Presente y futuro de los museos
Públicos. ¿Quiénes, cómo y por qué van a los museos? Dos expertas analizan en paralelo las experiencias francesa y argentina.
POR MARINA OYBIN
Dos libros abordan la compleja cuestión del público y los museos. Por un lado, acaba de reeditarse El amor al arte. Los museos de arte europeos y su público (Editorial Prometeo), de Pierre Bourdieu y Alain Darbel, un clásico que analizó en forma exhaustiva los públicos en diferentes museos europeos. Además, se publicó El museo y sus públicos. El visitante tiene la palabra (compilado por Jacqueline Eidelman, Mélanie Roustan y Bernadette Goldstein), de Fundación TyPA, que traza un panorama de los estudios de públicos realizados dentro de los museos durante los últimos cinco años, y analiza su impacto en la política cultural de las instituciones. Pone el foco en el aumento de la concurrencia a las instituciones culturales, la diversificación de los públicos, y la democratización de las instituciones museales. Con diversos estudios estadísticos y sociológicos, los artículos que incluye este libro auscultan los museos franceses. Hay que destacar que los estudios de públicos se han incrementado y diversificado por el aumento de la concurrencia a los museos y la variedad de públicos.
Ñ conversó sobre públicos y museos con dos especialistas en el tema. Silvia Alderoqui es directora del Museo de las Escuelas del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Curadora educativa en el diseño de exposiciones. Especialista en didáctica de las ciencias sociales, educación artística y función pedagógica de los museos. Autora deLa Educación en los museos. De los ob j etos a los visitantes , entre muchos otros libros. Anne Jonchery es responsable de estudios sociológicos en el departamento de políticas de públicos en la Dirección general de Patrimonio, Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia. Dicta clases sobre políticas de público y mediación en museos en la Ecole du Louvre. Es autora, junto con Michel Van Praët de “Ir en familia al museo: optimizar las negociaciones existentes”, en El museo y sus públicos. El visitante tiene la palabra .
“El amor al arte de Bourdieu critica el elitismo de los museos europeos. El impacto de este libro fue fuerte: en los museos se empezaron a instalar los días de acceso gratuitos. Fue un texto fundamental: golpeó las puertas de los museos, alertó acerca de que los museos no podían seguir abroquelados y cerrados sobre sí mismos”, señala Silvia Alderoqui. Por su parte, Jonchery dice sobre el libro: “Creo que se refiere a aspectos que tienen actualidad: hay aún una dificultad en ciertas clases sociales para ir al museo. Por otro lado, Bourdieu ve la visita al museo como una práctica culta, que se transmite únicamente como práctica de clase, con la familia como órgano de transmisión. Pero hoy, en los estudios que he realizado podemos ver que en paralelo también tenemos familias, con adultos que jamás hubieran ido al museo si no fueran padres: ahí no estamos frente a una transmisión de clases sino en una iniciativa educativa y de crecimiento de los niños. La familia tiene esa doble función: hay gente que no entra en el esquema de Bourdieu”.
Mientras que en nuestro país, no hay una fuerte tradición en la realización de estudios de públicos, Francia sí tiene una fuerte tradición en este tipo de estudios. Hay también focos importantes de análisis de este nicho en Inglaterra, Alemania, EE.UU. y Canadá, con departamentos en universidades y observatorios que trabajan en el seno de los grandes establecimientos. En Argentina, los estudios de público empezaron a realizarse con el advenimiento de la democracia.
Cuenta Alderoqui que en Argentina en los últimos veinte años empezó a haber demanda en capacitación para trabajar con públicos en museos de distinto tipo. Surgieron seminarios, libros y especializaciones en universidades: “Antes lo más importante era la colección, la guarda, la preservación y la catalogación. El trabajo con públicos y educadores siempre se pensó como algo que se implementaba ya terminado el diseño de la exposición, era como un trabajo residual. Eso está cambiando”.
Jonchery explica que en Francia hay diversos establecimientos con recursos para desarrollar observatorios de públicos, como por ejemplo la Ciudad de la Ciencia y la Industria y el Louvre. Además, cada vez hay más museos que se reúnen para crear un departamento especializado en públicos: un lugar para impulsar e incentivar su programación y, al tiempo, para conocer a sus públicos.
