Una polémica crece en el mundo de los intelectuales en torno al aporte de la Web al desarrollo; unos dicen que no genera riqueza, otros que es revolucionaria
Ni economistas ni especialistas en tecnología ni analistas de otro tipo. El debate por el aporte de Internet y de la innovación en general al crecimiento económico viene tan complejo y repleto de escenarios alternativos que el gremio que gana protagonismo en la discusión es uno insospechado: el de los ajedrecistas. Garry Kasparov, ex campeón mundial del juego ciencia, tiró la última piedra: afirma que desde la década del 70 el ritmo de innovación se desaceleró en forma dramática y que ese fenómeno está detrás del estancamiento y de las menores tasas de crecimiento de la economía mundial en los últimos cinco años. Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex economista jefe del FMI, le dijo a Kasparov que está equivocado, y que las causas de la crisis de crecimiento hay que buscarlas por el lado del mercado de crédito. Antes de dedicarse a la economía, Rogoff fue un niño prodigio del ajedrez, llegó a salir tercero en un campeonato mundial juvenil y es en la actualidad el economista con ELO (la escala de puntaje más popular en el ajedrez) más alto. Dejando de lado al ex archirrival de Kasparov, Anatoly Karpov, que también es economista, aunque nunca ejerció.
La polémica se nutre con otros jugadores apasionados. Los académicos de Singularity University (que pasaron por Buenos Aires un mes atrás, invitados por el gobierno porteño) defienden una hipótesis de crecimiento exponencial en los avances de la ciencia (con Internet como uno de sus catalizadores) que, bien aprovechados, servirán pronto para curar enfermedades y resolver problemas a gran escala. Tyler Cowen, un economista de moda, autor del muy exitoso blog Marginal Revolution -que coordina junto a su colega Alex Tabarrok-, argumenta en su más reciente libro El fin del promedio que la velocidad de innovación crecerá, pero no traerá un futuro necesariamente promisorio.
Cowen cree que las nuevas tecnologías en el mediano plazo terminarán con el estancamiento: el problema es que lo harán en forma muy desigual, para unos pocos, y el resto de la población se hallará en problemas.
"En el mediano plazo, son los incrementos en la productividad los que hacen que la economía crezca y mejore el estándar de vida", dijo Cowen a LA NACION, en un intercambio de e-mails durante la semana. El académico apuesta a que emergerá una clase "hiperproductiva", de 15% de la población, que será más rica que nunca: aquellos que mejor se adapten y aprovechen la robótica y las nuevas tecnologías.
Luego habrá empleos menos calificados, pero los cargos intermedios tenderán a desaparecer, reemplazados por inteligencia artificial. Cowen sospecha que algo de esto ya está ocurriendo: la destrucción de puestos de trabajo que produjo la crisis de 2008 en la economía norteamericana se recuperó en parte con la creación de empleos mal remunerados.
"Muchas empresas se dieron cuenta que estos cargos intermedios producían cero valor agregado, y no los están reemplazando", cuenta Cowen, un fanático de la Argentina, de los conciertos de la pianista Marta Argerich y de los libros de Alan Pauls y Cesar Aira.
El club de los tecnoescépticos al que se unió en forma reciente Kasparov, tiene como cardenal supremo al profesor de economía de la Universidad de Northwestern Robert Gordon, quien cree que "el tema central es que las computadoras y la explosión de Internet no les llegan ni a los talones, en términos de impacto económico, a los grandes inventos de fines del siglo XlX y principios del siglo XX".
http://www.lanacion.com.ar/1654736-innovacion-o-fiasco-la-economia-global-despues-de-internet
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