MÍTICA
Martina Chapanay, la venerada
Fue una de las mujeres más destacadas del siglo XIX, bandolera y montonera, fue incluida en canciones y poemas. En su historia se mezclan el mito y la realidad. Su tumba está en Mogna y allá aseguran que la gaucha responde a los pedidos de ayuda. Por Viviana Pastor
MIÉRCOLES, 27 DE NOVIEMBRE DE 2013
La manada de cabras se había dispersado en el campo y se hacía de noche. Natividad Páez decidió salir a buscar los animales que eran su sustento en el campo semidesierto de la localidad de Los Puestos, en Mogna. La acompañaba su ahijada. Doña Naty, como le dicen los vecinos, invocó a Dios, a la Virgen y a la Martina Chapanay para que la ayuden a encontrar a sus animales. La nena se subió a un arbusto y pudo divisar a lo lejos la manada, arriada por una figura masculina con sombrero de paja. Pero cuando los animales llegaron, no había nadie con ellos. “Para mí esa figura que ella vio era la Martina que me traía los animales”, dijo sin dudar Doña Naty.
Así es el fervor de los moquineros, como se les llama a los habitantes de Mogna, por Martina Chapanay, que nació en las Lagunas de Guanacache y murió en Mogna, se cree que en 1887. Allí, atrás de la iglesia erigida en honor a Santa Bárbara, se encuentra la tumba de Martina, bajo un añoso algarrobo y con algunas flores de plástico desteñidas por el tiempo. Una gran cruz de cemento pintada de blanco, de la que cuelgan algunos rosarios de promesantes, y un cartel de madera con su nombre indican que allí descansan los restos de la leyenda.
Bandolera, montonera, baqueana, experta en el manejo del cuchillo, valiente y generosa, desde chica se vestía como hombre y se hizo experta en el manejo de animales. A todas luces, Martina estaba fuera de época y escandalizaba a la pacata sociedad colonial.
La versión de la existencia de un rancho donde había muerto la Chapanay fue descartada por los moquineros más viejos. “Dicen que Martina llegó enferma a Mogna, a la casa de una señora que tenía un ranchito de ‘palo a pique’ que estaba justo frente al Algarrobo Grande. Ahí murió Martina Chapanay, al rancho lo ‘voltiaron’ cuando hicieron la escuela”, contó Natividad, de 85 años y artesana del telar.
“No tendrían que haberlo tirado, tendrían que haberlo preservado porque eso era parte de nuestra historia”, dijo Polonia Fernández, hija de Naty.
Asencio Cortez confirmó el lugar: “allí, donde están esos membrillos chicos, ahí estaba el rancho, pero eso lo destruyeron todo”, afirmó con la pala al hombro y el rostro surcado de historias.
De La Chapanay, cuenta Doña Naty, decían que era policía, que era “machista” y que gobernaba a todos los gauchos que andaban con ella. “Lo hacían todo por voz de ella, mi padre era niño de 12 años cuando ella entraba a Mogna y le tenían miedo porque a veces atacaba en el camino y les quitaba lo que tenía la gente, porque antes la gente viajaba para traer cosas y ella asaltaba y les quitaba lo que traían para la familia. Acá la vida siempre ha sido muy dura”, dijo.
El calor se hace insoportable en los callejones de Mogna y el viento sólo trae tierra que deja la piel como lija y el pelo duro. Nada que espante a los moquineros, pero igual casi no se ve gente fuera de las casas.
El sociólogo e investigador José Casas confirmó la versión de los moquineros y aseguró que el rancho donde murió Martina no existe. “Mogna es el único lugar donde se considera a la Chapanay una santa no oficial”, dijo Casas.
