lunes, 11 de noviembre de 2013

Los 10 autores que fueron reconocidos cuando ya estaban muertos

Stieg Larsson (1954 – 2004) El periodista sueco que durante 30 años se dedicó a investigar conexiones entre los nazis y el poder financiero de su país luchó durante meses con una editorial para terminar de pulir su trilogía Millenium. Fumador compulsivo y un enamorado del café y la comida chatarra, su corazón reventó el 9 de noviembre de 2004 en la redacción donde trabajaba cuando tenía 50 años. Sus tres libros revolucionaron el género policíaco, se convirtieron en un éxito mundial y Sony Pictures compró los derechos para la versión cinematográfica.







John Kennedy Toole (1937 – 1969) Se suicidó a los 32 años al sufrir una fuerte depresión por no poder convencer a las editoriales para que aceptaran su manuscrito. Doctorado en filología inglesa, trabajó como maestro escolar mientras pedía ayuda a otros escritores famosos para ser publicado. Años después de la tragedia, su madre encontró el texto La Conjura de los Necios en un cajón y decidió que no iba a rendirse hasta ver propagadas las palabras de su hijo. Considerada una obra de culto, recibió el Premio Pulitzer en 1981.








Salvador Benesdra (1952 – 1996) Reconocido actualmente por la crítica como una de las voces más importantes de la literatura argentina, fue un periodista especializado en la metamorfosis del socialismo en el mundo. Con un largo historial de brotes psicóticos, las ansias de consagrarse con su novela El traductor para dedicarse exclusivamente a la escritura le generó una enorme frustración cuando le dijeron que su texto era demasiado complejo para el lector promedio. El 2 de enero de 1996 se quitó la vida saltando desde el balcón de su departamento. Afortunadamente, el boca en boca lo rescató del olvido y es uno de los nombres más pedidos en las librerías de su país natal.







Andrés Caicedo (1951 – 1977) Fue un escritor colombiano que se convirtió en mito por su llamativa filosofía de vida. Nacido en Cali y criado entre jóvenes marginales, trabajó como crítico de cine y música para revistas independientes. Preparando su novela cumbre Que viva la música, comenzó a obsesionarse con la idea de que vivir más de 25 años era una vergüenza. El 4 de marzo de 1977 recibió la primera copia de su libro, editado por una empresa argentina, y satisfecho por la difusión de su obra más compleja ingirió 60 pastillas de secobarbital. Lo definen como “el primer enemigo de Macondo”.







Witold Gombrowicz (1904 – 1969) Si bien fue responsable de una novela juvenil (Ferdydurke) que impresionó a la crítica en su país natal, la personalidad de este filósofo polaco lo hizo escapar de la elite intelectual para sumergirse en el mundo de los bohemios y vagabundos. En 1939 viajó a Argentina invitado por un grupo de escritores y pocos días después estalló la Segunda Guerra Mundial impidiéndole el regreso. Sobrevivió con colaboraciones en diversos diarios y prefirió la austeridad para vivir los placeres que permitían la noche. En 1963 se trasladó a París, donde murió acompañado por su esposa Rita. Sus libros están agotados desde hace mucho tiempo.







Roberto Bolaño (1953 – 2003) Nacido en Chile, pasó gran parte de su vida viajando por diversos países del continente en búsqueda de un agente que le garantice el éxito. Por consejo del autor argentino Antonio Di Benedetto solía presentarse en concursos literarios de baja calidad para mantenerse. Considerado fundador del movimiento “infrarrealista”, se convirtió en una de las plumas más influyentes en lengua española luego que, 4 años después de morir por una falla hepática, una compañía estadounidense decidió publicar su novela Los Detectives Salvajes.







Iréne Némirovsky (1903 – 1942) Judía de nacionalidad rusa, murió junto con su esposo en los campos de concentración de Auschwitz. Sus hijas lograron escapar del nazismo y conservaron, entre otras cosas, un cuaderno marrón que utilizaban como almohada. Durante 50 años no se atrevieron a leerlo por miedo a descubrir un diario íntimo que les rompiera el alma. Pero cuando estaban a punto de donarlo para un archivo histórico, decidieron hojearlo un poco. Quedaron asombradas por la historia de Suite Francesa, una novela sobre el éxodo de París y el colaboracionismo con los alemanes que fue publicada en 2004 y ganó el Premio Renaudot.







Carlo Collodi (1826 – 1890) Este periodista y escritor florentino fue el responsable dePinocho, el famoso niño de madera. Hijo de una familia muy desafortunada, seis de sus hermanos murieron muy jóvenes, publicó la historia por entregas en un diario infantil para poder pagar una deuda de juego. En 1940, Disney haría su adaptación en dibujos animados para fortalecer la leyenda pero su autor ya llevaba medio siglo muerto. Sus cartas se conservan en la Biblioteca Nacional Central de Florencia.







Edgar Allan Poe (1809 – 1849) Admirado por los mayores símbolos de la literatura como Oscar Wilde o Jorge Luis Borges, sufrió muchas desgracias hasta que la muerte lo halló sin dinero y tirado en la calle. Tenía ataques de hipocondría y vivía con un sueldo mediocre de colaboraciones en diarios pequeños. Sin embargo, durante crisis nerviosas generadas por su alcoholismo elaboraba cuentos marcados por lo sobrenatural y el horror. Finalmente, la pérdida de su esposa lo hundió en una fuerte depresión y falleció el 7 de octubre de 1849. Sus últimas palabras fueron: “Que Dios ayude a mi pobre alma”.







Franz Kafka (1883 – 1924) Aunque el amigo y consejero literario Max Brod tenía órdenes precisas de quemar todos sus textos cuando muera, la obra de este ícono checo logró constituirse entre las más innovadoras del siglo XX. Víctima de un padre autoritario, se doctoró en Derecho y reforzó su angustia con el trabajo de oficina. Llegó a publicar algunos cuentos pero su felicidad duró poco cuando le diagnosticaron tuberculosis. Murió en un sanatorio de Viena acompañado por su último amor, Dora Diamant, quien guardó en secreto la mayoría de sus escritos, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas confiscadas por la Gestapo en 1933. Actualmente continúa la búsqueda de papeles inéditos. 

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