sábado, 18 de enero de 2014

Juan Sasturain: "Tal vez escribo un saludable manual de perdedores"

Juan Sasturain: "Tal vez escribo un saludable manual de perdedores"

En Dudoso Noriega, su último libro, cuenta la historia del bañero más famoso de la Playa Popular. Rodeado de leyendas urbanas marplatenses, con humor, sexo y mucha cultura callejera, el autor transita casi cuatro décadas desde la memoria emotiva y sin privarse de nada.

No era necesario, pero tuvimos que pedirle a Juan Sasturain que reafimara un hecho obvio: Dudoso Noriega (Sudamericana), su nueva novela, no es un policial. Y nunca lo fue. Encasillarlo allí sería acotar a un género esta historia grande de Salvador "Dudoso" Noriega, el bañero más famoso de la Playa Popular que descolló en los 60 en las arenas de Mar del Plata. Porque además conviven en el libro muchas historias y registros. Dudoso... es un texto que su autor define como trajinado, cargado de años de escuchar voces, de aceptar relatos que se venían sumando, y que derivaban como en una conversación en la que una cosa lleva a la otra. Le llevó 20 años escribirla. "Quedó como una novela aluvional...que si se corta en cualquier lado muestra las capas de realidad encimadas, interpenetradas", analiza Sasturain, que vivió algunos años en Mar del Plata, su primera gran ciudad con ascensores en los edificios y cines lindos.
Despopilante por las historias, y provocadora desde el lenguaje, Dudoso... es un fresco social que atraviesa 35 años de la historia argentina, contadas a partir de un tipo común pero no tanto, un bañero que construyó su propio manual de instrucciones para la vida desde la sabiduría popular y la introspección, y desde una ciudad costera en plena mutación. El bañero absoluto, que poco tiene que ver con el guardavidas de hoy, en la Mar del Plata del "turismo social" pos-peronista, que solo lleva ese nombre por la proscripción del movimiento. Dudoso es una suerte de antihéroe que anima un sinfín de leyendas y que comparte cartel con personajes como Selva o Falucho, en una narración correspondidamente ambiciosa. Dudoso fue el gran bañero en los veranos sesentistas, pero también fue caramelero y acomodador en el cine Atlantic, en tiempos durante los cuales para ser un cinéfilo furioso no hacía falta intelectualizar nada. Está su discipulo Falucho, que entre la playa y la música tropical descubre el mundo de la política. Por una chica, obvio. Y si de minas hablamos, allí aparece Selva, un mito erótico de La Feliz, una mujer con varias caras, pelucas y avatares, una dominatriz con los pies sobre la tierra que va uniendo las historias.
Y todo transcurre en una Mar del Plata brumosa pero totalmente reconocible, circunstancias que, dirá Sasturain, "sólo enmascaran la prioridad absoluta de la memoria emotiva". También aparece Etchenike, el detective fetiche del autor. "Entra en Dudoso Noriega como podría entrar tarde y mal Sherlock Holmes en Hamlet o Marlowe en Otra vuelta de tuerca. Cae en un texto que el lector conoce y el detective sabe menos que quien viene leyendo. Es una novela intervenida por un relato de género. Pero hasta ahí". Una novela divertida, emotiva y bien condimentada incluso con la reinvención de un relato de Piglia. Pero quizá sea esa otra historia de las que rodean a Sasturain y al Dudoso Noriega, el bañero absoluto. ¿Y la novela absoluta?
Viviste algunos años en Mar del Plata, hay cierta coincidencia cronológica con los tiempos de la novela. ¿De qué manera impactó en vos esa ciudad, siendo que venías de pueblos más chicos?
Viví en la Mar del Plata de la segunda mitad de los cincuenta: cinco años, de mis diez a mis quince. Es decir: en Dudoso está esa ciudad recientemente "engrasada" por el "turismo social", y es esa época de posperonismo urticante, pero hay –sobre todo- una mirada de pibe, de pendejo que lee, va al cine, escucha la radio, para la oreja y apoya la ñata contra el vidrio del universo de los mayores, compra leyendas de veteranos y aventuras. Mi viejo cayó con familia y todo en Mardel en el 55 porque lo echaron del Banco Provincia por peronista. Se hizo hotelero por caridad familiar y sin vocación –ese Hotel Alga apenas traspuesto (donde vive Dudoso), pensionistas incluidos- y para la familia fue un trasplante más raro del habitual: el tránsito de siempre –viví en muchos pueblos distintos durante toda la infancia y adolescencia- pero la irrupción de la primera ciudad en serio: con cines lindos, edificios con ascensor, colectivos... Mar del Plata es, como la novela, espacio naturalmente aluvional, sin anclaje firme tradicional sino leyendas urbanas en tránsito, gente que pasa se queda o se va. Costa, límite, arena y olas que van y vienen. Todo móvil, intenso e impreciso, colorido, trucho, más noticia que historia.