Calixto Quiroga, “Don Rubio” para los vecinos, tiene 84 años. Él contó que Martina Chapanay era una “gaucha guerrera”. “Según me contaba mi madre, ella dominaba todo el pueblo de Mogna, ella andaba por todos lados. Andaba con otros andariegos y ella los mandaba a todos. Nosotros la respetábamos mucho. Murió acá. Era una señora pareja, ni flaca ni gorda, alta. Yo no la conocí pero mi madre me contaba. Ella dominaba el campo. Lo que no sé… no nos conversaba mi madre, dónde murió, puede ser en Los Puestos”, reseñó Don Rubio.
El hombre de pelo blanco recordó que a los niños los asustaban con la Chapanay: “Mi madre nos asustaba con la gaucha para que no hiciéramos travesuras porque a la Martina, cuando algo no le gustaba, los guasqueaba”.
La Chapanay fue enterrada en el viejo camposanto, es una de las tumbas que está más cercana a la iglesia; Don Rubio dice que ese lugar se conserva igual que cuando él era niño.
Irma Verón contó que le pidieron al intendente de Jáchal, Jorge Barifusa, que se arregle el predio de la tumba de Martina. “Yo le pedí, él dijo que debía hablar con Arquitectura, yo vengo siempre y limpio la tumba, le arreglo, le ato sus cositas. Mi mamá me contaba que había venido peleando y cayó acá, la encontraron en un ranchito y murió acá”, dijo Irma.
La mala fama de la gaucha no pudo hacer que la gente no la venere, será porque en algún momento, según los historiadores, ella se arrepintió de su vida de bandida y se dedicó a ayudar a los viajeros.
Los vecinos expresaron que donde estaba el rancho donde murió, “tendrían que haber hecho una casuchita para recordarla, pero nadie hizo nada”.
“Acá la ocupamos para todo a la Martina porque las ánimas hacen milagros. La gente suele invocarla siempre a esta gaucha que vestía como los hombres y era servida por los hombres”, dijo Doña Naty, la artesana de Los Puestos.
Su tumba es lo único que queda de ella en Mogna. “Dicen que está ahí, nadie sabe de cierto si es o no, porque se sabe que a la sombra de un algarrobo la habían sepultado por eso identificaron su tumba”.
Así es el fervor de los moquineros, como se les llama a los habitantes de Mogna, por Martina Chapanay, que nació en las Lagunas de Guanacache y murió en Mogna, se cree que en 1887. Allí, atrás de la iglesia erigida en honor a Santa Bárbara, se encuentra la tumba de Martina, bajo un añoso algarrobo y con algunas flores de plástico desteñidas por el tiempo. Una gran cruz de cemento pintada de blanco, de la que cuelgan algunos rosarios de promesantes, y un cartel de madera con su nombre indican que allí descansan los restos de la leyenda.
Bandolera, montonera, baqueana, experta en el manejo del cuchillo, valiente y generosa, desde chica se vestía como hombre y se hizo experta en el manejo de animales. A todas luces, Martina estaba fuera de época y escandalizaba a la pacata sociedad colonial.
La versión de la existencia de un rancho donde había muerto la Chapanay fue descartada por los moquineros más viejos. “Dicen que Martina llegó enferma a Mogna, a la casa de una señora que tenía un ranchito de ‘palo a pique’ que estaba justo frente al Algarrobo Grande. Ahí murió Martina Chapanay, al rancho lo ‘voltiaron’ cuando hicieron la escuela”, contó Natividad, de 85 años y artesana del telar.
“No tendrían que haberlo tirado, tendrían que haberlo preservado porque eso era parte de nuestra historia”, dijo Polonia Fernández, hija de Naty.
Asencio Cortez confirmó el lugar: “allí, donde están esos membrillos chicos, ahí estaba el rancho, pero eso lo destruyeron todo”, afirmó con la pala al hombro y el rostro surcado de historias.
De La Chapanay, cuenta Doña Naty, decían que era policía, que era “machista” y que gobernaba a todos los gauchos que andaban con ella. “Lo hacían todo por voz de ella, mi padre era niño de 12 años cuando ella entraba a Mogna y le tenían miedo porque a veces atacaba en el camino y les quitaba lo que tenía la gente, porque antes la gente viajaba para traer cosas y ella asaltaba y les quitaba lo que traían para la familia. Acá la vida siempre ha sido muy dura”, dijo.