Para Alderoqui, es fundamental poner el foco en la participación del público, una estrategia que en los museos de nuestro país aún es muy incipiente: “Hay un desarrollo enorme de técnicas participativas que van desde mínimos compromisos como una visita guiada conversada, dialogada, que le propone al espectador participar y producir, hasta procesos de cocreación, donde grupos de la comunidad son invitados a deliberar y trabajar diferentes temas”.
Hay que tener en cuenta que los procesos de cocreación con la comunidad no son de fácil implementación. Conmueven las estructuras de los museos tradicionales, ponen en jaque a las autoridades: ya no es más el curador el que decide como figura omnipresente. Pensando en evitar que el museo sea un sitio de elite, Alderoqui explica que “para acercar los museos a la gente hay que preguntarse qué le falta al museo, no qué le falta al público”. En este sentido, señala la especialista, se puede tener a la comunidad y al público como consultores, como cocreadores: “Si bien esto es difícil de hacer –ya que se está cocreando con otros que no son especialistas– es una experiencia social muy gratificante. Los museos tradicionales deberían aprender algunas cuestiones de los comunitarios, que son herederos del integral, del eco museo. Hay museos comunitarios en muchas poblaciones y ciudades del interior de nuestro país: esos museos que son históricos de la comunidad trabajan muy cerca de la gente porque la comunidad los armó”.
Hoy, ¿qué ocurre con el público en los museos de Francia? “Actualmente, en Francia hay un aumento importante de las visitas a los museos. Incluso tenemos la impresión de que la crisis generó un interés por la cultura mucho más fuerte. Al menos esta es una de las explicaciones que encontramos: la gente viaja menos, van a visitar museos de su país, hay una sed más espiritual”, afirma Jonchery.
Para Jonchery, la visita al museo no implica sólo un proceso educativo, sino una experiencia social y reflexiva que permite conocerse a uno mismo. Contrariamente a la posición que se refiere a no públicos, la especialista plantea un mapa más amplio donde las fronteras mutan y, si bien las clases más acomodadas son las que visitan más asiduamente el museo, se producen cambios. “El término no público a mí me molesta bastante porque generalmente implica fijar a individuos en una identidad negativa. Finalmente, todos somos públicos en diferentes momentos de nuestra vida. Hay gente que a los cincuenta años descubre la esfera museal porque se mudó a una ciudad donde tiene más cerca un museo o porque es padre y lleva a su hijo al museo. En algún momento uno es colega de alguien, amigo de alguien, padre de alguien, cambia de contexto: hay muchas razones que hacen que la identidad del visitante evolucione”.
¿Cómo imagina el museo del futuro y el rol del público? Jonchery señala: “Hoy, incluso en el diseño de las exposiciones, tenemos otros profesionales que se interesan por el museo. En Francia, hay un colectivo que se llama Museo Mix. Está integrado por gente que proviene de los multimedios, de la comunicación, de las redes sociales, gente que trabaja con las nuevas tecnologías, y han tomado como terreno de juego y de ejercicio los museos. Propusieron algunos museos: por ejemplo, tres días trabajan sobre las exposiciones sobre diferentes puntos que propone el museo, sobre la problemática de cómo recibir a la gente o qué recorrido conviene hacer. Proponen dispositivos con nuevas tecnologías”. Muchos museos se interesan por esta iniciativa porque las soluciones que surgen pueden ser interesantes, por más que sean prototipos y luego haya que trabajar en torno a ellos. “Pienso –agrega Jonchery– que hoy hay menos fronteras entre el museo y los públicos gracias a esta manera de hacer exposiciones que progresivamente está instalándose. En segundo lugar, veo que el rol de las redes sociales y de Internet es fundamental. En nuestros últimos trabajos, hicimos una encuesta con un muestreo representativo de la población francesa. Esa muestra comprendía visitantes y gente que no visita museos. Se los interrogó sobre la utilización de Internet en relación con las visitas o con un proyecto de visita. Nos sorprendió mucho que el 35 por ciento de la población declaró haber utilizado Internet cuando programaba una visita: para reservar su entrada, para informarse sobre el museo y los horarios o para hacer una visita virtual, y para participar y escribir un comentario sobre su visita. Son una multiplicidad de prácticas. Internet toma mucho lugar como interfaz de diálogo y de contacto. La mayoría de nuestros museos tiene una página en Facebook: hay veladas y fiestas de Facebook que organizan los museos y los jóvenes tienen una práctica que es menos discriminante que la de las personas más grandes. En síntesis: gracias a que es gratis, hay jóvenes que vieron un museo en Internet, una exposición, y van en grupo. Hay gente que ocupa el rol de líderes, y otros los siguen. Tienen momentos de ingravidez social donde están dispuestos a descubrir todo. Quizás el museo del futuro estará menos connotado socialmente como un lugar elitista, como un lugar de alta cultura, porque el acceso será más fácil”.