El contexto son los años del peronismo proscripto. ¿Tiene que ver con que El Dudoso construya su filosofía popular hacia adentro, sin grandes exteriorizaciones?
El Dudoso es –como Etchenike mismo, como San Jodete, como Campitos a su manera o el general Rosca o algún otro personaje que se me ha ido cayendo por ahí- un ensimismado más o menos marginal que sin más elementos que el fervor, la equívoca intuición y alguna experiencia ocasional vivida como epifanía berreta, se arma un sentido, cree (o se la cree) descubrir algo por lo que vale la pena seguir, buscar quién sabe qué. Todos ellos, desde el borde de la sociedad, pueden escribir un saludable manual de perdedores. Tal vez escribo eso una y otra vez, es cierto.
Y luego Falucho, el bañero más joven, que pasa a militar y a actuar, también es un símbolo de época. Los jóvenes de los setenta. Y encima El Dudoso está desparecido...
El carozo personal con gusanito está en la Historia, el viento que los sacude y revolea: los veinte años que reinventan y revientan todo (55-76, si queremos puntuar) los desacomoda, los hace elegir dónde ponerse / borrarse / imaginarse siempre desde el borde del poder y del saber, en lo modestamente suyo. En ese sentido y en ese esquema cronológico, Falucho ya no calza justo, viene a caer un poco más acá: cree –es mi generación- que puede hacer la historia, operar sobre los hechos colectivos, se suma, se expone, compra los ideales, las terribles chucherías del momento. Pero hasta ahí, claro. En el bolso del espiante conviven, se tocan la pistola y las maracas. (Además del aprendiz de Dudoso, Falucho integra una banda de música tropical)
Y hay también una épica de la cultura callejera, con sus miserias y submundos, pero cultura con códigos al fin. Personajes formados por el cine, la música, la playa o la cárcel. En todos lados se puede mamar algo de la sociedad.
Sí señor, hay una épica de la cultura callejera, de la experiencia sólo en apariencia en crudo –mediada, claro está, por los medios de entonces- decodificada sin categorías ni premisas ideológicas. Pero es una estrategia tácita de realización y de búsqueda de sentido heroica y a la vez endeble (Don Quijote, que se ha inventado un yelmo con la vacía de barbero, opta por no probarlo...) construida con más fe y ganas que certezas.
Después está el poder de las minas, que acá es principalmente una. Ahí se acaba toda la filosofía callejera. ¿Esa sumisión es resultado de un machismo que ya no existe?
Basta una mina bien puesta para desparramar el castillito de arena. Como la Historia, las minas imponen condiciones por simple presencia, son el sentido en sí. El mito machista del relato inaugural que campea en el Dudoso se deshilacha al confrontar con pelos, fuegos y señales ciertas: las minas de estas historias están hechas de otra saludable e incombustible madera narrativa.
¿Qué valores destacarías de estos personajes cuasi mitólogicos que construiste (o retrataste) para la novela? Sus ambiciones parecen terrenales, acordes a sus orígenes, una cultura de masas que parece muy distinta a la de hoy.
Ni nostalgia ni costumbrismo como objetivos narrativos. Nada de eso. Sólo lógica decantación de experiencias abrazadas, reconocidas sin idealización pavota ni rencor crítico. Nuestra experiencia fundante, básica y que cuenta, está clavada –big fellow Barrie dixit, freudianos abstenerse- en todo lo que nos pasó hasta los doce años. Después veremos qué hacer con eso, mochila o tesoro. Pero siempre es o será lo que hay. En mi (nuestro) caso, fueron experiencias ya mediadas por los medios masivos de entonces. Ésos cristalizaron los mitos generacionales. Cuáles, si no
.http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Juan-Sasturain-Dudoso-Noriega-entrevista_0_1067893555.html

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