El calor se hace insoportable en los callejones de Mogna y el viento sólo trae tierra que deja la piel como lija y el pelo duro. Nada que espante a los moquineros, pero igual casi no se ve gente fuera de las casas.
El sociólogo e investigador José Casas confirmó la versión de los moquineros y aseguró que el rancho donde murió Martina no existe. “Mogna es el único lugar donde se considera a la Chapanay una santa no oficial”, dijo Casas.
Calixto Quiroga, “Don Rubio” para los vecinos, tiene 84 años. Él contó que Martina Chapanay era una “gaucha guerrera”. “Según me contaba mi madre, ella dominaba todo el pueblo de Mogna, ella andaba por todos lados. Andaba con otros andariegos y ella los mandaba a todos. Nosotros la respetábamos mucho. Murió acá. Era una señora pareja, ni flaca ni gorda, alta. Yo no la conocí pero mi madre me contaba. Ella dominaba el campo. Lo que no sé… no nos conversaba mi madre, dónde murió, puede ser en Los Puestos”, reseñó Don Rubio.
El hombre de pelo blanco recordó que a los niños los asustaban con la Chapanay: “Mi madre nos asustaba con la gaucha para que no hiciéramos travesuras porque a la Martina, cuando algo no le gustaba, los guasqueaba”.
La Chapanay fue enterrada en el viejo camposanto, es una de las tumbas que está más cercana a la iglesia; Don Rubio dice que ese lugar se conserva igual que cuando él era niño.
Irma Verón contó que le pidieron al intendente de Jáchal, Jorge Barifusa, que se arregle el predio de la tumba de Martina. “Yo le pedí, él dijo que debía hablar con Arquitectura, yo vengo siempre y limpio la tumba, le arreglo, le ato sus cositas. Mi mamá me contaba que había venido peleando y cayó acá, la encontraron en un ranchito y murió acá”, dijo Irma.
La mala fama de la gaucha no pudo hacer que la gente no la venere, será porque en algún momento, según los historiadores, ella se arrepintió de su vida de bandida y se dedicó a ayudar a los viajeros.
Los vecinos expresaron que donde estaba el rancho donde murió, “tendrían que haber hecho una casuchita para recordarla, pero nadie hizo nada”.
“Acá la ocupamos para todo a la Martina porque las ánimas hacen milagros. La gente suele invocarla siempre a esta gaucha que vestía como los hombres y era servida por los hombres”, dijo Doña Naty, la artesana de Los Puestos.
Su tumba es lo único que queda de ella en Mogna. “Dicen que está ahí, nadie sabe de cierto si es o no, porque se sabe que a la sombra de un algarrobo la habían sepultado por eso identificaron su tumba”.
La eterna rebeldeLa historia de Martina no tiene una sola línea de datos, más bien varía según quien la cuenta. Entre los primeros que contaron su vida está Pedro Echagüe, quien escribió “La Chapanay”. Echagüe, unitario como era, dejó de lado la participación de ella en las montoneras de caudillos como el Chacho Peñaloza. Su historia es romántica y reivindica la figura de la gaucha, destaca su arrepentimiento como ladrona y su paso a servidora de los necesitados.
Echagüe dice que es hija de un nativo del Norte, y de una blanca a la que salvó de la muerte; pero Felipe Pigna, que le dedica dos páginas en su libro “Mujeres tenían que ser”, asegura que es hija de un huarpe y de una cautiva blanca. Este último señala que es oriunda de Lagunas de Guanacache, aunque otros autores dicen que nació en Zonda.