Las nuevas tecnologías y redes sociales son lugares de diálogo y de porosidad entre los individuos y las instituciones. Son una forma de acortar la distancia entre museos y un público que muchas veces no se sentía autorizado a entrar en un museo, a opinar. Según Alderoqui, las redes ocupan un rol fundamental: se pueden aprovechar para construir contenidos junto con el público. “Si se busca incluir un público no habitual, hay que hacer cosas no habituales”, señala. “Si no siempre trabajás con tu público habitual, que es un público de un sector social: ese público ya sabe para qué le va a servir el museo. Más allá de la gente que ya está convencida de que los museos son una buena opción para su tiempo libre, o los docentes que están convencidos de que es una opción para llevar a los chicos en una visita escolar, hay un universo enorme de gente que no va a los museos porque tiene la imagen de que es un lugar que no le significaría nada para su vida. Eso es lo que hay que modificar: la gente tiene que sentir que en ese museo hay algo que le concierne, que puede ser importante para la vida”.
Para Alderoqui, es fundamental que las escuelas lleven a los chicos a los museos: “Es un modo de ir a lugares a los que tal vez la familia no va. Si la experiencia del museo es buena, memorable, si no repite mucho la lógica escolar, ocurre que muchos chicos quieren volver y les piden a sus padres que los lleven. Ese es un espacio de construcción de público muy democrático y muy potente: los chicos van llevados, pero si la experiencia es muy buena devienen en público”. Jonchery acuerda con Alderoqui: “Observamos que las visitas escolares cuanto más se separan del dispositivo escolar docente-alumno y cuanto más sea un trabajo en pequeños grupos –un descubrimiento del saber por parte del niño preparado, claro, por el docente y mediadores del museo– tiene más éxito en interesar a los niños porque cambia la rutina escolar”. En este sentido, la especialista señala que cuando los padres que no conocen mucho de arte llevan a sus hijos al museo a veces se generan tensiones: “Las preguntas de los chicos no tienen que desestabilizarlos, por ejemplo si no conocen el contenido de una obra. Lo importante es implementar mediaciones para que ese público se sienta cómodo: por ejemplo, para el público familiar alejado del arte, estamos trabajando en este momento con un kit que ayuda a la visita en familia de un museo, de manera lúdica, bastante humorística. Planteamos esos obstáculos y los deconstruimos: damos soluciones a los padres para que sepan qué hacer con un niño en una sala de exposiciones”.
Cuando se le pregunta cómo imagina el museo del futuro, Alderoqui responde: “Lo imagino como un lugar democrático, un museo accesible, que de verdad sea sentido como propio por la comunidad, y donde la gente sienta que puede ir a debatir temas vinculados con el museo. Algunos autores dicen que los museos son lugares seguros para discutir cosas inciertas”. Esta función del museo, desde luego, se contrapone con la visión de aquellos que conciben el museo como una pieza de pertenencia exclusiva: “A algunos –dice Alderoqui– les puede incomodar que los museos se llenan de gente y empiece a haber más ruido, público de distintas edades, más voces”.
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Presente-futuro-museos_0_1072692745.html
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