A todos los “archiveros de seis manos”; es decir, a casi todos los archiveros
En otros tiempos los archiveros
se dedicaban casi íntegramente a leer, extractar documentos y a
desarrollar investigaciones históricas a partir de la información en
ellos contenida, puesto que la mayor
parte de los responsables de los archivos procedían del ámbito de la
historia, considerándose el término archivero como sinónimo de erudito.
En la actualidad, a medida que la disciplina archivística se ha ido
definiendo con mayor exactitud, se ha establecido un objeto de estudio
claro y se han adquirido unas herramientas y procedimientos técnicos de
trabajo y unos objetivos precisos, el papel del archivero ha ido
cambiando, adquiriendo un grado de profesionalidad del que carecía en
otros tiempos.
En este sentido, Jorge Blasco Gallardo en el transcurso de una conferencia dictada en el mes de noviembre de 2012 durante las Jornadas Archivando (León, España) y vinculada con su línea de trabajo Culturas del archivo,
de una manera colateral a su línea discursiva reflexionaba sobre el
hecho de que a los archiveros de hoy se les pidiera que se encargaran de
múltiples tareas: elaborar instrumentos de descripción, conservar,
difundir, informatizar, digitalizar… sorprendiéndose de que bajo la
función de “archivero” pudieran acogerse tantas actividades, y
manifestando su asombro -de una manera irónica como buen conocedor de la
realidad archivística- ante el hecho de que esas tareas fueran
realizadas habitualmente por una sola persona en cada archivo. Pero… no.
No es sorprendente; o por lo menos a los que nos dedicamos a esto no
nos resulta extraña esta actividad “multitarea” que nos vemos obligados
realizar. ¿Quién –exceptuando a aquellos que ejercen en grandes
archivos- no ha tenido que efectuar la recepción de los documentos,
cotejarlos, inventariarlos, describirlos a diferentes niveles y
escanearlos o fotografiarlos, vincular la imagen con su ficha
descriptiva, incorporar los metadatos a los objetos digitales y subirlos
a una web que muchas veces es administrada, e incluso construida, por
el mismo individuo que realiza todas las actividades anteriores?
En la práctica, y hoy más aún con la
reducción de personal a que estamos asistiendo –merma que se produce
sobre unas plantillas que en el ámbito archivístico eran ya mínimas,
casi siempre unipersonales, lo que ha supuesto el cierre de muchos
archivos- esta pluriactividad está a la orden del día más que nunca, y esta imagen del “archivero con seis manos”
la reconoceremos muchos de nosotros. Frente a la especialización que
parece dominar otros campos del saber, en el caso de la archivística se
produce un empeño en ampliar cada vez más su radio de acción sin que
parezca relevante que ha de haber diferentes perfiles profesionales -y
también diferentes personas- para desarrollar cada una de estas
actividades, hecho que de producirse significaría posiblemente un avance
en la propia disciplina y en los trabajos cotidianos. Es evidente que
la realidad y las transformaciones motivadas por las tecnologías obligan
a incorporar novedades y requieren efectuar adaptaciones a los
procedimientos técnicos que enriquezcan los trabajos realizados para que
reviertan de una manera óptima sobre la sociedad a la que
va destinada. Ese no es el problema, porque si hay un colectivo que ha
asumido muchos cambios en un corto período de tiempo ese es el de los
archiveros, lo que obliga a un constante reciclaje que es asumido como
algo natural y necesario. Pero… ¿no se pide demasiado a estos
“archiveros solitarios”? ¿No se requiere de nosotros que seamos
informáticos y humanistas, expertos en digitalización y peritos en
grafías antiguas, preservadores de documentos y difusores de los mismos,
creadores de razonados instrumentos de descripción y de material
didáctico para los más pequeños, investigadores y comisarios de
exposiciones? Se requiere de nosotros –se nos exige- todo eso y… mucho
más: se exige que todo ello sea asumido por una sola persona. De ahí que
la relación, la identificación, el vínculo –positivo a todas luces- que
se establece entre el archivero y “su” archivo sea tan fuerte. Pero
también, ahí está el origen del estrés que puede llegar a causar un
trabajo constantemente solitario y atareado que los ajenos al ámbito
archivístico se empeñan en calificar siempre de tranquilo y sosegado.
Quizás –seguro- el problema no esté en la archivística en sí misma, sino
en que el escaso reconocimiento social ha llevado a no
valorar de manera adecuada la profesión y ello, a su vez, ha hecho de
los archiveros unos supervivientes que hemos tenido que asumir y
reconocer como propios todos los trabajos paralelos que conlleva la
actividad archivística para así ofrecer resultados que favorezcan la
transformación de esa imagen desconsiderada que se tiene de la
profesión. Sí… en definitiva, el problema está, creo, en que todas esas
actividades confluyen en una única persona, que habitualmente por
responsabilidad y profesionalidad acepta su destino e intenta hacer su
trabajo lo mejor que sabe y… puede, porque entiende que, en el fondo, se
espera mucho de ellos, y porque, además, ¡qué le vamos a hacer!… les
gusta su trabajo.
¿Y tu…? ¿Eres uno de esos “super
archiveros” que con sus “seis manos” han de enfrentarse en solitario a
todas esas múltiples tareas?
http://archivisticayarchivos.wordpress.com/2013/01/24/que-se-espera-hoy-de-los-archiveros/
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