Si la gente ocupada en gobernar se hubiese dedicado a escribir
versos, no le ocasionaría al mundo el mal que le causa, porque la poesía
no mata, ni hiere, ni confina. Te puede doler al leerla y le duele a
quien la escribe. Pero las palabras no son el mal”, le dijo Luis Alberto
Spinetta a Juan Carlos Diez. Hablaba de los escritores en particular, y
de los artistas en general, que han sido condenados moralmente por sus
obras, como el Marqués de Sade o Antonin Artaud, de quien su gran lector
argentino aseguró: “No se puede escribir mejor; es casi lo más grande
que hay para leer”. Tal vez por eso su nombre haya sido el de uno de los
discos emblemáticos de la carrera de Spinetta.
Otras grandes
influencias para él fueron Michel Foucault, Carlos Castaneda y Georges
Bataille, sobre todo su obra “La literatura y el mal”, que divide lo que
Spinetta llama “el mundo que se usa para escribir” de “el mundo que se
usa para vivir”. Y en el de escribir, el mal finalmente no es tan malo.
Las
poetas Idea Vilariño y Alejandra Pizarnik también estuvieron entre sus
lecturas, y, claro, Borges: “No sabía ni cómo empezar una conversación”,
dice en “Martropía” sobre su cita con el escritor para una entrevista
que finalmente se canceló: “A veces pienso que fue un encuentro con
Homero. Pero era Borges”.http://www.clarin.com/sociedad/biblioteca-influencia_0_1070892970.html
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