jueves, 14 de noviembre de 2013

Ideas para estimular la curiosidad científica

14/11/13
¿Por qué tiene rayas la cebra? ¿Cómo fue el Big Bang? ¿Qué es el ADN? ¿Cómo hacemos para oler? ¿Por qué se forma el granizo?
Las preguntas son la herramienta más útil con la que cuentan los chicos para conocer el mundo. Los adultos, en cambio, solemos tener menos inquietudes. Pero ¿cuántos lectores de esta nota serán capaces de responder alguno de los interrogantes anteriores? ¿Cuántos se siguen preguntando –y siguen averiguando–, de grandes, por qué brillan las estrellas, de dónde salen los colores del pavo real, de qué están hechos los genes?
Los libros de divulgación científica para chicos apuntan, justamente, a dar respuesta a esas dudas y despertar nuevos interrogantes. Buscan que el conocimiento científico esté al alcance de todos, pero entienden la ciencia no como una lista solemne de verdades absolutas, sino como un ejercicio de la curiosidad. En esto coinciden los proyectos editoriales de la colección ¿Querés saber?
, de Eudeba, dirigida por la escritora y bioquímica Paula Bombara; y de Ediciones Iamiqué, cuyas responsables son la física Carla Baredes y la bióloga Ileana Lotersztain.
Iamiqué es la única editorial argentina que se dedica exclusivamente a la divulgación científica para chicos. Publicaron su primer libro en 2001. “Fue una apuesta arriesgada, porque en esa época la ciencia era concebida como algo más formal, muy atado a lo escolar”, cuenta Carla.
¿Querés saber?
dio su puntapié inicial en 2004; es la única colección infantil de Eudeba, la editorial de la UBA. “Trabajo mucho sobre el lenguaje, es una de mis preocupaciones primarias. En función del tema, para cada libro convoco a un científico que sea especialista en eso. Pero le aviso que yo voy a coescribir, para que el vocabulario sea lo más sencillo posible. Él se encarga del contenido y yo de la forma”, cuenta Paula. “Uno de los principales desafíos es lograr que los científicos dejen de lado la jerga. Les pido que hagan el ejercicio de pensar cómo harían para explicarle el tema a sus hijos ”, agrega. Así como evita los tecnicismos híper especializados, la divulgadora también elude caer en una excesiva “infantilización”, como el uso de diminutivos o de imágenes y comparaciones demasiado simples.
El objetivo es que los chicos puedan leer estos textos a la noche, por placer, solos o con sus papás: el “había una vez” se reemplaza entonces por el “¿sabías que...?”. Paula cuenta su experiencia como madre: “A mi hija menor le gusta más la divulgación que un cuento. A los chicos hay que leerles lo que ellos piden.
Tal vez en casa haya un pequeño científico. ¿Por qué ofrecerle solo novelas?
En una biblioteca tiene que haber de todo. Y nosotros, como padres, no deberíamos prejuzgar ni imponer determinado tipo de libros”.
Para Carla Baredes, de Iamiqué, “hay muchos lectores de entre 8 y 12 años que no se enganchan con la narrativa, pero sí se motivan con los textos informativos”.
La ciencia, para ellos, puede ser la puerta de entrada a la lectura. También para los adultos: “Los libros tienen información interesante, no importa la edad”, dice Carla.
También hay docentes que se animan a incorporar los textos al trabajo en el aula. “Los maestros valoran tener otros materiales para trabajar; les sirve tener libros que motiven y estimulen ”. Baredes piensa que es fundamental que los docentes “ no tengan miedo de decir que no saben ”: “La ciencia siempre es provocadora; lo importante es que se active el ejercicio de preguntar. No pasa nada si un maestro tiene que decirle a su alumno: Esto no lo sé, te lo averiguo para la próxima ”.


POR ALFREDO DILLON

La ciencia no tiene por qué ser aburrida: así lo entienden quienes escriben libros de divulgación para chicos y adolescentes. Estrategias para el aula.
En acción. Alumnos del Instituto González Pecotche, de Palermo, en el laboratorio.
En algunas aulas, los libros de divulgación conviven con los clásicos manuales, que suelen tener un perfil distinto. Mientras los libros de texto se ajustan a las currículas oficiales para poder vender ejemplares y entrar a los colegios, los divulgadores encaran su trabajo con mayor libertad. “Ahora estamos preparando un libro sobre dinosaurios. Elegimos mostrar el trabajo del paleontólogo, para reflejar cómo es el proceso de reconstrucción del esqueleto del dinosaurio desde que se encuentra un hueso”, relata Bombara. Baredes añade: “El libro de texto te habla como si te estuviera dando una clase. Nuestros libros, en cambio, interpelan al lector, le hacen preguntas: ¿Alguna vez pensaste por qué...?
”.
La divulgación científica para chicos también rompe el mito de que la ciencia es aburrida o, por lo menos, una cuestión de gente seria. Los autores apelan constantemente al humor y la ironía para explicar los temas. “Nuestros libros son provocadores, apuntan a generar curiosidad y despertar preguntas. Tenemos por ejemplo una colección de ciencias naturales que se llama Asquerosología , sobre el funcionamiento de los sistemas orgánicos. También hay otra serie titulada Las cosas no fueron siempre así , en la que por ejemplo contamos la historia del baño”, dice Carla.
En la mirada de las divulgadoras científicas, la ciencia es un terreno de tantas dudas como certezas. Un terreno que ellas intentan desalambrar, convencidas de que el conocimiento científico es para todos. “La ciencia es algo cercano. Hoy eso está más aceptado, pero cuando nosotras empezamos se creía que popularizar la ciencia era traicionarla. No puede ser que alguien diga: Yo de física no entiendo nada . ¿Cómo que no? Hay muchas cosas interesantes para entender. ¿Cómo puede ser que no te interese saber por qué el cielo es azul? Lo que nosotras queremos es desterrar esa idea de que no podés entender; la ciencia no es exclusiva para unos pocos”, sostiene Carla. Y remata: “También queremos revalorizar la duda. Poder hacer preguntas es fundamental. No hay que inhibir las preguntas de los chicos”

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