Los secretos de la narrativa
Fernanda García Lao es bachiller en Letras, estudió piano, danza clásica, actuación, dramaturgia y periodismo. Además, coordina talleres de escritura individuales y colectivos.
Fernanda García Lao nació en Mendoza (Argentina, 1966), pero se formó en Madrid. Es bachiller en Letras, estudió piano, danza clásica, actuación, dramaturgia y periodismo. Se mudó unas veinte veces de hogar y cuatro de continente. Trabajó en radio, hizo teatro, cine, video. Con sus obras viajó a Colombia, Panamá, Chile o Mar del Plata. Ha publicado las novelas Muerta de hambre (Premio del Fondo Nacional de las Artes, 2005), La perfecta otra cosa (2007), La piel dura (2011) y Vagabundas (2011), así como el conjunto de relatos breves Cómo usar un cuchillo (2013). Coordina talleres de escritura individuales y colectivos. Los lunes de febrero de 20 a 22, por ejemplo, coordinará el Taller de narrativa breve en Alamut libros, ubicada en la calle Borges 1985, Buenos Aires. (Para más información escribir un correo electrónico a fgarcialao@yahoo.com.ar. Su sitio web eshttp://fernandagarcialao.blogspot.com.ar)
–¿Qué entiende por narrativa breve? ¿Cuáles son sus autores favoritos?
–En una ficción breve un perro con rabia nos pisa los talones. No hay tiempo para explicaciones. Las excusas no sirven para correr. Todo lo que no es fuga está de más. El deseo te muerde la nuca y entonces hay que concentrarse en la velocidad. A qué llamo velocidad: frases contundentes como pasos aterrados. La sintaxis, es decir, la combinación de palabras, debe dar cuenta del apuro. Fondo y forma se alían para morder. Uno no sabe a dónde va hasta que está a salvo. Cuando el relato te soltó y el paisaje es otro. El punto de partida puede estar a diez renglones, pero la intensidad es tal que uno no se reconoce. Es el terreno para la experimentación formal. No hay ensayo sin vértigo. Ese concentrado de miedo es una especie de lupa que hace que una hormiga se vea como un monstruo. El garabato se desea a sí mismo y una frase suscita a la siguiente, en una especie de cortocircuito poético hecho de laconismo y de amperes.
–En una ficción breve un perro con rabia nos pisa los talones. No hay tiempo para explicaciones. Las excusas no sirven para correr. Todo lo que no es fuga está de más. El deseo te muerde la nuca y entonces hay que concentrarse en la velocidad. A qué llamo velocidad: frases contundentes como pasos aterrados. La sintaxis, es decir, la combinación de palabras, debe dar cuenta del apuro. Fondo y forma se alían para morder. Uno no sabe a dónde va hasta que está a salvo. Cuando el relato te soltó y el paisaje es otro. El punto de partida puede estar a diez renglones, pero la intensidad es tal que uno no se reconoce. Es el terreno para la experimentación formal. No hay ensayo sin vértigo. Ese concentrado de miedo es una especie de lupa que hace que una hormiga se vea como un monstruo. El garabato se desea a sí mismo y una frase suscita a la siguiente, en una especie de cortocircuito poético hecho de laconismo y de amperes.
No siempre lo breve construye microficción. Yo disfruto encontrar esa práctica en textos largos y escindidos. Donde el total se hace de fragmentos. Uno de mis autores favoritos es Samuel Beckett.
–¿Cuáles son los desafíos que plantea la enseñanza, coordinación, incentivo hacia los alumnos para el “aprendizaje” de este género tan particular?
–Más que enseñar, uno se ensaña. Qué quiero decir. Hay que incentivar el sentido de peligro: si la literatura que uno produce no lo pone al borde de sí, no sirve.
–Más que enseñar, uno se ensaña. Qué quiero decir. Hay que incentivar el sentido de peligro: si la literatura que uno produce no lo pone al borde de sí, no sirve.
Los talleres literarios sólo merecen la pena si enseñan a dudar. Por eso el primer ejercicio que propongo es una auto necrológica. Empezamos matando al autor y luego, vemos. Lo que sobreviva será nuestro principio
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/secretos-narrativa-la-catedra_0_1064293578.html
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