Pigna aporta algo muy importante para San Juan: Martina colaboró con el General San Martín en la gesta del Cruce de Los Andes. “Se convirtió en una de las tantas y tantos chasquis que llevaban y traían mensajes entre las seis columnas del Ejército Libertador. Dicen que por muchos años lució con mucho orgullo una chaquetilla que dejaba constancia de aquellos gloriosos días”, dice Pigna.
Luego asegura que a los 22 años se unió a las huestes de Facundo Quiroga y peleó junto a él. Cuando el caudillo riojano fue asesinado, Martina volvió a San Juan.
Citando a Hugo Chumbita y su libro “Jinetes rebeldes”, cuenta: “Por diversión o por dinero, apostaba a montar potros indomables y se batía con los mejores cuchilleros. La Policía no podía contra ella”.
Pigna incluye el testimonio de un arriero, Pedro Bustamante, quien la describe así: “Como la Chapanay, amás de ser valiente y capaz, es generosa como no hay ejemplo en ninguno de los que mandan. Sucede que los hombres asaltados por ella le hacen concesiones antes de ponerla en el caso de hacer valer su fuerza. De este modo resulta que casi todos los asaltos tienen viso de legitimidad y todo el mundo a una voz dice La Chapanay roba y saltea por necesidad y por culpa del gobierno y nadie la odia, al contrario, todo el mundo la compadece”.
También peleó bajo el ala del Chacho Peñaloza, lo que le valió ser incorporada al ejército como sargento mayor. Pero al tiempo lo abandonó para militar junto a Severo Chumbita, que respondía al caudillo Felipe Varela. “Murió en 1887. Su tumba en Mogna, departamento Jáchal, sigue siendo lugar de culto”, cierra Pigna.http://www.tiempodesanjuan.com/notas/2013/11/27/martina-chapanay-venerada-45098.asp
Echagüe dice que es hija de un nativo del Norte, y de una blanca a la que salvó de la muerte; pero Felipe Pigna, que le dedica dos páginas en su libro “Mujeres tenían que ser”, asegura que es hija de un huarpe y de una cautiva blanca. Este último señala que es oriunda de Lagunas de Guanacache, aunque otros autores dicen que nació en Zonda.
Pigna aporta algo muy importante para San Juan: Martina colaboró con el General San Martín en la gesta del Cruce de Los Andes. “Se convirtió en una de las tantas y tantos chasquis que llevaban y traían mensajes entre las seis columnas del Ejército Libertador. Dicen que por muchos años lució con mucho orgullo una chaquetilla que dejaba constancia de aquellos gloriosos días”, dice Pigna.
Luego asegura que a los 22 años se unió a las huestes de Facundo Quiroga y peleó junto a él. Cuando el caudillo riojano fue asesinado, Martina volvió a San Juan.
Citando a Hugo Chumbita y su libro “Jinetes rebeldes”, cuenta: “Por diversión o por dinero, apostaba a montar potros indomables y se batía con los mejores cuchilleros. La Policía no podía contra ella”.
Pigna incluye el testimonio de un arriero, Pedro Bustamante, quien la describe así: “Como la Chapanay, amás de ser valiente y capaz, es generosa como no hay ejemplo en ninguno de los que mandan. Sucede que los hombres asaltados por ella le hacen concesiones antes de ponerla en el caso de hacer valer su fuerza. De este modo resulta que casi todos los asaltos tienen viso de legitimidad y todo el mundo a una voz dice La Chapanay roba y saltea por necesidad y por culpa del gobierno y nadie la odia, al contrario, todo el mundo la compadece”.
También peleó bajo el ala del Chacho Peñaloza, lo que le valió ser incorporada al ejército como sargento mayor. Pero al tiempo lo abandonó para militar junto a Severo Chumbita, que respondía al caudillo Felipe Varela. “Murió en 1887. Su tumba en Mogna, departamento Jáchal, sigue siendo lugar de culto”, cierra Pigna.http://www.tiempodesanjuan.com/notas/2013/11/27/martina-chapanay-venerada-45098.asp
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