, animal político, hombre de pocas sonrisas y discursos sólidos, narrador potente, antirrosista, gestor de un plan destinado a rescatar a la Argentina de la barbarie y abanderado de esa misión que se convirtió en el objetivo de su vida: "poblar las soledades" de las pampas. Hasta aquí, la imagen de Domingo Faustino Sarmiento que sedimentó en el inconsciente colectivo de generaciones enteras, rígida como la fotografía de su cadáver impresa con morbo institucional en las ediciones de Facundo .
Claro que las nuevas interpretaciones sobre su persona, incluso sobre sus propios textos, fueron muchas y variadas de un tiempo a esta parte. Exagerado, dubitativo, contradictorio, fabulador, enamoradizo, liberal (y no sólo en el sentido político del término) son sólo algunos de los adjetivos que empezaron a orbitar en torno al "padre de la escuela", luego de que David Viñas, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y Noé Jitrik, entre otros, transitaran por su obra. Ahora, Hernán Iglesias Illa busca en American Sarmiento (Sudamericana) hacer algo parecido, pero redobla la apuesta: ahí donde otros eligieron la relectura desde la comodidad de sus escritorios, el cronista argentino radicado en Brooklyn prefiere poner el cuerpo. Sí; en pleno siglo XXI, Illa está dispuesto a recrear los Viajes, de Sarmiento, allá por 1847, cuando llegaba a Nueva York y, fascinado con lo que veía, decidía que su modelo de civilización ya no sería Europa, sino los Estados Unidos. De ahí que Iglesias Illa se calce el traje de un Sarmiento contemporáneo, un siglo y medio después, para recorrer como él, junto con él, los pueblos de Nueva Inglaterra, las cataratas del Niágara, los lagos de Ontario. Recrea sus pasos, chequea sus anotaciones, compara sensaciones físicas, lo cuestiona. Y se mimetiza con él al punto de dejarse crecer la barba que, pese a estar de moda ("muy hipster y común entre mis vecinos de Brooklyn", comenta Illa), funciona más como motor de escritura que como elección estética.
-¿El proyecto de tu libro surge realmente porque encontraste Viajes al hacer orden en tu biblioteca, como contás al comienzo, o hay otras razones?
-Creo que se juntaron varias cosas, desde ver el tomo de Viajes en el nuevo orden de la biblioteca de casa, a las cosas que estaba leyendo y cómo me estaba sintiendo. Por ejemplo, creo que me sentía un poco paralizado entre un impulso por escribir más políticamente y otro por escribir más literariamente. Y este libro me permitió hacer las dos cosas.
-Si tuvieras que calificarlo con un rótulo, ¿qué preferís? ¿Crónica, ensayo, investigación...?
-Lo bueno es que no tengo que calificarlo con un rótulo. O sea que diría "todos". Pero si me ponés contra la pared, me apuntás con una pistola y me obligás a elegir, diría "ensayo personal", que reivindica el viejo ensayo apasionado y un poco desordenado, pero siempre vivo e interesante, y le quita la presión de sermonear sobre un tema. Un ensayo personal es un poco eso, un narrador que sale de viaje hacia un tema desconocido y escribe las notas que va tomando en su descubrimiento. Cuando empecé a escribir el libro, estaba leyendo mucho a Geoff Dyer y a Emmanuel Carrère, que también escriben libros sobre temas que en las primeras páginas desconocen por completo, y es probable que su influencia se haya notado, que sin querer (o no tan sin querer) les haya afanado un poco de su sensibilidad o su estilo.
-El tono descontracturado, incluso tus propias conjeturas respecto de lo que "en realidad" Sarmiento pensó o exageró, ¿tiene como propósito plantarte en la vereda opuesta de los textos académicos que transitaron los Viajes ?
-No fue a propósito. Quiero decir: el tono del libro es mi tono, pero también sé que es distinto del de otros que escribieron sobre Sarmiento. Mi planteo como autor está más en relación con Sarmiento que con quienes escribieron sobre él, que me interesan, pero menos. Quise que mi narrador se pareciera o se comparara más con Sarmiento que, por nombrar un par de los mencionados en el libro, con Ricardo Rojas o David Viñas.
-¿A quiénes leíste antes de avanzar y cuál fue tu objetivo en cuanto a la estrategia de relectura sarmientina?
-Leí a todos los que habían escrito sobre los viajes de Sarmiento, que tampoco son tantos, y después leí mucho a Sarmiento, a quien, debo confesar, había leído menos de lo que debía. Una de las cosas que les critico a los académicos en el libro es su obsesión por los objetivos y las estrategias de Sarmiento. Su incapacidad para dejarse llevar por el texto, disfrutarlo, dejarse sorprender. Por eso prefiero decir que no tengo estrategias ni objetivos, que los trucos y las gambetas metidas en el libro están ahí porque "me hicieron gracia" en su momento y no porque obedecieran a un masterplán. Y sería bastante cierto.
-¿En qué otras cosas te mimetizaste con DFS además de la barba?
-La barba era la mimetización más externa, la más superficial, pero también la única visible. Debajo de eso estaba viajando como Sarmiento, escribiendo un libro que quería calcar de su libro original y escribiéndolo también como cartas a un amigo argentino. Sarmiento a Valentín Alsina, que estaba exiliado en Montevideo, y yo a un amigo sin nombre que vive en Buenos Aires.
-¿En qué se homologa la visión sarmientina de la Argentina en Viajes con el panorama presente de nuestro país?
-Bueno, Sarmiento tenía una visión muy negativa de la Argentina de 1847, de la que había salido exiliado hacia Chile y donde, en su opinión, no pasaba nada. Rosas, que gobernaba hacía casi 20 años, parecía eterno. Por eso también me gusta Viajes : porque es un libro tan pesimista sobre la posibilidad de cambios en Buenos Aires que Sarmiento escribe con sentido del humor y sin urgencias políticas.
-¿Y su visión de Estados Unidos?
-Ah, bueno. Esto te quería decir. Lo que todo el mundo le reconoció a Sarmiento, incluidos sus críticos nacionalistas, como Manuel Gálvez, era que el Sarmiento de Viajes tenía un plan, una dirección, para sacudir a Argentina de la inmovilidad donde estaba. Mientras el resto de los políticos estaban obsesionados con sus guerritas civiles, Sarmiento decía: hagamos escuelas públicas, traigamos inmigrantes, pongamos trenes, alambremos los campos, seamos científicos. Y todo eso se lo trajo de Estados Unidos. No hay mucho para comparar con el momento actual de la Argentina, pero quizá sí la sensación de algunos, entre los que me encuentro, de que hace falta menos política y más políticas. En estos años se vio que la política, puesta en un altar por los Kirchner, es insuficiente para sostener por sí misma la dirección de una sociedad..
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